sábado, 5 de octubre de 2013

¡TAMBIÉN EN ESPAÑA YA!

Ya hemos comentado en alguna ocasión esta manía patria nuestra de ponerle coletillas como sufijo de frases que nos hablan de inauguraciones, hechos, edificios, actos, etc. ¿Quién no ha leído...?
> La manifestación más grande de la historia.
> El baile más multitudinario.
> Las mejores olimpiadas de la historia.
> El parque acuático nº1 del mundo.
Etc., etc., etc. ¿Por qué entonces no somos los primeros en lavar la cara de la política y sus secuaces? ¿cuántas veces nos hemos preguntado la utilidad real del Senado y nunca ha habido respuesta institucional? Muchas, está claro. Que si cámara territorial, que si portavoz de las minorías y perlas de ese tipo, perlas ensangrentadas. Irlanda, país acuciado por la crisis como nosotros, en cambio, si ha tenido valor para encontrar soluciones arriesgadas y se plantea seriamente la eliminación de esta absurda y cara cámara, donde terminan uno y otro político a los que se les acaba el chollo de la poltrona, véase Zerolo en Canarias o Griñán en Andalucía, ambos flamantes senadores por la gracia de dios. De pena.
Pues bien, hoy los irlandeses deciden, mediante referéndum, la eliminación del Senado de su país. Estaremos expectantes y babeando ante la idea de que algún político con un par se decida.
Los irlandeses votan si suprimen el SenadoEl argumento de ahorrar dinero es decisivo para los que apoyan abolir la Cámara Alta.WALTER OPPENHEIMER
Los irlandeses han votan este viernes en referéndum una propuesta del Gobierno para abolir el Senado a partir de la próxima legislatura. Aunque a menudo es arriesgado vaticinar el resultado de una consulta en la República y había antes de la votación un elevado porcentaje de indecisos, los últimos sondeos apuntan a una clara victoria de los partidarios de la abolición. Esta es apoyada por todos los grandes partidos menos el Fianna Fail, actualmente en la oposición pero histórica fuerza dominante de la política irlandesa.
El argumento económico se dibuja como el factor decisivo a favor de un eventual triunfo del sí en la consulta, muy por delante de otro factor citado estos días por los comentaristas: el deseo de los irlandeses de recortar el número de políticos para vengarse por lo que consideran su irresponsable gestión de la economía del país en los años previos a la crisis financiera de 2008. Los ahorros previstos, sin embargo, son modestos. Oficialmente, el Senado cuesta unos 20 millones de euros al año, pero no se sabe cuántos de ellos dejarán de gastarse con su supresión.
Una encuesta realizada por la consultora Ipsos MRBI para el diario The Irish Times una semana antes de la votación señalaba que el 43% de los encuestados que se declaraban a favor del sí citaban el ahorro de dinero como su principal motivo para apoyar la desaparición del Senado. Un 16% iban a votar también a favor por creer que la cámara alta no tiene sentido debido a sus escasos poderes, que lo máximo que le permiten es retrasar tres meses una propuesta de ley; un 14% cree que no es necesario y que ya ha sido suprimido en países como en Dinamarca, Suecia y Nueva Zelanda; tan solo un 8% citaban la reducción del número de políticos como su principal incentivo para votar a favor y un 4% contestaban pura y simplemente que no saben para qué sirve el Senado.
Creado en 1922, a los pocos meses del nacimiento del llamado Estado Libre Irlandés, el Senado está formado por 60 miembros designados: 11 por el jefe del Gobierno, seis por las universidades y los 43 restantes por la clase política a través de votaciones en paneles formados por los miembros de la cámara baja, los senadores salientes y concejales municipales.
Es su carácter antidemocrático de cámara no electa lo que empuja a partidos como el Sinn Féin a apoyar su supresión. Pero los partidarios de mantenerlo y reformarlo, como el Fianna Fail y movimientos pacifistas, creen que su abolición impide crear una verdadera cámara reformada que haga de contrapeso al Gobierno. Es esa carta blanca en favor de la cámara baja —y por lo tanto del Gobierno que se apoya en ella— lo que empuja a oponerse a su abolición al 54% de los encuestados que apoyan el no.
Pero esa misma encuesta vaticina que esos partidarios del no son tan solo el 38% de los que están decididos a votar y saben en qué sentido, frente a un 62% que dijeron que votarían a favor del sí. Un porcentaje muy sólido, que hace pensar que ganará el sí. Pero en febrero eran el 74% y en junio el 72%, lo que deja abierto un resquicio de esperanza a los partidarios del no.

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