lunes, 9 de septiembre de 2013

ZOOLÓGICOS

He contado en alguna ocasión que, por diferentes vicisitudes, viví durante algunos meses en Nairobi. Allí, en Kenya, tuve la oportunidad de ver numerosos parques nacionales y, por consiguiente, multitud de animales salvajes en su hábitat natural. Si antes de aquella experiencia ya tenía una mala imagen de los zoológicos y, en general, de los lugares con animales encerrados (no hablemos ya de los circos), mi estancia africana hizo que odiara profundamente los zoos, a pesar de que, en algunos casos puntuales, ayudan en gran manera a preservar la vida de especies en peligro de extinción, pero ¿a qué precio?
Mi amigo Rodri vuelve a escribir desde Qatar, donde continúa investigando para la Qatar Fundation, esta vez precisamente sobre los zoológicos.

¿Son cárceles legales los zoológicos?
Rodrigo Riera 
http://www.canariasahora.es/opinion//son-carceles-legales-zoologicos/20130906100605413184.html

Hace una semana falleció Gus, el oso polar más conocido del mundo, que vivía en el zoo de Nueva York. Se convirtió en una de las atracciones principales del lugar porque nadaba haciendo círculos durante horas en su estanque, casi doce horas al día. ¿Por qué? Varios expertos consultados llegaron a la conclusión de que este comportamiento era debido a que se aburría, e iniciaron un tratamiento para promover su actividad, rediseñaron su recinto, etc… y dejó de comportarse como un oso polar neurótico, aunque seguía nadando unas dos horas todos los días. Puede parecer un caso aislado, pero muchos animales en los zoológicos no son felices porque no pueden realizar sus actividades cotidianas en las jaulas donde se encuentran encerrados. 
¿Qué ocurre con los grandes felinos, como los guepardos, leones o tigres en jaulas de decenas de metros? ¿Los han visto correr o esprintar alguna vez? Pero los casos más alarmantes corresponden a muchos animales marinos, como las ballenas, delfines o focas. Son tratados como mascotas para agradar a los visitantes, obligándoles a realizar piruetas, saltos y números que no forman parte de su conducta en estado salvaje. 
¿Cómo es posible tener orcas o delfines en acuarios? ¿O pingüinos en un trozo de hielo? ¿O alimentar leones marinos con peces muertos? 
Uno de los argumentos principales de los zoológicos es que llevan a cabo fines educativos, pero nunca muestran cómo se comportan esos mismos animales enjaulados en su estado salvaje. Es como si quisiéramos hacer un documental sobre cómo vive el ser humano solo con imágenes de presos dentro de sus celdas. 
¿Seguirá la gente comprándole canarios enjaulados a los amantes de los pájaros en vez de unos prismáticos? ¿Saben que ir a ver a las ballenas y delfines en estado salvaje es más barato que una entrada a un zoológico? 
¿En qué polo hay pingüinos? ¿En el Norte o en el Sur? Esta pregunta era fácil porque podrían conocer la respuesta en los carteles de un zoológico, pero… ¿A qué olor característico huelen estos animales?
Gus the Polar Bear - Free at last, Free at last
Gus the Polar Bear's death has been widely eulogized in the news and social media over the past few days, but nowhere have I seen outrage expressed about the plight of Gus and other large mammals who "live" at zoos. Nearly 20 million people came to observe the beloved Gus over the 25 years he spent at the Central Park Zoo in New York City. The word "observed" is intentional: the zoo's website characterized him as an "attraction." But Gus was a trapped animal, a big white teddy bear safely watched from a distance for the amusement of kids and grown-ups alike while he suffered in silence.
Poor Gus was often described as "neurotic, "kooky," a Woody Allen of a bear, befitting his New York address. But these gentle descriptors were a way to avoid saying what was really going on, and what animal behaviorists called in to observe Gus thought - that the quirky "bipolar bear" actually suffered from long-term depression, evident in the way Gus endlessly swam back and forth, back and forth, like a 700-pound metronome. Born in the arctic wilderness of Toledo, Ohio, he never visited his natural habitat and was forced to spend his life under house arrest, unable to roam the hundreds of miles that are the normal home range of a polar bear. His North Sea was the size of an inflatable backyard pool; the New York summer was his cool arctic breeze. He lived alone for the last two years of his life, after his great love Ida died, no new bear brought in to keep him company.
Did it make sense at one point to bring big animals into captivity so that humans could experience them in a way not possible before moving images? Perhaps. Has it made humans more sensitive to the plight of animals and endangered species? Maybe yes, maybe no. But now we have TV series, entire networks and feature films devoted to species great and small, all of whom need to remain, and be protected in, their natural habitats. And if we need to study them more closely to obtain research critical to their survival, if animals in zoos need to "take one for the team," please don't issue them a life sentence in the equivalent of a New York studio apartment.
If you're feeling sad for you and your kids and the many delightful hours you spent watching Gus in his plate glass cell, take a moment to mourn the life he lead for your enjoyment. And then celebrate that he is finally free.

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