martes, 17 de septiembre de 2013

EL DOLCE FAR NIENTE

¡Qué felicidad!, hoy empezaron mis vacaciones a las 2 de la tarde. Unos días me esperan para levantarme algo más tarde cada mañana, leer, escuchar música, en definitiva entregarme al dolce far niente. Las necesito, créanme, ha sido un año duro -o lo está siendo, par ser más precisos-. Un año especial por muchas circunstancias que, posiblemente, lo recodaré no precisamente como mi mejor año. Pero estoy vivo, ¿no? pues ¡a vivir que son dos días!
Empecé por un placer sencillo, esta misma tarde después de comer con mis padres, una corta siesta. Me levanté, ordené un poco la cocina y desde hace un rato estoy sentado en el jardín, portátil frente a mi, iPod conectado, pasando mis CD de música clásica -esta vez conciertos para violín- al pequeño reproductor. Sí, yo soy de los que aún utilizan el iPod, no me gusta usar el móvil para escuchar música. Continúo leyendo El cementerio de Praga mientas la música se convierte lentamente, por arte de la informática, antes de poder terminar con su entrada en el maravilloso aparatito. Voy a prepararme una sopa y me sentaré a ver algún capítulo atrasado de cualquier serie a la que soy adicto. Mañana será mi verdadero primer día de asueto.
Listo. Concierto par violín grabados: Mozart, Bach, Mendelssohn, Tchaikovsky, Beethoven y el sublime y triste de Sibelius.
Sibelius, *Violin Concerto in D minor, Op.47
Maxim Venerov, Daniel Barenboim

Este concierto tiene unas connotaciones nostálgicas para mi, me recuerda a una época específica de mi vida después de terminarla carrera de arquitectura, trabajando ya en Tenerife. ¡Qué raro!, diría mi amiga Gloria, una nueva historia de otra de tus vidas; por cierto, enhorabuena de nuevo. Pues andaba yo participando en un proyecto de un edificio, un proyecto compartido con otro arquitecto que resultó, como mínimo, una experiencia muy poco enriquecedora, de manera que pasaba las horas dibujando y escuchando música clásica en un walkman-radio. Así, cada tarde la emisora repetía alguna obras, a distintas horas, una  ellas era el concierto de Sibelius. Desde aquella época, oír el violín de Sibelius me retrotrae a aquel desagradable proyecto. Trabajé a disgusto, pero me enamoré de este concierto, y valió la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario