sábado, 10 de agosto de 2013

UN DÍA MARRÓN

Me levanté temprano -mis perras no perdonan el que les abra la puerta del jardín- y, después de un frugal desayuno, me dispuse a dibujar hasta terminar y pasar a pdf, listos para el visado telemático, los planos del proyecto que hago para rehabilirtar la cubierta de una casona canaria protegida de La Orotava. Así pues, termino los planos y al mediodía bajo a leer a la biblioteca, dos horitas antes de comer (la elección de hoy es "Una casa en el fin del mundo", de Michael Cunningham, del que hablé hace un par de semanas a colación de la película que se hizo de él), almuerzo y decido ir al cine para romper un poco este día, uno marrón que diría Luz Casal. Me siento en la sala, sesión de las 16h, casi vacía, y me sumerjo en la película, o eso creí, ingenuo. Al otro lado de la fina se siente un adolescente con un ninjapaquete de palomitas y su móvil en ristre, encendido, luminoso. La película, de acción, la vio intermitentemente, doy fe de ello, pues a intervalos miraba el móvil, leía, escribía y volvía a mirar a la pantalla. Me senté ladeado para no ver el resplandor de la pequeña pantalla y casi casi logré evadirme. 
¿Qué era del ser humano antes de la existencia del teléfono móvil?
Mucha actividad tenía el chico en el móvil, pero el hecho es que ninguno de sus corresponsales ciberespaciales lo acompañó esta tarde al cine; igual se los estaba echando en cara...

Luz Casal, *Un día marrón.

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