viernes, 26 de abril de 2013

HENRY DAVID THOREAU: LA ARDILLA QUE MATAS DE BROMA, MUERE DE VERDAD

La desobediencia civil es el título de una conferencia escrita por Henry David Thoreau que se publicó en 1848. En este escrito Thoreau explica los principios básicos de la desobediencia civil que él mismo puso en práctica: en el verano de 1846 se negó a pagar sus impuestos por lo que fue detenido y encerrado en la prisión de Concord. Él se justificó explicando que se negaba a colaborar con un Estado que mantenía el régimen de esclavitud y emprendía guerras injustificadas, en aquel caso concreto contra México.
La obra tiene trazos de acracia, rechazando y criticando el poder y la autoridad del Estado y de la vida burguesa. Su repercusión fue muy grande, llegando a ser el libro de cabecera de Gandhi en su campaña de resistencia contra la ocupación británica de la India. También influyó en Martin Luther King y en su lucha no violenta en defensa de la no discriminación de la población negra en EEUU. Ha promovido y sigue inspirando movimientos como la objeción fiscal, la objeción de conciencia ante investigaciones al servicio de militarismos o violencias más o menos solapadas, movimientos ciudadanos y luchas vecinales ante injusticias como cánones abusivos. Sobre todo, en la época actual de crisis internacional, Thoureu ha inspirado también otros ensayos sobre la desobediencia civil, como el texto titulado Ensayo de un científico sobre la desobediencia civil, en en cual se actualizan algunas de las ideas de Thoureu al momento actual.

 
  • Todo hombre que tenga más razón que sus vecinos ya constituye una mayoría de uno.
  • Bajo un gobierno que encarcela injustamente a cualquiera, el hogar de un hombre honrado es la cárcel.
  • El mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto y, cuando los hombres estén preparados para él, éste será el tipo de gobierno que todos tendrán.
  • El gobierno mismo, que sólo es el medio escogido por el pueblo para ejecutar su voluntad, está igualmente sujeto a sufrir abusos y corrupción antes de que el pueblo llegue a actuar a través de él.
  • ¿Debe el ciudadano renunciar a su conciencia, siquiera por un momento o en el menor grado a favor del legislador? ¿Entonces por qué posee conciencia el hombre? Pienso que debemos primero ser hombres y luego súbditos. No es deseable cultivar tanto respeto por la ley como por lo correcto. Se ha dicho con bastante verdad que una corporación no tiene conciencia, pero una corporación de hombres conscientes es una corporación con conciencia. La ley jamás hizo a los hombres ni un ápice más justos; además, gracias a su respeto por ella hasta los más generosos son convertidos día a día en agentes de injusticia. Un resultado común y natural del indebido respeto por la ley es que se puede ver una fila de soldados: coronel, capitán, cabo, soldados, dinamiteros y todo, marchar en admirable orden cruzando montes y valles hacia las guerras, contra su voluntad, sí, contra su propio sentido común y su conciencia, lo que convierte esto, de veras, en una ardua marcha de corazones palpitantes. No abrigan la menor duda de que están desempeñando una ocupación detestable teniendo todos inclinaciones pacíficas."
  • No importa cuán pequeño pueda parecer el comienzo: lo que se hace bien, bien hecho queda para siempre.
  • No sé de ningún hecho más estimulante que la incuestionable capacidad del hombre por elevar su vida por medio del esfuerzo consciente. Es algo, ciertamente, el poder pintar un cuadro particular, el esculpir una estatua o, en fin, el hacer bellos algunos objetos; sin embargo, es mucho más glorioso el esculpir o pintar la atmósfera, el medio a través del cual nos miramos, lo cual es factible moralmente. Influir en la calidad del día, ésa es la más elevada de las artes. Todo hombre tiene la tarea de hacer su vida digna, hasta en sus detalles, de la contemplación de su hora más elevada y crítica.
  • Con cuánta mayor eficacia y elocuencia puede combatir la injusticia aquel que la ha sufrido, aun en escasa medida, en sus propias carnes.
  • Vivid libres y no os comprometáis. Hay poca diferencia entre recluirse en una granja o en una prisión.
  • El Harivansa dice: «Una vivienda sin aves es como una carne sin sazonar». Mi vivienda no era así porque, de golpe, me había convertido en vecino de los pájaros, no por haber aprisionado uno, sino por haberme enjaulado cerca de ellos.
  • Me cuesta menos en todo sentido incurrir en la penalidad de la desobediencia al Estado, de lo que me costaría obedecer. Me sentiría como si valiera menos en este caso.
  • Lo mejor que un hombre puede hacer por su cultura cuando es rico es llevar a cabo aquellos proyectos con los que soñaba cuando era pobre.
  • La ardilla que matas de broma, muere de verdad.

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