lunes, 25 de marzo de 2013

UN REY EN SALZBURGO

Thielemann reina ya en Salzburgo
La Staatskapelle de Dresde desembarca con honores en el Festival de Pascua. Sustituye a la Filarmónica de Berlín después de 46 años de historia.
Juan Ángel Vela del Campo SALZBURGO 25 MAR 2013 - 00:23 CET
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/24/actualidad/1364152979_347556.html
 
Ver para creer. El sábado 23 de marzo pasará a la historia de la música por una doble circunstancia. Por una parte, la Staatskapelle de Dresde y Christian Thielemann inauguraban el Festival de Pascua de Salzburgo, el certamen creado por Herbert von Karajan en 1967 como plataforma operística internacional de la Filarmónica de Berlín, en un pulso lírico-teatral con la Filarmónica de Viena, reina y señora de la cita de verano de Salzburgo, puesta en marcha en años posteriores a la Primera Guerra Mundial con la intención de una normalización de la cultura musical centroeuropea después del desastre bélico. El reparto de poderes era claro: los vieneses en el verano, con Mozart de sumo sacerdote; los berlineses en Semana Santa, con Wagner de gran patriarca.
En los 46 años del Festival de Pascua, Karajan dirigió en 23 ocasiones, mientras Solti lo hizo en dos, Abbado en nueve y Rattle en 10. Quedan dos años de transición entre Karajan y Solti con Masur y Haitink empuñando la batuta. En mayo de 2011 saltó la noticia de la ruptura entre el festival y los berlineses, justo un mes después de que se hubiese anunciado la colaboración en tres temporadas del Festival de Pascua y la Filarmónica de Berlín con el Teatro Real. Para 2013 el título anunciado era precisamente Parsifal. Pues bien, el mismo 23 de marzo la Filarmónica de Berlín ponía en marcha una nueva etapa en Baden Baden con La flauta mágica, la ópera anunciada en el Real para sustituir al trío inicialmente previsto, y que tampoco verá la luz en Madrid con Rattle y los berlineses. Dos eventos internacionales en vez de uno, sí, pero si nos atenemos al dato de dónde estaban el pasado sábado los titulares de la crítica musical europea más prestigiosos, la goleada de Salzburgo sobre Baden Baden es abrumadora. ¿El peso de la historia? Sí, pero no solamente.
Thielemann se ha salido con la suya. Ha encontrado la orquesta de su vida con la Staatskapelle de Dresde, después de su paso por la Filarmónica de Múnich y por la Deutsche Oper Berlín. Es la orquesta de la tradición —sus orígenes se remontan a 1548—, la del sonido alemán, la que suministra el armazón básico a Bayreuth. Thielemann reivindica con ellos un abanico que se extiende de Bach a Henze pero que tiene su trilogía central en Wagner, Bruckner y Strauss —el año próximo en Salzburgo dirigirá Arabella, de este último—.
El hambre y las ganas de comer. No se anduvieron con chiquitas. Para comenzar, Parsifal, de la que Thielemann fue asistente de Karajan en Salzburgo y que se representó en el Festival de Pascua en 1980 y 1981, además de ser el título elegido por Claudio Abbado para su despedida del certamen en 2002 con una puesta en escena de Peter Stein. El festival escénico sacro, que Wagner compuso para Parsifal, es uno de los rituales creativos más misteriosos y fascinantes de la ópera.
La realización musical del sábado en Salzburgo fue soberbia. Se respetó el silencio después del primer acto, como en Bayreuth, pero cuando el público rompió aguas antes de comenzar el tercer acto y empezó a aplaudir con libertad, el griterío de ovaciones que recibió Thielemann fue de los que ponen los pelos de punta, como si asistiésemos a un enloquecimiento colectivo. Era, pues, natural que la orquesta saliese a saludar después de los cantantes. Otro griterío. La Staatskapelle de Dresde salía de esta experiencia elevada a lo más alto. Se reconocía con justicia su calidad de siempre. Los cantantes —Johan Botha, Michaela Schuster, Stephen Milling, Wolfgang Koch— realizaron una interpretación compacta y entregada, pero el sábado era el día del director, la orquesta y los magníficos coros.
La producción escénica está compartida por la Staatsoper de Dresde, el Festival de Música de Pekín (en octubre) y el Teatro Real (las autoridades de Salzburgo dicen que se verá hacia 2016). La dirección de escena es de Michael Schulz y la escenografía del pintor alemán Alexander Polzin, que suministra las imágenes del programa de la próxima temporada del Real, colaboró en La página en blanco, de Pilar Jurado, y volverá a Madrid con La conquista de México, de Rihm, en otoño. Trata el equipo escénico de presentar un nuevo ritual para Parsifal, alejado del realismo a lo Wolfgang Wagner o de lecturas historicistas a lo Stefan Herheim en Bayreuth. Hay un juego de dualidades permanentes en el dibujo de los personajes y en el uso de geometrías y materiales, que van desde la racionalidad de los cilindros transparentes y de aluminio en el primer acto, al reflejo de esculturas en el poderoso segundo acto o al sugerente y enigmático espacio acanalado del tercero.
El simbolismo se hace presente continuamente y brillan dialécticamente los conflictos entre ingenuidad e inocencia, pecado y culpa, soledad y amparo en la colectividad, sexo y deber, redención y muerte, espacio y tiempo. Siempre desde el atractivo de la música. Quizás hay un exceso de ideas que lleva a la saturación y el rechazo. El mismo público que había enloquecido con los valores musicales propinó al equipo escénico una bronca sin piedad. Entre el público, muchos, muchísimos españoles. De Madrid, Barcelona, Bilbao, Canarias… La ópera sigue y no hay crisis que la pare.
Parsifal es una ópera en tres actos con música y libreto en alemán de Richard Wagner. El compositor lo calificó de «Festival Escénico Sacro». Esta ópera se basa en el poema épico medieval (del siglo XIII) Parzival de Wolfram von Eschenbach, sobre la vida de este caballero de la corte del Rey Arturo y su búsqueda del Santo Grial. Wagner concibió la obra en abril de 1857 pero sólo la completó 25 años después, estrenándose en el Festival de Bayreuth el 26 de julio de 1882 (al estreno asistirían, entre otros, Vincent d'Indy y Ernest Chausson).
Wagner leyó por primera vez el poema de Wolfram von Eschenbach en Marienbad en 1845. Influenciado por la concepción filosófica del mundo contenida en los trabajos de Arthur Schopenhauer en 1854, Wagner se mostró interesado en las filosofías orientales, particularmente el budismo. Tras leer la obra de Eugène Burnof Introduction à l'historie du buddhisme indien en 1855/56, escribió Die Sieger (Los victoriosos, 1856), un boceto de una ópera basada en una historia de la vida de Buda. Los temas que luego serían explorados en Parsifal de reencarnación, compasión, renuncia a uno mismo e incluso los grupos sociales (castas en Die Sieger, los Caballeros del Grial en Parsifal) fueron introducidos en Die Sieger.
De acuerdo con su propio relato, recogido en su autobiografía Mein Leben, Wagner concibió Parsifal en la mañana del Viernes Santo de 1857, en la residencia que Otto von Wesendonck, rico comerciante de sedas y generoso patrón, había dispuesto para Wagner. Parece probable que el que Wagner dijera que se había inspirado un Viernes Santo para componer la ópera no sea más que una licencia poética. Sea como sea, se acepta que el trabajo comenzó en la residencia que le había cedido Wesendonck durante la última semana de abril de 1857.
Parsifal, por Hermann Hendrich.Tras este primer boceto, Wagner no volvió a trabajar en Parsifal durante ocho años, durante los cuales completó Tristán e Isolda y empezó Los maestros cantores de Núremberg. Entre el 27 y el 30 de agosto de 1865, retomó Parsifal y completó un pequeño boceto de la obra. Este boceto contenía un breve resumen del argumento y detallados comentarios sobre los personajes y temas del drama. Una vez más, el trabajo fue abandonado durante otros once años y medio. Durante este tiempo, Wagner dedicó la mayor parte de sus energías al ciclo del El anillo del nibelungo, el cual completó en 1874. Sólo cuando su gran obra fue estrenada, Wagner encontró tiempo para dedicarse a Parsifal. El 23 de febrero de 1877 terminó un segundo y más extenso boceto de la obra, que el 19 de abril del mismo año había transformado en un libreto en verso (o «poema», como Wagner prefería llamar a sus libretos).
En septiembre de 1877 empezó la música componiendo dos bocetos de la partitura desde el comienzo hasta el final. El primero de estos borradores (conocido en alemán como Gesamtentwurf) fue hecho a lápiz en tres pentagramas, uno para la voz y dos para los instrumentos. El segundo borrador (Orchesterskizze) fue realizado en tinta y con tres a cinco pentagramas según la parte. Este boceto estaba mucho más detallado que el primero y contenía un grado considerable de elaboración de la parte instrumental.
El segundo borrador lo inició el 25 de septiembre de 1877, solo pocos días después del primero. En ese momento de su carrera, a Wagner le gustaba trabajar en los dos borradores a la vez, cambiando entre uno y otro. Una vez acabados los borradores, Wagner terminaba la partitura final (Partiturerstschrift).
Wagner compuso los actos de Parsifal de uno en uno, y hasta que no terminaba completamente uno no pasaba al siguiente.
*Prelude.

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