viernes, 1 de marzo de 2013

PADRE SOLTERO

Las chicas han crecido demasiado rápido.
El discurrir de los días felices es una pendiente cómoda, un dulce viaje en el que dejarse llevar mecido por el viento a favor. Así que no piensas mucho, te abandonas a los azares dichosos. Y así pasan los meses, disfrutando de la mutua compañía, retozando en la huerta bajo el suave sol de otoño o tirados en el sillón viendo películas antiguas. Ellas, de natural curiosas, lo miran con ojos profundos y él se regodea compartiendo su espacio, disfruta transmitiendo las cosas aprendidas, les habla de asperezas y suavidades, les cuenta sus miedos y certezas.
Pero todo acaba, parece ser. Se hicieron mayores, y cierto día comprobó cómo la elegancia adolescente de las niñas imantaba a los seductores del barrio. Y ellas, orgullosas de su poder, ya no querían ver viejas joyas en blanco y negro, ni escuchar batallitas de jardinero solitario, ni siquiera miraban su mirada como solían.
Eso sí, cada día, antes de salir al jardín a contonearse, se aseguran de rozar sus cuerpos tibios con él, traspasándole su aroma y su calor.
 
By Javier Pérez-Alcalde S.

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