sábado, 20 de octubre de 2012

I ♥ NY

La gran manzana se enamora del peatón
Al High Line, parque sobre una estructura ferroviaria, se une un carril para ciclistas que recorre la zona oeste de Manhattan. La ciudad se humaniza.
Barbara Celis 19 OCT 2012 - 00:00 CET
 
Todos hemos paseado por Nueva York antes de aterrizar en la ciudad. Es una sensación inequívoca que se apodera irremediablemente de cada turista que llega por primera vez a esta urbe: el cine y la televisión llevan décadas invitándonos a caminar frente a los escaparates de la Quinta Avenida, a maravillarnos frente al Empire State, a sacarnos fotos frente a la Estatua de la Libertad, a cruzar el puente de Brooklyn, a viajar en sus taxis amarillos, a soñar con sus artistas famosos y sus millonarios excéntricos, a estremecernos con sus homeless… Todos vivimos también el horror de ver en directo cómo se desplomaban las Torres Gemelas y con ellas esa imagen de ciudad indestructible que la maquinaria mediática y política estadounidense se había encargado de implantar en el imaginario colectivo de todo el planeta.

Si Manhattan es la ciudad-escaparate de la cultura del siglo XXI, Brooklyn es su ombligo creativo incontestable, al que se está uniendo Queens, que junto a Staten Island y el Bronx son los dormitorios multiculturales donde residen los millones de inmigrantes y trabajadores anónimos que hacen funcionar el engranaje. Hasta hace apenas una década, eran pocos los turistas que se aventuraban a salir de la isla de Manhattan. Ni siquiera sus habitantes lo hacían. “Es como salir al extranjero”, decían las infames protagonistas de una popular serie de televisión. Hoy en cambio no puede entenderse Nueva York sin el impulso creativo de los nuevos barrios de Brooklyn hacia los que la gentrificación (aburguesamiento de un barrio) de Manhattan ha empujado a sus habitantes más jóvenes, pero también a su clase media, cada vez más mermada por los efectos de una crisis económica que pese a lo que dicen los grandes números hace mella en Estados Unidos.

El Nueva York del siglo XXI es una ciudad mucho más amable que aquella urbe de extremos que recorrimos montados en el taxi que conducía Robert de Niro en Taxi Driver. Al menos en Manhattan. La violencia que imperaba en la isla en los años setenta y ochenta ha dejado paso a una ciudad muy similar a un pacífico centro comercial abierto 24 horas al día que si bien ha expulsado de sus casas a los más débiles a través de una política inmobiliaria despiadada, también le ha abierto los brazos a sus ciudadanos impulsando la creación de grandes espacios públicos antes inexistentes y que invitan a vivir la ciudad de forma mucho más europea. En un país que tras la II Guerra Mundial prácticamente destruyó su infraestructura ferroviaria para entregarle el poder al coche, ciudades como Nueva York comienzan a rebelarse ante la dictadura del motor, con resultados espectaculares.

Antes el peatón buscaba refugio en parques pequeños como los aún populares Washington Square y Union Square. Ahora es común que la gente acuda al High Line, un parque de más de dos kilómetros de largo construido sobre la estructura de una antigua vía de tren elevado (a unos quince metros de altura) que recorre el oeste de Manhattan entre las calles 14 y 30. Diseñado por los arquitectos Diller Scofidio + Renfro, la inauguración de su primer tramo en 2009 fue aclamada internacionalmente, pero aún más importante fue la excelente acogida que tuvo entre los neoyorquinos, que se convirtieron en los privilegiados protagonistas de un parque que serpentea entre edificios, a la altura de un tercer piso, y que ha transformado la visión del cemento y el asfalto en una celebración de los sentidos. Aún falta por abrirse un tramo entre las calles 30 y 34, que llevará este espacio hipnótico hasta los pies del río Hudson.

El High Line es parte del renacer de la orilla oeste de Manhattan (Chelsea y Meatpacking), un área ignorada hasta hace una década por los ciudadanos que no fueran asiduos a la prostitución (que allí tenía una de sus capitales locales) y que hoy puede presumir de tener el mayor parque a orillas del agua de Estados Unidos, el Hudson River Park. A finales del siglo XX comenzó la construcción de este pulmón verde que llegará a extenderse desde la punta sur de la ciudad hasta la calle 59, convirtiéndose en el segundo parque más grande de la ciudad después de Central Park. Impulsado, al igual que el High Line, por asociaciones ciudadanas, desde él puede verse una de las mejores puestas de sol de Nueva York, y radicalmente diferente de la que se veía hace apenas diez años: un pequeño Manhattan de rascacielos de cristal y acero ha tomado por asalto la orilla antaño prístina de Nueva Jersey y hoy aloja los edificios de muchas de las empresas que huyeron de la isla tras los ataques del 11-S.

Tecnología
» B&H (Bhphotovideo.com. 420 9th Ave). La mayor selección de cámaras de vídeo y fotografía de la ciudad.
» Adorama (42West 18th St. 1212 741 00 52. www.adorama.com). Otra de las tiendas clave de fotografía de la ciudad. » Apple Store (103 Prince St. 1212 226 31 26). La tienda favorita de los adictos a la empresa de Steve Jobs.

Discos
» Other Music (15E 4th Street; www.othermusic.com). Es la casa no oficial de la música independiente en Manhattan, y además venden entradas.
» Good Records NYC (218 E 5th St.; www.goodrecordsnyc.com). Tienda solo de vinilos centrada en pequeñas joyas.

Ropa
» Beacon's Closet (88N 11th St. Williamsburg, Brooklyn). Hay toneladas de ropa. Casi todo es vintage.
» Stock Vintage (143E 13th st; 1212 505 25 05). Vintage solo para hombres. Ya solo por eso se merece una visita.
» Bergdorf Goodman (754 Quinta Avenida; 1212 753 73 00; www.bergdorfgoodman). Nueve pisos dedicados a las firmas de primera categoría.
» The Rivington Club (158 Rivington St.; www.rivingtonclub.com). Nueva York siempre ha sido la patria de los sneakers, pero en esta tienda el atractivo es que todas las zapatillas de deporte son de edición limitada.
» Brooklyn Flea (176 Lafayette Ave, Brooklyn. www.brooklynflea.com). Abierto entre abril y diciembre, es hoy el ‘mercado de las pulgas’ más grande de Nueva York.
» The Market NYC (268 Mulberry St.; www.themarketnyc.com). Una treintena de diseñadores jóvenes se dan cita aquí los fines de semana. Ropa y accesorios.
» Century 21 (22 Cortland St., esquina con Church St.; 1212 227 9092). Los adictos a las compras podrían pasar días paseando en este outlet al que ahora le ha salido un hermano junto al Lincoln Center. Las rebajas pueden alcanzar el 75% del precio original

Pero los rascacielos que hoy desafían a Manhattan desde esa otra orilla no han llegado solos. A principios de siglo, en Manhattan, brotaron a los pies del Hudson River Park los primeros edificios de la ciudad firmados por arquitectos-estrella (starchitects): el Nouvel Chelsea de Jean Nouvel, las Perry Street Towers de Richard Meier, el IAC Building de Frank Gehry… Y hoy comienza a erigirse la nueva sede del Whitney Museum, diseñada por Renzo Piano junto al High Line. Pero resulta paradójico pensar que la siempre llamada ciudad de los rascacielos nunca hasta ahora presumió de arquitectos estrella sino de edificios icónicos cuyos creadores nunca entraron a formar parte de la cultura popular. Con la llegada del siglo XX Nueva York impresionó al planeta con sus desafíos verticales —el Flatiron Building primero, el Woolworth Building después, el Empire State y el Chrysler en los años treinta, las Torres Gemelas en los setenta…—. Pero el único edificio que en Nueva York presumía de arquitecto era el Museo Guggenheim de Frank Lloyd Wright, una construcción tan poderosamente moderna que pese al paso del tiempo no envejece. Nadie se preocupó nunca de recordar el nombre de los arquitectos que hicieron de Nueva York una ciudad única. La historia decidirá si la moda de los starchitects servirá para cincelar nombres en el skyline de Nueva York, donde ahora sí se erigen varios edificios con firma célebre: la sinuosa Beekman Tower de Frank Gehry (su primer edificio residencial en Manhattan), el geométrico New York Times Building de Renzo Piano en las cercanías de Time Square, el fantasioso y a la vez racionalista edificio de la Universidad Cooper Union, del estudio Morphosis, en la calle Bowery, o los cubos blancos y futuristas del New Museum, diseñado por los japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishisawa.
51 kilómetros pedaleando
La primera década del siglo también ha llevado la bicicleta hasta Nueva York y el mérito hay que reconocérselo a Michael Bloomberg, el alcalde que pasará a la historia por haberle devuelto la ciudad al peatón (y al comercio). Suyo es el proyecto del Manhattan Waterfront Greenway, una vía verde que cuando esté completada tendrá 51 kilómetros y rodeará por entero la isla. En la orilla oeste ya es posible pedalear de norte a sur sin interrupciones.
Pero su mano no se ha limitado a Manhattan. Además de crear espacios para peatones en el corazón de Times Square y Herald Square, Bloomberg también ha impulsado el nacimiento de otro pulmón verde en Brooklyn, el Brooklyn Bridge Park, desde el que la visión de Manhattan supera con creces la que se tenía en el cercano mirador Brooklyn Promenade. Merece la pena pasar un rato en el Pier 1 (muelle 1) viendo pasar la vida: es uno de los lugares predilectos para tomarse fotos de boda así que está más que garantizada una mirada fugaz al mundo del matrimonio americano. Aquí están también el célebre River Café y la Brooklyn Ice Cream Factory, dos instituciones puramente made in Brooklyn.
Del impulso de Bloomberg también ha nacido una nueva isla, Governor’s Island, un nuevo espacio recreativo (y aún libre de comercios) a cinco minutos en barco desde Battery Park, que antaño acogió residencias militares y donde los fines de semana se puede pasar el día entre árboles y grandes explanadas verdes y disfrutar de la cercanía de la Estatua de la Libertad, que tiene desde esta isla una de sus mejores fotografías. Se recomienda alquilar una bicicleta y recorrerla sobre dos ruedas.

Pero si el siglo XX tuvo en Manhattan su epicentro creativo, el XXI es propiedad de Brooklyn. Manhattan sigue siendo el escaparate inequívoco en el que todo artista aspira a mostrar sus obras pero la rigidez de sus leyes y los disparatados precios de su suelo han empujado a los artistas al otro lado del East River, un barrio dividido a su vez en múltiples y diversos universos donde se cocinan las ideas y los proyectos que mantienen viva la llama creativa de la ciudad. En Chelsea, en Manhattan, hay cientos de galerías de lujo pero si uno aspira a dejarse sorprender tendrá que pasear por las galerías de Bushwick, en el Brooklyn profundo. Y si alguien aspira a descubrir a la Patti Smith de 2012 no la encontrará en el mítico CBGB’s, hoy reconvertido en una tienda de vaqueros de lujo, sino en salas de conciertos como Music Hall of Williamsburg, en Williamsburg, o Bell House, en Carroll Gardens.
Nueva York es una exasperada sucesión de estímulos constantes, sueños incompletos, alegrías fugaces y desengaños diabólicos enmarcados en la mitomanía que cada persona carga en su maleta. Descubrirla hoy es atreverse a viajar por rincones antes ignorados y estar dispuesto a dejar atrás los tópicos que han marcado a varias generaciones. Apenas quedan resquicios del Manhattan de Woody Allen, de las noches oscuras que inspiraron a Blondie y a los Ramones, de las locuras que hacía Warhol en The Factory o del espíritu intrépido que marcó a la generación del arte americano de posguerra. Pero Nueva York siempre fue una urbe en transformación perpetua y se resiste a perder su encanto. Su capacidad para reinventarse es su mayor virtud. Por eso seguimos escribiendo sobre ella.

Además de todos los clásicos de Nueva York, estas son las citas ineludibles con el nuevo siglo:

01 Zona Cero
Han pasado 11 años desde los ataques del 11-S y el vacío dejado por las Torres Gemelas comienza a tomar forma. Primer punto de interés: el Memorial del 11-S, con las emotivas huellas de las torres, convertidas en dos inmensas fuentes-cascada sobre las que reposan los nombres de las víctimas. Junto a él ya ha crecido la Torre de la Libertad, un rascacielos que, pese a su simbolismo, no pasará a la historia por su belleza, sino por ser el más alto de Estados Unidos (el folletinesco y lamentable proceso de su ejecución, indigno de una ciudad como Nueva York, es contado magníficamente por el crítico Martin Filler en el libro La arquitectura moderna y sus creadores). Daniel Libeskind fue apartado del proyecto y ahora lo firma David Childs, del estudio SOM. Junto a esta torre, se alzan ya otras dos —el WTC 4 y el WTC 7— mientras se va dibujando la estación de Santiago Calatrava, un rascacielos de Norman Foster y otro de Kohn Pedersen Fox (y, en barbecho, otro más de Richard Rogers).

02 La calle Bowery
Prostitutas, alcohólicos y desheredados de la tierra han dejado paso a una calle en la que hoy bullen los restaurantes chic —Peels es en estos días la estrella—, las boutiques de lujo, las galerías de arte —The Hole marca la pauta con más provocación que talento, aunque la auténtica protagonista de esta calle es Sperone Westwater—, los hoteles selectos —The Bowery y The Standard East Village— y, por supuesto, el motor del renacimiento del barrio, el New Museum (www.newmuseum.org) de la arquitecta Kazuyo Sejima y el arquitecto Ryue Nishizawa. No obstante, aún sobreviven las tiendas de accesorios para cocinas industriales y algunos albergues para pobres. Una mezcla explosiva y provocadora.

03 PS1 y Long Island City
El mítico PS1 (http://momaps1.org) es un museo de arte contemporáneo nacido de forma independiente y hoy propiedad del MOMA. Es uno de los centros de arte que han impulsado el renacer de Long Island City, el barrio de Queens más cercano a Manhattan y donde la concentración de galerías de arte se multiplica cada mes. En el interior del PS1 hay una joya imprescindible: Meeting, una instalación del mago de la luz James Turrell creada para el museo. Enfrente está 5Pointz (www.5ptz.com), una antigua fábrica abandonada convertida en el mayor museo no oficial del grafiti al aire libre del mundo. Más de 300 murales cubren su exterior, aunque no durará mucho: ya hay planes para reconvertirlo en un edificio de apartamentos de lujo. Allí cerca también está el Noguchi Museum (www.noguchi.org), para amantes del artista japonés, y a pocas paradas de metro, la cita ineludible para cinéfilos: el Moving Image Museum (www.movingimage.us).

04 Meatpacking District y Chelsea
Es cierto que la High Line (www.thehighline.org) ha sido un regalo para la ciudad. Pero los dos barrios por los que circula han sufrido de forma violenta el efecto gentrificación que ha provocado su llegada. La High Line ha acelerado el proceso, provocando una redefinición inmobiliaria que ha traído edificios de lujo de cristal y acero en detrimento de los tradicionales de ladrillo del área. Entre las calles 20 y 30, entre la avenida 10 y 11, están las galerías más lujosas (Gagosian, Mary Boone, The Pace, Matthew Marks). En la calle 14 y alrededores, entre la avenida 9 y la 11, están las boutiques para fashionistas. Y para comer, la cita está en el Chelsea Market (www.chelseamarket.com; construido en el interior de una antigua fábrica de galletas). Por la noche, Chelsea sigue siendo el templo de peregrinación gay de Nueva York.
Los puntos de la artista japonesa Yajoi Kusama cubren la tienda de Louis Vuitton en Nueva York.
Una obra del grafitero francés JR forma que parte de la segunda fase de la remodelación del High Line de Chelsea, en Nueva York.
Century 21, ropa de marca rebajada junto a la Zona Cero.
Terraza del Pier 16 de Manhattan.
Memorial de la Zona Cero, en Manhattan.
Wendy, instalación arquitectónica del equipo HWKN en el PS1 de Queens.
Un 'David' en el Meatpacking District.
Instalación de Tomás Saraceno en la azotea del Metropolitan.
Zona de parque recién remodelada del Dumbo, en Brooklyn, con vistas a Manhattan.
Instalación en las ventanas del High Line para que los transeúntes no vean el interior de la vivienda.
Williamsburg, en Brooklyn, se ha convertido en un museo público de grafiti.
Bar Delmano Hotel, en Williamsburg (Brooklyn).
La zona de Dumbo, en Brooklyn, con vistas al perfil arquitectónico de Manhattan.
Restaurante Vinegar Hill House, en Dumbo.
Rascacielos de Frank Gehry inaugurado en la calle Spruce en 2011.
Vista del río Hudson desde una habitación del Hotel Standard.
Tienda de Apple en la calle Prince.
La bicicleta, un medio de transporte en auge en Manhattan.
Fonda Nolita, en el 627 de Elizabeth Street.
Stock Vintage, una tienda de ropa para hombre junto a Union Square, en Manhattan.

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