martes, 31 de julio de 2012

EL MÁS GRANDE

Phelps está en la gloria
Con 19 medallas, tras ganar el 4x200 libre, es el más laureado en los Juegos al superar a la gimnasta Latynina (18). Después de 11 años, el estadounidense pierde por primera vez una final de 200 metros mariposa (plata), superado por el sudafricano Le Clos por cinco centésimas.

Primero fue una medalla de plata en los 200m mariposa, la prueba que había dominado con puño de hierro desde 2001. Y luego una de oro en los 4x200 libre con el equipo de relevos de Estados Unidos. Dos metales para entrar en el olimpo, en la leyenda de los mejores deportistas de todos los tiempos con 19 medallas olímpicas.
Cinco, solo cinco centésimas separaron a Michael Phelps de su reino, perdido definitivamente en la última brazada de los 200 metros mariposa. Cinco centésimas separaron al mejor nadador de todos los tiempos de su meta, un objetivo que en su plenitud jamás habría dejado escapar. Si por algo se caracterizó el estadounidense fue por sus llegadas furiosas, por su deseo febril de victoria, por su carácter, capaz de impulsarle más allá del dolor, más allá de la asfixia. En su esplendor no habría permitido que un adversario le arrebatara una carrera como la que le ganó el sudafricano Chad le Clos, de 20 años, con el cuarto mejor tiempo de la historia. El cronómetro se detuvo en 1m 52,96s. También se paró el tiempo. Concluyó la época de Phelps y comenzó otra. Once años de dominio acabaron por cinco centésimas.
A Phelps se le quedó corta la última brazada y en lugar de tocar la placa se estiró en el agua inútilmente, como si cayera al vacío. Un error de ritmo le valió perder la oportunidad de convertirse en el primer nadador en la historia en conquistar tres veces consecutivas el oro olímpico en una prueba. A sus 27 años da toda la impresión de haber perdido el fuego competitivo. Dijo que vino a los Juegos a divertirse, pero para un hombre que hizo del esfuerzo y el éxito una vocación, someterse a una sucesión de decepciones deportivas debe resultar irritante. El americano supo el resultado antes de mirar el panel. Se giró, se quitó el gorro y lo arrojó con rabia. Si había una prueba en la que Phelps podía encontrarse cómodo eran los 200 mariposa.

La infancia suele ser una estación más desagradable de lo que se cree. A Michael Phelps le diagnosticaron un síndrome de déficit de atención. Hasta que sus hermanas se lo llevaron a la piscina, se comportaba un chico ansioso que sufría episodios de angustia. Él confiesa que encerrado en ese cubo de cemento cubierto de agua comenzó a encontrar la paz, abstraído en las circunstancias de las rutinas del nadador. La posición de una mano, el ángulo del torso respecto a la superficie, o el cronómetro le liberaban de tensiones. Los 200 metros mariposa se convirtieron en su primera prueba fetiche. A partir de esta especialidad comenzó a construir su reino en los Juegos de Sidney 2000, donde quedó quinto en una final que anunciaba el advenimiento de algo grandioso.
Desde el 30 de marzo de 2001 Phelps batió ocho veces el récord mundial de esta prueba. Le recortó tres segundos. Comenzó por bajar de 1m55,18s, la marca de Malchow, y acabó por establecerlo en 1m51,51s, con la ayuda de un bañador de goma en los Mundiales de Roma de 2009. Nadie se le impuso en esta distancia en una gran competición durante esta etapa. La ganó en Mundiales y en Juegos. Fue su territorio. El espacio que dominaba con autoridad indiscutible. Más allá de todas las inseguridades que le generó su falta de entrenamiento en los últimos años, Phelps se aferró a los 200 mariposa como quien se agarra al último bastión de su carrera en activo. Su derrota en Londres despeja las dudas sobre su estado de forma y, sobre todo, sobre su agotamiento psicológico. Nadie ha hecho lo que ha hecho Phelps durante una etapa tan prolongada. Nadie ha incursionado hasta los 27 años después de cosechar 16 medallas olímpicas con la intención de conseguir más. Mientras le colgaban la plata sonreía. Como si, por fin, aplacada la frustración, se hubiera quitado un peso de encima.

Y luego llegó el oro en los relevos. Estados Unidos se adueñó de la piscina como en los viejos tiempos para recuperar la autoridad perdida en un mundo cambiante y plural. Lo hizo a lo grande en la final del relevo de 4x200, una prueba que ha conquistado tres veces en los últimos cuatro Juegos. Se midió con su mejor batallón disponible, con Ryan Lochte nadando el primero, para abrir hueco, y Michael Phelps el último, para asegurar el título. La distancia media se ajustaba mejor a las figuras que las pruebas cortas y sólo Francia, con el prodigioso Yannick Agnel, consiguió apretar a los americanos hasta la última pared. Alemania se hundió en entre los 400 y los 600 metros. Australia dejó de ser una amenaza a los 400 metros, y a los 600 metros emergió China para alcanzar el bronce arrastrada por Sun Yang.

A Phelps le gusta tanto competir que está dispuesto a someterse al fracaso con tal de poder entablar una disputa. Los Juegos le están exhibiendo con un cuerpo cansado, pero, a sus 27 años, no ha perdido el atrevimiento. No ha venido a Londres para demostrar que es el mejor, porque eso ya lo hizo hace años. Ha venido a medirse a los mejores. Y el mejor en Inglaterra es Yannick Agnel. El francés es un nadador versátil, elegante, joven, y enérgico en su envoltorio de largos miembros de músculos finos. Agnel salió a cazar el oro a un territorio a donde la mayoría habría visto una empresa inabordable. Sus 200 metros finales resultaron memorables. Le dieron vida a la carrera y recordaron que la natación francesa se ha ganado un puesto de consideración. Su tiempo, 1m43,24s fue el mejor de todas las postas. Estuvo a punto de poner a Phelps en verdaderos problemas pero al hombre de Baltimore le quedaba suficiente energía como para nadar su parte en 1m44,05s y meter el oro en caja fuerte. Y para entrar en la eternidad.
London 2012 Olympics- Men's 4x100 Freestyle Swimming Relay

UNA MISA DE DUELO Y UNA COMPETICIÓN DE NATACIÓN

La semana pasada murió una tía muy querida, Pilín, realmente el núcleo social de mi familia en Tenerife, el centro de mis tíos y tías, de todos mis primos y mis parientes, la tía que todo el mundo quiere, dentro y fuera de la familia. Pues esta tarde se celebraba la misa de duelo y allí volvimos a reunirnos familia y amigos, los cercanos, los menos, los que viven fuera y han venido -como mi tía Mª Nieves y mi prima Fernanda- (parte de mi familia de Las Palmas, por los que siento un afecto especial por muchas cosas). No entiendo las misas de duelo, pues vuelve a revivirse la tristeza de la muerte, los abrazos de dolor, los lloros; y, aunque para la generación de nuestros padres es algo natural, no deja de ser un acto un poco masoquista. Lo bueno es que podemos volver a ver a muchas de las personas que, por una cosa u otra, no forman parte de nuestro círculo y esto siempre aporta alegría compensatoria. La misa, absurda como siempre, tópica y con un cura cursi empeñado en echar a los allí presentes del recinto con las palabras: ...y como ya es costumbre templo, el pésame se dará fuera del templo, o sea, ¡váyanse coño! En fin, con la Iglesia hemos topado.
Salida del acto, más vida social, besos, abrazos, preguntas, respuestas, más besos, más abrazos, despedida y cierre. Mi familia a casa unos, al aeropuerto otras; mis amigos a su vida y mi mis perras en casa esperando mi llegada, por lo que después de un rato sociabilizando me monto en la moto y ¡a casa! Allí me esperaban Augusta y Octavia en el jardín y la competición de 4x100 libres en el televisor.
La verdad es que me encantan las Olimpiadas, me reconcilia con el deporte. Mi preferido es la natación, de siempre, y las últimas pruebas han sido realmente emocionantes; lo que me pasa con la ópera en esas tres horas me pasa también en esta competiciones, donde por un momento me evado completamente de lo que me rodea. Mañana más.

APOYO Y AMENAZAS

Terremoto: el rap sale del armario
Frank Ocean rompe un tabú en el mundo del ‘hip-hop’ al evocar su historia de amor con un hombre. El artista ha recibido mensajes de apoyo y amenazas de muerte.
Daniel Verdú Madrid 31 JUL 2012 - 00:01 CET
 
Hasta hace un par de semanas, ser gay en el mundo del hip-hop—y sus aledaños de la música negra— era como en España salir del armario en el toreo. Nadie sabe, nadie dice. Y mejor no bromear con el asunto porque quizás uno se lleva un disgusto.
Pero Frank Ocean, de 24 años, que sería al género R&B lo que El Juli o Morante de la Puebla a la lidia, se ha cargado el frasco de las esencias. Si tenemos en cuenta que dos de cada 10 canciones de la historia del rap contienen algún insulto a los homosexuales, que un rapero que se precie debe pasar por castigador de mujeres y que en el rollo pandillero no está bien visto enamorarse de los colegas, Ocean lo tenía crudo. Eligió escribirlo. No en sus letras, en cuyo último disco (sí, el lanzamiento de Channel orange y el anuncio están sospechosamente cercos) podían dar alguna pista, sino en una hermosa carta publicada en la red social Tumblr donde contaba la primera vez que se enamoró de un chico, con 19 años. Aquella historia no llegó a casi nada, pero Ocean (que asegura que es bisexual) empezó una transformación personal que se ha convertido ya en la avanzada de una pequeña revolución pública. “Quería levantarme sin ese nudo en el estómago”, ha declarado.
“Pasamos ese verano y el siguiente juntos. Casi cada día. Y el tiempo que estábamos juntos corría tan rápido… La mayoría del tiempo le miraba, a él y a su sonrisa. Oía sus palabras y sus silencios… hasta que era la hora de dormir. Dormir era algo que solía compartir con él […], nunca te olvidaré. Nunca olvidaré aquel verano. Recordaré quién era cuando te conocí. Recordaré quién eres y cómo ambos cambiamos y seguimos siendo los mismos”. Este es un fragmento de la carta que escribió mientras volaba de su casa en Nueva Orleans hasta Los Ángeles, donde reside y comparte trayectoria artística con el colectivo Odd Future (conocido, entre otras cosas, por sus salvajadas sobre el escenario y sus letras homófobas). La intimidad de la misiva desemboca en la destrucción de los secretos y la nueva libertad de su autor.
Con Ocean vuela por los aires una de esas irreconciliables y aparentes contradicciones con las que a veces convive la cultura popular. La misma que pulverizó Omar Little, aquel maravilloso Robin Hood homosexual que desde la serie The Wire demostró al mundo que se podía ser temible en el barrio más chungo de Baltimore y estar enamorado de un hombre. Claro que a Ocean, nacido en Long Beach (California) hace 24 años, le ha ayudado ser amigo de Kanye West o Jay Z, los tipos más poderosos de la industria del hip-hop. O componer para Beyoncé. O que su compañero de generación Kendrick Lamar dijera eso de “me importa una mierda”. La mayoría ha salido en tromba a defenderle. Pero también ha recibido en su Twitter centenares de amenazas diarias desde su anuncio. “El mal existe, también el extremismo. Alguien podría cometer un crimen contra mí… Pero también podrían hacerlo por ser negro. Así no podría salir de casa”, ha explicado a The Guardian.
Su declaración (probablemente bien planificada, la carta es de diciembre de 2011) se ha producido en medio de una pequeña oleada de cambio de actitud en Estados Unidos. Pocos días antes, el presentador Anderson Cooper, una de las grandes estrellas de la CNN, también descubrió su inclinación sexual. Hace unos meses, el propio Jay Z, Russel Simmons (fundador de Def Jam, sello de referencia del género) y otras figuras respaldaron al presidente Barack Obama después de que este anunciase su apoyo al matrimonio homosexual. Hasta 50 Cent, el último raperoal que uno atribuiría ninguna empatía filogay, se ha puesto de su lado. “Cualquier persona que tenga un problema con Frank Ocean es un idiota”, soltó en MTV. “Es un artista de gran talento. Me importan un bledo sus preferencias personales en el dormitorio”. Para 50 Cent, si Obama está a favor del matrimonio gay, por qué no lo va a estar él. La postura del presidente de EE UU ha sido definitiva para que la América negra se deshiciera en los últimos tiempos de unos prejuicios tan del siglo XX.
Al mismo tiempo, las nuevas estrellas del R&B comparten una cierta inclinación por hablar de sentimientos, soledad y desengaño. Todo con un toque emo que hace algunos años hubiera sido propio de, simplemente, rap para nenazas. Drake, The Weeknd o el propio Kanye West, con su álbum 808 and Heartbrakes, han ampliado el espectro temático de unas letras hasta ahora muy anquilosadas en los estereotipos heterosexuales más simplones. El álbum de West (el primer rapero metrosexual interesado en la moda y el diseño de muebles, podría decirse) marca un punto de inflexión a partir del que las canciones comienzan a ser lamentos amorosos, casi lacrimógenos, y hablan del corazón más que de la pasta y las “zorras” de traseros prominentes. Eso sí, a todos les ha costado en algún momento que les llamaran “maricones”.
Curiosamente, uno de los raperos que más utiliza la palabra faggot (maricón) en sus letras es Tyler the Creator, compañero y amigo de Ocean en Odd Future. En medio de la imparable oleada de apoyos y muy a su manera, también se ha subido al carro en Twitter: “Mi gran hermano al final jodidamente lo hizo. Estoy orgulloso de ese negro porque sé que esa mierda es difícil o lo que sea”. Esto no quiere decir que aquí termine la homofobia en el rap. Entre otras cosas, porque Ocean es más un cantante de hermosa voz que un MC de afiladas rimas. Pero existe una incipiente escena underground en Nueva York, el queer rap, que ha unido abiertamente la homosexualidad con el género. Es cierto que quizá de una forma más militante que normalizada. Cuando dos o tres de esos nombres emerjan a la superficie comercial, se podrá hablar ya del gran cambio generacional.
Frank Ocean, *No church in the wild.
*Swim good.

EL ENTIERRO FELIZ

¿Has visto alguna foto de un grupo de amigos o familiares al salir de un entierro sonrientes y felices? No, claro, las circunstancias mandan y lo propio es salir serio. Aquí en España parece que el Gobierno está constantemente de boda; todos felices, sonrientes, exultantes, como si "la que está cayendo" no les mojase también a ellos, tanto al salir de una reunión como mientras se aplauden en el Congreso. ¿Dónde se ha ido la mujer del César?

lunes, 30 de julio de 2012

SAMSARA

Una película que deja sin palabras
'Samsara' es la nueva entrega del director de fotografía de 'Koyaanisqatsi'. Se trata de un filme sin palabras rodado en 70 mm en 25 países del mundo.
Manuel Cuéllar Madrid 30 JUL 2012 - 01:02 CET
 
No lo dude ni un segundo y vea este vídeo en su versión de pantalla completa. No se arrepentirá. Se trata del tráiler de la película Samsara, la vuelta a las pantallas del director, también de fotografía, Ron Fricke después de casi 20 años de ausencia. Fricke fue uno de los directores de fotografía pioneros en el llamado cine minimalista. Él firmó la imagen de aquella mítica película de 1982 titulada Koyaanisqatsi dirigida por Godfrey Reggio y que contaba, además, con la maravillosa banda sonora de Philip Glass. Ese fue su primer acercamiento al cine plagado de imágenes a cámara lenta y con la técnica del timelapse. Su última película antes de Samsara se tituló Baraka y data de 1992.
Samsara, al igual que Koyaanisqatsi se vale únicamente de las imágenes y la música para crear un poema visual en el que no se utiliza ni una sola palabra. Bastan las impactantes tomas realizadas con una cámara de 70mm (el doble de lo habitual), durante un periodo de al menos cinco años y en 25 países de todo el mundo, para que el mensaje que Fricke quiere trasladar quede claro. Samsara, significa en sánscrito, la antigua lengua de los brahmanes, “la imparable rueda de la vida”. No hay más que explicar.
La película se estrenará el próximo día 24 en Estados Unidos, pero en su página web se puede ver un extenso calendario en otros lugares de Europa.

¡QUE VIENE EL COCO!

¿Cuántas veces tuvimos que escuchar lo progresista que era Gallardón dentro de las filas del PP? Pues aquí lo tenemos, un lobo con piel de cordero; por lo menos a Esperanza Aguirre se la ve venir, pero éste engaña...

El riesgo psicológico de Gallardón
Por: Charo Nogueira. 30 de julio de 2012
 
"Lo más progresista" que iba a hacer en la vida, decía el ministro de Justicia. Un progresismo que ha ido en aumento hasta apuntar que ni siquiera la malformación del feto será un supuesto para abortar. Después de que el charco que pisa desde hace meses haya enlodado a diestro y siniestro, Alberto Ruiz-Gallardón trata de recuperar ahora la iniciativa con otra propuesta contestada: para abortar -bajo tutela médica, no vaya a ser que las mujeres puedan decidir solas, como ahora- solo se podrá aducir el daño psicológico. Incluso en caso de violación habrá que argumentar este riesgo psicológico. Si no fuera porque no tiene ninguna gracia, sonaría a broma: ¿No es bastante agresión, para el cuerpo y el alma, una violación como para tener que aducir "riesgo psicológico" cuando una mujer se queda embarazada de su violador? Además de ser víctimas de un delito tan grave, las agredidas deberán argumentar daño psicológico, aunque finalmente serán ellas quienes decidan:

-Buenos días, me han violado y estoy embarazada, así que tengo un daño psicológico que me lleva a abortar.
-Hum, vamos a ver.

Desde La Moncloa han dado un toque al ministro de Justicia para que recoja velas, según fuentes populares. Porque no todo el partido respalda sus planteamientos, aunque la divergencia se lave en casa, como los trapos sucios. Y las encuestas ya le dan un buen coscorrón incluso por parte de sus votantes: se ha convertido en el quinto peor valorado, con un desplome espectacular. Ni siquiera sus votantes respaldan su planteamiento de impedir la interrupción voluntaria en caso de malformación: el 65% lo rechaza, una proporción similar de oposición muestran quienes se declaran católicos.
Ayer domingo, algunas de las más de 200 personas que se manifestaron en Madrid contra el recorte del aborto se quitaban treinta años de encima al retomar lemas que, durante décadas, cayeron en el olvido: "Nosotras parimos, nosotras decidimos", "fuera el aborto del Código Penal". Como si fuera el túnel del tiempo. Pero no lo era. Y había quien se preguntaba por qué, ahora que las cosas van tan mal, se echa leña a este fuego. Quizá habían leído antes a Soledad Gallego-Díaz. "Misógino" era el calificativo más suave que se escuchaba a sobre Ruiz-Gallardón.
El ministro de Justicia, al que Moncloa encargó la reforma del aborto -una cuestión que había estado en manos de Sanidad en la reforma de 2010 que lo convirtió en un derecho en las primeras 14 semanas, lo que permitía realizarlo sin aducir motivos y sin tutela más allá de recoger un sobre informativo y dejar pasar tres días para reflexionar- ha variado sus planteamientos sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Tras estrenarse con aquello de que el cambio sería "lo más progresista", empezó a dar pasos en sentido contrario, con el aplauso de las organizaciones antiaborto. Y a hacerse un lío: denunció "la violencia estructural" que, según él, sufren muchas mujeres por el embarazo; luego aseguró, en línea con el nalcionalcatolicismo, que "la libertad de las mujeres es la que hace a las mujeres auténticamente mujeres"... Y ahora, tras haberse opuesto al aborto en caso de malformación del feto, apuesta por el daño psicológico a tutiplén. ¿Cómo van a poder abortar las mujeres solo porque quieran?
El planteamiento del programa electoral era vago: "Cambiaremos el modelo de la actual regulación sobre el aborto para reforzar la protección del derecho a la vida, así como de las menores". Esto comenzó a traducirse en eliminar la posibilidad de que las jóvenes de 16 a 18 años aborten sin conocimiento paterno y por una probable vuelta a un sistema de supuestos. Y miren por dónde vamos. ¿El progresismo era esto?

JOYAS MUSICALES

Antony and the Johnsons, *Thank you for your love.

CALL ME MAYBE

(Olimpic Swim Team 2012)
(Harvard Baseball Team 2012)
Carly Rae Jepsen, *Call me maybe.
‘Call me maybe’, versión Phelps y Lochte
El equipo olímpico de natación de EE UU realiza un 'playback' del éxito de Carly Rae Jepsen. El vídeo ha recibido cerca de tres millones de visitas en YouTube.
El País Madrid 30 JUL 2012 - 16:53 CET
 
Es la tendencia musical de la temporada en las redes sociales: grabar con los amigos una versión del vídeo del incombustibe éxito de la cantante canadiense Carly Rae Jepsen Call me maybe y colgarla a Internet. Los últimos en apuntarse a la moda han sido los integrantes del equipo olímpico de natación de Estados Unidos. Sí, incluidas sus dos superestrellas, los íntimos amigos y rivales Ryan Lochte y Michael Phelps, que realizan sendos cameos estelares. La idea ha sido de las nadadoras Kathleen Hersey, Alyssa Anderson y Caitlin Leverenz, que han ejercido de directora, productora y productora ejecutiva de la cinta, respectivamente. El clip ya ha recibido cerca de tres millones de visitas en YouTube.
Antes que ellos, infinidad de celebridades y personajes anónimos han perpetrado sus versiones, con desiguales resultados. Las de James Franco y Katy Perry, por ejemplo, son pretendidamente amateurs. La de Justin Bieber y Selena Gómez, decididamente más pro. Casi tanto como las que realizaron las concursantes de Miss Estados Unidos (con la inestimable ayuda de Donald Trump) y los descamisados y musculados modelos de la marca Abercrombie & Fitch. También el presidente Barack Obama ha participado involuntariamente de la tendencia gracias a este elaborado montaje de la canción de marras.
En España, una de las versiones más celebradas ha sido la de los actores Carlos Calvo, Angy, Javier Ambrossi, David Castillo y el realizador Brays Efe, entre otros. Y hasta la redacción de la revista femenina Telva se ha animado. Hoy han presentado un avance del clip que colgarán mañana. Promete.

UN MISTERIO

Después de un largo fin de semana sin iPhone -simplemente dejó de encenderse-, llego a casa anoche y me  lo encuentro encendido sobre el poyo de la cocina. No entiendo nada. Ahora, eso sí, he tenido que configurarlo de nuevo, he perdido muchos teléfonos, grupos de whatsapp, etc. Creo que tengo una copia de seguridad en el ordenador de Pablo en Gran Canaria, así que intentaré recuperar allí lo perdido. Si al final todo resulta bien deberé decir I ♥ APPLE y mi próximo portátil será un MAC, sin duda.

EMOCIONANTE 4X100M

NATACIÓN
AGNEL TUMBA A LOCHTE Y PHELPS EN EL 4X100M
Una genial última posta del francés en los relevos abruma a Lochte y devora la ventaja que había logrado Phelps en la segunda (más de siete décimas).
Francia, oro por delante de EEUU.
Agnel es la gloria de Francia
La aparición prodigiosa de este nadador, de que se presuponía más fondista que eléctrico, bate a Lochte en el último relevo de los 4x100 y a Estados Unidos por extensión.
Diego Torres Londres 29 JUL 2012 - 23:59 CET

Las miradas se dirigieron hacia Gregg Troy. El responsable del equipo masculino de natación estadounidense movió el espeso bigote y habló con voz nasal: “Quizá estemos ante la mayor reunión de relevistas de todos los tiempos”. No le faltaba razón. La final de relevos de 4x100 se presentó como el gran acontecimiento de la piscina olímpica en la segunda jornada de competición. Un combate entre potencias que, como avisó Troy, no se limitaría al clásico del Pacífico, ese duelo entre Estados Unidos y Australia del que la prensa de ambos países no dejaba de hablar desde hacía meses. Había más. Señales amenazantes provenientes de Francia y Rusia. Nadadores jóvenes, sin apenas recorrido en la prueba, pero con un potencial desconocido que podía manifestarse inesperadamente para coger por sorpresa a los equipos con mayor tradición.
Yannick Agnel, un flaco de 20 años, de más de dos metros, fue el elemento inesperado. Poco se sabía de las cualidades de este nadador para las pruebas de velocidad. No cabían dudas sobre sus condiciones para el fondo. Poseía el récord francés de 400 y 200 libre. Pero de sus incursiones en los 100 metros habían pocos registros, aparte de la notable marca que consiguió este año en Dunquerque: 48,02 segundos. Como dijo Troy, algo se estaba moviendo en la vieja Europa.
Agnel fue el hombre de la final. El héroe, la aparición fulgurante que destrozó la prodigiosa arremetida de Estados Unidos en el primer tercio de la prueba, cuando amenazó el récord del mundo. No hubo noticias de Australia y su colección de figuras, ni mucho menos de James Magnussen, que ostentaba la mejor marca de siempre con bañador textil (47,10 segundos). Magnussen fue el encargado de abrir la carrera a modo de mensaje intimidatorio. Su misión fue abrir brecha. Pero Nathan Adrian, corchera con corchera, no le cedió ni un centímetro. Al contrario, entregó la cabeza de la carrera a Michael Phelps, que se encargó de la segunda posta. Phelps se redimió de su accidentado primer día con un despliegue de grandeza. Cubrió su parte en 47,15s, un tiempo formidable, y aseguró medio oro para Estados Unidos. El velocista negro, Cullen Jones, hizo un buen trabajo para aumentar la ventaja. Australia parecía hundida. Pero se avecinaban Rusia y Francia.
Fabien Gilot, Clement Lefert y Yannick Agnel sucedieron al veterano Amaury Leveaux. Leveaux y Gilot eran los únicos supervivientes de la desventura de Pekín. En los últimos Juegos, los estadounidenses arrebataron el oro a los franceses por una pulgada, atacándoles desde atrás, contra las previsiones, que situaban al conjunto europeo en lo más alto del podio. Ayer se invirtió la situación. Estados Unidos lideró la carrera y los franceses entablaron la persecución. Antes Francia debió poner en escena otro equipo espléndido. No es sencillo. La construcción de un gran relevo es la prueba más clara de que la natación de un país goza de una salud excelente. Su mejor exponente fue el secreto Agnel, el chico pálido y sonriente al que nadie consideraba. Venía de clasificarse con una buena marca para la final de 200 libre. Había hecho un esfuerzo tremendo. Pero se recuperó en cuarenta minutos y le bastó para poner a Francia en la gloria con una actuación fabulosa. Nadó el último 100 en 46,74s. Fue el único competidor en bajar de 48. Lo hizo ante Ryan Lochte, el hombre más en forma de Estados Unidos, que también venía de nadar las semifinales de 200 libre. Con 28 años, le debió resultar difícil recuperarse. La velocidad que le imprimió su adversario en el último 50 expuso su debilidad.
Troy eligió a Lochte, su pupilo en Florida, en una decisión que generó controversia en el entorno de Estados Unidos. Tuvo un tufillo a favoritismo. No faltaban otras opciones, en cualquier caso: Jimmy Felgen y Matt Grevers habían nadado por debajo de 49 segundos este año. A Lochte le cuesta cada vez más bajar de los 49. Sólo lo había conseguido una vez este año, en los ‘trials’ (48,91s). No es un especialista y su equipo lo pagó con una plata que sabe a fracaso para un país que no admite la derrota.
El mérito fue de Agnel, el temor justificado de Troy, que no dio tregua su nadador. Salió del viraje y, cuando la mayoría se entrega, a las dos patadas de delfín de Lochte el francés respondió con una progresión lenta y tenaz. Le atrapó cuando faltaban unos metros para la meta. En pleno griterío de público y nadadores eufóricos y espantados. Los espantados fueron Phelps y sus compañeros, de pie sobre la plataforma de la piscina, incrédulos. Los dichosos fueron los franceses que se colgaron un oro largamente buscado, el primero de relevos que consiguen en su historia.

GALLARDÓN, SIGLO XII

La única certidumbre
Gallardón parece ignorar la principal obligación en tiempos de guerra o grave crisis: no aumentar el sufrimiento.
Soledad Gallego-Díaz 29 JUL 2012 - 00:00 CET
 
El problema con Alberto Ruiz-Gallardón desde que es ministro de Justicia es que puede provocar la parálisis en quienes le escuchan. El pasmo, la suspensión o pérdida de los sentidos están causados, fundamentalmente, por la dificultad para encontrar el adjetivo que mejor le cuadra a él y a sus declaraciones. Las últimas, anunciando su intención de modificar la ley para impedir que las mujeres puedan interrumpir su embarazo cuando se detectan malformaciones en el feto, es decir, una de las pocas cosas en las que seguramente están de acuerdo el 90% de los españoles, reducen todavía más el campo de elección.
Si no fuera por las graves consecuencias que podría acarrear su anuncio y su actitud, se podría cerrar el debate sobre Ruiz-Gallardón recurriendo a una expresión inglesa muy gráfica: “scatterbrained”, donde “scatter” significa derramar, y “brain”, cerebro, y que suele acompañar a personas atolondradas, con poco crédito. En el campo político, quizá podría calificar a quienes se deslizan por un tobogán de irrelevancia.
Cabe la posibilidad de que Gallardón crea una de estas dos cosas: que su futuro político, y su expresa aspiración a sustituir un día a Mariano Rajoy, pasa por conectar con la derecha religiosa más reaccionaria, lo que abundaría en su condición de atolondrado o de “scatterbrained”, o que crea estar echándole un capote al presidente del Gobierno, distrayendo la atención de los ciudadanos de la grave situación económica que padecen, lo que tampoco sería síntoma de gran clarividencia. Porque es muy difícil que los ciudadanos dejen de tener presente en el día a día que la crisis ha llevado a más de cinco millones y medio de españoles al paro y que se anuncia otro millón más. Difícil que no se espanten ante la noticia de que más del 50% de los jóvenes españoles no tienen empleo y no podrán conseguirlo en mucho tiempo.
Por mucho que la atención política esté centrada en la prima de riesgo, en las reacciones del Banco Central Europeo o en la marcha de la Bolsa, y por mucho que se realicen maniobras de distracción, la realidad es que la atención pública sigue centrada en la angustia que producen unas cifras de paro que continúan subiendo y para las que el Gobierno no es capaz de ofrecer el menor alivio.
Las grandes crisis de empleo son como las guerras. Y como cuenta el historiador y periodista sueco Peter Englund en su último libro, en el que recoge el testimonio de una veintena de vidas anónimas que padecieron la I Gran Guerra: “Dos de esos veinte cayeron en combates, dos fueron prisioneros, dos fueron héroes homenajeados y dos acabaron siendo físicamente unas piltrafas. Uno perdió literalmente la razón. Otro no oyó ni un solo disparo. Pero a todos les unió el hecho de que a cada uno de ellos se les robó algo, la juventud, la esperanza...”. Las grandes crisis de paro masivo terminan también robándole algo valioso a todo el mundo: la humanidad.
En las guerras, explica Englund (como en las grandes crisis económicas, se podría decir hoy), la información existe, pero es casi siempre insuficiente, “lo que hace que haya que recurrir a conjeturas, figuraciones, ideas fijas (…), rumores”. La característica de una guerra es que uno no sabe lo que está pasando y que no tiene idea de lo que va a pasar la semana o el mes siguiente. La incertidumbre. Es asombroso que una sociedad tan sofisticada como la actual esté experimentando esa misma atroz sensación de incertidumbre. Que en un mundo tan aparentemente complejo y refinado como la sociedad occidental, cunda la misma imposibilidad de que exista “una firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor de errar”.
Quizá la única certidumbre que podemos tener los seres humanos en épocas como esta es precisamente que existe la obligación de no contribuir a aumentar el dolor, eso que parece despreciar con tanto desdén y tanta frivolidad nuestro ministro de Justicia.

EN TIEMPOS DIFÍCILES

A esto le llaman humanidad
Jamás pensé que el mundo se me volvería tan incomprensible. Como una niña con asignaturas suspensas, me volveré a presentar en septiembre
Elvira Lindo 29 JUL 2012 - 00:01 CET
 
Los tiempos difíciles animan a la trascendencia, a la rotundidad. Los tiempos difíciles provocan artículos que nos quieren resumir el mundo: las 10 razones por las que hemos llegado hasta aquí; las 10 causas del hundimiento de la economía; las 10 medidas urgentes que se deberían tomar; los 10 fallos de la democracia española; las 10 mentiras que todos nos creímos; los diez motivos por los que el euro es inviable o los diez motivos por los que hay que salvar el euro. Por alguna razón, la contundencia tiende a casar sus argumentos con un número redondo, ese 10 que contiene la explicación del universo. Pero no. No me lo creo. La deriva de un país no es resumible. Menos ahora, con tan poca perspectiva. Solo las mentes conspirativas encuentran 10 razones en las que están incluidos el análisis y la solución. Pero suele ocurrir que los tiempos difíciles son el hábitat natural de dichas mentes dado que hay un público que desesperadamente desea que alguien les pase a limpio en 10 puntos aquello que no consigue entender.
Lo comprendo. Yo también quiero encontrar ese artículo que sea como un Santo Grial, una guía, porque confieso que no entiendo este presente en el que nos ha tocado vivir. Y he debido de ser muy torpe, porque tampoco me esperaba este fatal desenlace. Hay quien atribuye la situación exclusivamente a los mercados y a la codicia financiera, otros incluyen el sistema autonómico; unos, a que vivíamos por encima de nuestras posibilidades y otros a que la clase dirigente vivía por encima de nuestras posibilidades; unos, hablan de responsabilidad colectiva, otros, señalan nombres y apellidos de los responsables. Sea como sea, los expertos suelen ordenar sus explicaciones en 10 apartados. Todo es ponerse.
Esta semana he encontrado varias razones para el desconsuelo, pero no estoy de humor como para cuadrarlas en 10 puntos: son suficientemente poderosas, no es necesario andarse con amaneramientos columnistiles. Tampoco pretendo ser original al citarlas, ni voy a fingir que he visto aquello en lo que los demás no habían reparado. Al contrario, me dispongo a recordar titulares que la actualidad nos ha arrojado y que a usted, probablemente, también le han quitado el sueño. O casi. Porque lo persistente de esta penosa situación de la que nuestros dirigentes no saben salir ha acabado robándonos horas de sueño hasta a aquellos que tenemos un espíritu animoso.
En la prensa, que hay que leer en estos días previa ingestión de un lexatín, convivían noticias que se daban de tortas. Por un lado, los pingües beneficios del negocio de la enseñanza privada, cuyos colegios concertados (mayoritariamente religiosos) están generosamente subvencionados por el Estado, o por decirlo de otra manera, subvencionados, entre otros, por aquellos que sufren los recortes en la escuela pública. Sin salir de la sección de “Sociedad” (la sección del momento), nos encontrábamos también con que se acabó la gratuidad en la vacuna del neumococo. De nada ha servido que los pediatras adviertan que saldrá más caro afrontar las infecciones que su ausencia provocará en bebés no vacunados. Que los padres se paguen sus “mamandurrias”, como diría esa creadora de lenguaje que es Esperanza Aguirre. Y, por último, de los niños y bebés retrocedíamos esta semana al embrión, asunto que ha llevado al ministro de justicia a meterse en un jardín más frondoso de lo que imaginaba. Dicen que, dada la falta de popularidad que acusa estos días el Gobierno, el ministro trataba de recuperar el apoyo de su bancada. Para ello, anunciaba una insólita revisión de la ley del aborto, que criminalizaría incluso a las mujeres que hubieran de abortar por una seria malformación del feto. No sé si esperaba el exalcalde desayunarse con un artículo como el que escribió el doctor Esparza, neurocirujano infantil, Nadie tiene derecho a obligar al sufrimiento, pero las razones de Esparza eran tan demoledoras contra las de Gallardón que es posible que este último, aun siendo un viejo zorro de la política, no aguantara un debate público con un profesional que ha convivido durante años con niños abocados a una vida desgraciada.
Lo que tengo claro es que no se debe permitir que el lenguaje se pervierta de tan cínica manera: ¿por qué dejar que se llame “humanidad” a lo que sin duda es exactamente lo contrario? Y, menos aún, en momentos como estos en los que el Gobierno está arrebatando derechos a los más débiles. Y esta vez no me refiero a funcionarios, ni a mineros, ni a los sufridores de futuros ERE. Permítanme que solo me centre en estas tres noticias, recortes en la educación pública y ganancias en la privada, retirada de atención médica a bebés, criminalización de mujeres que no quieren traer al mundo a una criatura sufriente. Me centro en estos tres titulares que afectan a los niños. Tres noticias que contienen la política de quien nos gobierna. No necesito analizarlas, solo las repito, para que no caigan en el olvido.
En tiempos difíciles el mundo se llena de mentes preclaras que entienden la naturaleza de todo lo que ocurre. Enhorabuena. Yo jamás pensé que el mundo se me volvería tan incomprensible. Como una niña con asignaturas suspensas, me volveré a presentar en septiembre.

sábado, 28 de julio de 2012

ES CIERTA

Vi esta portada del periódico EL MUNDO del año 2010 (10 de enero) y pensé que era un montaje. Entré en la hemeroteca de la punlicación y voilá, era cierta.