sábado, 23 de junio de 2012

RÍO+20

Ganó la burocracia, perdió la Tierra
Los países participantes en Río+20 no encuentran calderilla para salvar el medio ambiente.
Juan Arias 20 JUN 2012 - 22:54 CET
 
Si tuviésemos que definir con un refrán bien castizo el resultado de la asamblea de la ONU de Río+20, que debía haber tomado medidas importantes para la defensa de nuestro planeta, podríamos recordar aquel que dice que "acabó como el rosario del aurora”.
Para los burócratas que prepararon el documento final que será ahora ratificado por los jefes de Estado y de Gobierno llegados de todo el mundo, ha sido “lo posible, no lo deseado”. Para científicos y ambientalistas, las conclusiones son “vagas y poco ambiciosas”. Para los más críticos: “un auténtico fracaso”.
No habiendo hasta el último momento consenso sobre “casi nada”, los diplomáticos responsables de redactar el texto, en el que, según ellos mismos, “todos encontrarán algo que no les guste”, prefirieron aplazar las decisiones concretas para más allá y llenar unas páginas de “buenas intenciones”. Por ello, quizás, la mejor definición de los resultados del tan esperado Río+20 es la acuñada por un periodista: “Ganó la burocracia, perdió la Tierra”. Para el secretario de Medio Ambiente del Estado de Rio y exministro de Medio Ambiente, Carlos Minc, el texto final aprobado supone el "suicidio planetario" ya que "no ha sabido defender ni aprobar la substitución de los combustibles fósiles por fuentes de energía renovables".
Los países pobres acusan a los países ricos, que hoy a su vez son los más empobrecidos por la crisis, de no querer comprometerse con el futuro, enfrascados como están con sus angustias de crecimiento y de insolvencias bancarias.
Hasta el pequeño fondo previsto de 30.000 millones de dólares para ayudar al desarrollo sostenible se quedó en el tintero. Los que ya han regalado a los bancos en un año más de un billón de dólares no encontraron esa calderilla para la salvación del medio ambiente.
Lo que no falta en Río+20 es una serie de contradicciones que lo convierten en una especie de Torre de Babel, donde cada una de las miles de ONG y de asociaciones ambientalistas propone las cosas más interesantes y disparatadas a la vez. Además de perplejidades y hasta provocaciones, desde las más folclóricas a las más serias: desde grupos de indígenas ocupando el banco BNDES, que subvenciona parte de la gran hidroeléctrica de Belo Monte, considerada una herida a la Amazonia, que hicieron correr despavoridos a los policías que intentaban impedir su manifestación lanzándoles flechas desde sus arcos coloridos, hasta 5.000 mujeres que desfilaron por Río semidesnudas para protestar por ser consideradas solo “pechos y culos".
Y contradicciones más serias, como la que propició el Vaticano al obligar a quitar del borrador de conclusiones las reivindicaciones femeninas. Ante ello, Mary Robinson, expresidenta de Irlanda y excomisaria de Derechos Humanos de la ONU, “católica practicante”, se preguntó: “¿Pero qué pueden saber los célibes sobre las mujeres?”.
Y la gran provocación final, llegada de la voz del científico Richard Lindzen, catedrático de Metereología del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), que llegó a afirmar en una entrevista al diario O Globo que “el movimiento ambiental es inmoral”. Lindzen niega que la Tierra se esté calentando más de lo normal. “Con el discurso ambientalista”, dice, “estamos negando a miles de millones de personas la posibilidad de tener acceso a la energía para vivir decentemente, impidiendo el desarrollo de los países más pobres”.
Más Torre de Babel, imposible.
Famosos del mundo, unidos por el ÁrticoEncabezados por Paul McCartney, Richard Branson y Penélope Cruz, varias celebridades aprovecharon la cumbre de Rio+20 para lanzar una campaña a favor del medioambiente.
Francho Barón Río de Janeiro 22 JUN 2012 - 10:57 CET
 
Mientras los líderes mundiales que asisten a la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Rio+20 dan rienda suelta a unos discursos que poco o nada aportan en la práctica a la sostenibilidad del planeta, decenas de celebridades de medio mundo, de la mano de la ONG Greenpeace, decidieron pasar a la acción y sacarles los colores a los gobernantes. La campaña #SalvaelArtico (#savetheartic) pretende reunir un millón de firmas y depositarlas dentro de una cápsula que quedará sumergida a 4 kilómetros de profundidad. Una “bandera por el futuro”, diseñada por jóvenes de todo el mundo, marcará las coordenadas exactas del punto donde se encuentre la cápsula.
Según Greenpeace, cada vez que uno de los firmantes mire al norte, “sabrá que su nombre estará permanentemente depositado bajo el Polo como demostración de su compromiso para salvar el Ártico y proteger el medio ambiente”.
Parte de la flor y nata de Hollywood ya ha suscrito la iniciativa, entre ellos nueves premios Oscar, 10 Golden Globe y cinco Grammy. En la lista también hay deportistas conocidos, músicos, científicos y grandes nombre del mundo corporativo. A saber: el exbeatle Paul McCartney, los actores Dev Patel y Robert Redford o el multimillonario Richard Branson, propietario de la aerolínea Virgin, entre otros. La representación española está compuesta por Penélope Cruz, Alejandro Sanz, Pedro Almodóvar, Javier Bardem y Miguel Barceló.
El lanzamiento de la campaña en Río de Janeiro, coincidió con el Ecuador de la Cumbre de la Tierra y estuvo personificada en Branson y la actriz neozelandesa Lucy Lawless, protagonista de Battlestar Galáctica y Xena, que se encuentra a la espera de una sentencia judicial en su país por haberse encadenado durante 72 horas a una plataforma petrolera de la compañía estadounidense Shell en alta mar paralizando su funcionamiento. Según Lawless, se da el caso de que esta empresa comenzará a perforar en próximos días en aguas profundas del Ártico yacimientos de hidrocarburos.
"Estoy aquí porque a las compañías petroleras no les importa el futuro de nuestros hijos, y el futuro del Ártico es el futuro del planeta... ¿quién va a sobrevivir, nosotros o las compañías petroleras?", se interrogó la actriz durante la presentación de la campaña que exige a los Gobiernos que prohíban la extracción de petróleo y la pesca industrial en la zona.
Según señaló el director internacional de Greepeace, Kumi Naidoo, "Canadá, Rusia y Estados Unidos sabotean el posible acuerdo sobre el tratado internacional de océanos, al igual que Venezuela que es otra potencia petrolera".

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