Todos hemos tenido nuestro particular annus horribilis en algún momento de nuestras vidas, y yo he tenido la mala suerte de padecer dos. El primero fue el 2002 y éste, que no se termina nunca, está siendo el segundo. Me van a perdonar si no enumero cada uno de los contratiempos o desgracias, pero uno es un caballero y no es cuestión de cargarles con mis preocupaciones. No, no hablaré de ellos, pero sí de esperanza.
Todo tiene solución menos la muerte, ¿no es esto lo que dicen? Pues digamos que sí, que es verdad, así que ¿qué nos queda entonces? seguir hacia adelante como sea, con carga, poca o mucha, con sufrimiento pero con esperanza, no cabe otra cosa. La justicia no dicta las vicisitudes de la vida, eso es un hecho. Las dicta el azar, la suerte, las circunstancias, los cruces de caminos -o no-, y todos esos hechos que no dependen de uno mismo, que no podemos controlar y a los que la literatura llamaría El Destino.
Queda la música, a todas horas; música que llene la cabeza y la mantenga en la dirección contraria a la realidad. Quedan los perros (Augusta y Octavia en mi caso) que, sin entender qué pasa, me miran y me lamen desde que tienen ocasión porque -me gusta pensar así- en el fondo sólo quieren dar ánimos a su manera. Queda el trabajo, que aunque poco o mucho, desagradable o placentero, llena las horas del día como piezas de un rompecabezas de cubos con diferentes fotografías en cada una de sus seis caras. Quedan los libros, los árboles, la lluvia -cuando llegue-... queda la vida.
Step by step.
Me ha gustado que dentro de este año, siniestro para muchos, siempre quede la música, los árboles...me gusta la gente que no da cancha a la desesperanza.
ResponderEliminarYa ves, al final uno echa mano a lo que sea, ¡a mal tiempo buena cara! Peor te aseguro que la cosas está como para tirarse por la ventana (metafóricamente hablando, descuida). Gracias por tu comentario.
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