DE LA INVIOLABILIDAD DEL REY

La paradoja del juicio imposible
El Rey no podría ser procesado ni aunque cometiese un asesinato. Tendría que abdicar para que se pudiera proceder contra él.
José Yoldi Madrid 29 ABR 2012 - 21:13 CET
 
Pocas cosas suelen ser más atractivas y curiosas que las paradojas o las aparentes contradicciones. Ya saben, aquello de “he pensado en suicidarme, pero no le veo futuro” o “es fácil conseguir un préstamo, salvo que lo necesites”.
En las últimas semanas ha llamado la atención que el abogado de Diego Torres, el socio de Iñaki Urdangarin en el caso Nóos, parece decidido a utilizar como estrategia de defensa lo que en lenguaje forense se conoce como “poner el ventilador”, y que no consiste en otra cosa que en airear los supuestos trapos sucios de los otros implicados en el proceso para desviar el foco de atención de su cliente hacia otros acusados y así mejorar su posición. La maniobra de este letrado ha sido muy llamativa porque ha aportado al juez unos correos electrónicos que Urdangarin dirigió a Torres y de los que se podría deducir que la infanta Cristina estaba al corriente de algunos proyectos y operaciones realizados por Nóos, e incluso parece que trata de involucrar al Rey.
Y de esa posible responsabilidad del Monarca surge la paradoja que nos regala la Constitución de 1978. Por un lado, el artículo 14 establece que “los españoles somos iguales ante la ley”, como recordó don Juan Carlos en su discurso de Navidad, y por otro, el 56, en el que se sanciona que “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”; es decir, que la propia norma consagra que al menos un español no es igual a los demás ante la ley.
La inviolabilidad de los Reyes está recogida en casi todas las constituciones de las monarquías europeas actuales y en España ya figuraba en la Constitución de 1812 que, además de dar a Fernando VII el tratamiento de “Magestad Católica”, en su artículo 168 señalaba: “La persona del Rey es sagrada é inviolable, y no está sujeta á responsabilidad”.
¿Qué quiere decir que es inviolable? Según la interpretación abrumadoramente mayoritaria, que el titular de la Corona no es responsable de los actos que realice en el ejercicio de su cargo. Todos sus actos tienen que ser refrendados por el Gobierno, porque de lo contrario no tendrían validez, y son los ministros a los que se les podría exigir esa responsabilidad.
Precisamente esta cuestión suscitó un problema en 1999 cuando España quiso suscribir el Tratado de Roma, que dio lugar a la Corte Penal Internacional, puesto que se pretendía una reforma de la Constitución para eliminar la inviolabilidad, ya que la exigencia de responsabilidad de los jefes de Estado por genocidio o crímenes de guerra es un principio de derecho internacional. El Consejo de Estado realizó un dictamen en el que destacaba que las normas sobre inmunidad de los jefes de Estado no son extrapolables al plano internacional y que como de los actos regios son responsables los ministros que los refrenden, la responsabilidad penal quedaría desplazada a los refrendantes.
Pero, y si el Rey cometiera en privado un delito grave —pongamos como hipótesis un asesinato o una violación— ¿se le podría juzgar? Pues no, en ese caso disfruta de una inmunidad procesal que le alcanza mientras siga siendo Rey. Es decir, que tendría que abdicar para que se pudiera proceder contra él.
Hay quien sostiene que sí sería factible porque se abriría un proceso por causa de indignidad que le obligaría a abandonar el cargo, lo que posibilitaría que fuera juzgado como cualquier ciudadano.
Ni que decir tiene que esa opción es una entelequia voluntarista. Las causas de indignidad figuran en el Código Civil como exclusiones a la hora de percibir una herencia, pero en España no está regulada, como por ejemplo en Colombia, la apertura de un proceso de destitución del presidente por causa de indignidad, lo que de entrada elimina la posibilidad de que si fuera necesario pudiera realizarse.
Y respecto a la abdicación del Rey, la Constitución recoge que “las abdicaciones y renuncias (...) se resolverán por una ley orgánica”. ¿Conoce usted esa ley? Pues no, yo tampoco. En 33 años de Constitución, a las Cortes no les ha dado tiempo de aprobarla. Y sin abdicación, el juicio sería imposible.
Decía Quevedo que “el derecho de los monarcas se abrevia en viva quien vence”. Parece que algo ha cambiado desde entonces, pero menos mal que no necesitamos esos mecanismos, porque de lo contrario, estábamos apañados.

HABLEMOS DE REVOLUCIÓN

La Revolución mexicana fue un conflicto armado, iniciado el 20 de noviembre de 1910 con un levantamiento encabezado por Francisco I. Madero contra el presidente Porfirio Díaz. Se caracterizó por varios movimientos socialistas, liberales, anarquistas, populistas y agrarios. Aunque en principio era una lucha contra el orden establecido, con el tiempo se transformó en una guerra civil; suele ser considerada como el acontecimiento político y social más importante del siglo XX en México.
Los antecedentes del conflicto se refieren a la situación de México bajo el Porfiriato. Desde 1876 el general oaxaqueño Porfirio Díaz encabezó el ejercicio del poder en el país de manera dictatorial. La situación se prolongó por 33 años, durante los cuales México experimentó un notable crecimiento económico y estabilidad política. Estos logros se realizaron con altos costos económicos y sociales, que pagaron los estratos menos favorecidos de la sociedad y la oposición política al régimen de Díaz. Durante la primera década del siglo XX estallaron varias crisis en diversas esferas de la vida nacional, que reflejaban el creciente descontento de algunos sectores con el Porfiriato.
Cuando Díaz aseguró en una entrevista que se retiraría al finalizar su mandato sin buscar la reelección, la situación política comenzó a agitarse. La oposición al gobierno cobró relevancia ante la postura manifestada por Díaz. En ese contexto, Francisco I. Madero realizó diversas giras en el país con miras a formar un partido político que eligiera a sus candidatos en una asamblea nacional y compitiera en las elecciones. Díaz lanzó una nueva candidatura a la presidencia y Madero fue arrestado en San Luis Potosí por sedición. Durante su estancia en la cárcel se llevaron a cabo las elecciones que dieron el triunfo a Díaz.
Madero logró escapar de la prisión estatal y huyó a los Estados Unidos. Desde San Antonio proclamó el Plan de San Luis, que llamaba a tomar las armas contra el gobierno de Díaz el 20 de noviembre de 1910. El conflicto armado tuvo lugar en primera instancia al norte del país y posteriormente se expandió a otras partes del territorio nacional. Una vez que los sublevados ocuparon Ciudad Juárez (Chihuahua), Porfirio Díaz presentó su renuncia y se exilió en Francia.
En 1911 se realizaron nuevas elecciones donde resultó electo Madero. Desde el comienzo de su mandato tuvo diferencias con otros líderes revolucionarios, que provocaron el levantamiento de Emiliano Zapata y Pascual Orozco contra el gobierno maderista. En 1913 un movimiento contrarrevolucionario, encabezado por Félix Díaz, Bernardo Reyes y Victoriano Huerta, dio un golpe de Estado. El levantamiento militar, conocido como Decena Trágica, terminó con el asesinato de Madero, su hermano Gustavo y el vicepresidente Pino Suárez. Huerta asumió la presidencia, lo que ocasionó la reacción de varios jefes revolucionarios como Venustiano Carranza y Francisco Villa. Tras poco más de un año de lucha, y después de la ocupación estadounidense de Veracruz, Huerta renunció a la presidencia y huyó del país.
A partir de ese suceso se profundizaron las diferencias entre las facciones que habían luchado contra Huerta, lo que desencadenó nuevos conflictos. Carranza, jefe de la Revolución de acuerdo con el Plan de Guadalupe, convocó a todas las fuerzas a la Convención de Aguascalientes para nombrar un líder único. En esa reunión Eulalio Gutiérrez fue designado presidente del país, pero las hostilidades reiniciaron cuando Carranza desconoció el acuerdo. Después de derrotar a la Convención, los constitucionalistas pudieron iniciar trabajos para la redacción de una nueva constitución y llevar a Carranza a la presidencia en 1917. La lucha entre facciones estaba lejos de concluir. En el reacomodo de las fuerzas fueron asesinados los principales jefes revolucionarios: Zapata en 1919, Carranza en 1920, Villa en 1923, y Obregón en 1928.
Actualmente no existe un consenso sobre cuándo terminó el proceso revolucionario. Algunas fuentes lo sitúan en el año de 1917, con la proclamación de la Constitución mexicana, algunas otras en 1920 con la presidencia de Adolfo de la Huerta o 1924 con la de Plutarco Elías Calles. Incluso hay algunas que aseguran que el proceso se extendió hasta los años 1940.
Porfirio Díaz, un mestizo oaxaqueño que se destacó en los ejércitos liberales combatiendo contra grupos conservadores y que participó en la Intervención Francesa, había asumido la presidencia desde 1876 tras el triunfo de la rebelión de Tuxtepec, y para el final de su séptimo mandato, en 1910, había mantenido una dictadura de 34 años. Durante los últimos años de su gobierno Díaz gozó de poca credibilidad y sus opositores se iban incrementando debido a que se padecieron diversas crisis simultáneas en todos los ámbitos: social, político, económico y cultural.
Durante la Colonia muchos pueblos pudieron conservar algunas propiedades comunales, llamadas de forma genérica «ejidos». La Ley Lerdo de 1856 declaró baldías las propiedades corporativas, particularmente las de la Iglesia y las comunidades indígenas. Entre 1889 y 1890 el gobierno de Díaz dispuso que las tierras comunales se hicieran parcelables. Los nuevos propietarios, no acostumbrados a la propiedad privada, fueron estafados por particulares o funcionarios. Como resultado mucha de la población indígena se vio sin posesión de tierras y tuvo que emplearse en las haciendas cercanas. Otra serie de leyes de deslinde de los años 1863, 1883 y 1894, en las que una parcela sin su respectivo título podía considerarse como terreno baldío, propició que aquellos que tuvieran los recursos necesarios se hicieran con grandes porciones de tierra. Para 1910 menos del 1% de las familias en México poseían o controlaban cerca del 85% de las tierras cultivables. Los pueblos, donde se albergaba el 51% de la población rural, contaban con tan sólo pequeñas porciones de tierra y la mayor parte de ella dependían de las haciendas vecinas. Además, las leyes y la situación nacional favorecía a los hacendados, pues eran los únicos con acceso a créditos y a proyectos de irrigación por ejemplo. Por su parte, los pequeños pueblos y agricultores independientes se veían obligados a pagar altísimos impuestos. Esta situación afectó grandemente a la economía agrícola, pues las haciendas tenían grandes porciones sin cultivar y eran menos productivas que las propiedades menores.
Otra de las repercusiones del deslinde de tierras y el fraccionamiento de las tierras comunales indígenas fue que algunos de ellos se rebelaron contra el gobierno. Los conflictos, que tuvieron lugar a finales del siglo XIX y principios del XX, fueron protagonizados por mayas, tzotziles, coras, huicholes y rarámuris, entre otros. Los conflictos más duraderos fueron los ocurridos en Yucatán, Quintana Roo y Sonora. Ante dichos grupos se tomó un política de deportación, Yucatán y Quintana Roo fueron los principales destinos. En el norte el gobierno de Díaz tomó contra los yaquis una política de violenta represión y deportación hacia el sur del país. El momento cumbre contra este grupo tuvo lugar en 1908, momento para el cual entre un cuarto y la mitad de su población había sido enviada a las plantaciones de henequén en Yucatán. A la postre, estos grupos étnicos habrían de colaborar con las fuerzas revolucionarias.
A principios del siglo XX comenzó la explotación petrolera en México, aunque las concesiones se dieron a compañías extranjeras como Standard Oil y la Royal Dutch Shell. Este proceso finalmente llevó al país a una transformación industrial. Inversionistas extranjeros, protegidos por el gobierno, invirtieron en industrias y explotación de materias primas, se impulsó la minería y fue modernizada la industria textil, lo que además desarrolló el sistema ferroviario. Para 1910, ya existían 24.000 kilómetros de líneas ferroviarias.
Sin embargo, en 1907 se desató una fuerte crisis internacional en Estados Unidos y Europa, lo que llevó a la disminución de las exportaciones, el encarecimiento de las importaciones y la suspensión de créditos a industriales. La situación desató un fuerte desempleo, además de que disminuyeron los ingresos del resto.
Una sequía que tuvo lugar en 1908 y 1909 afectó la producción agrícola, por lo que se tuvo que importar maíz por un valor de 27 millones de pesos. Esta situación afectó a gran parte de la población, ya que el maíz era parte de la dieta del 85% de la población.
La consecuente disminución en la actividad económica del país redujo drásticamente los ingresos del gobierno. Se intentó solucionar este problema castigando salarialmente a la burocracia y aumentando los impuestos y la base fiscal, lo que afectó a los miembros de la clase media, tanto urbana como rural, así como a los miembros de la clase alta que no estaban adheridos a los «científicos», grupo selecto de intelectuales, profesionales y hombres de negocios que compartían las creencias del positivismo y darwinismo social e influían en la política del país.
En términos generales, la crisis económica desacreditó severamente la imagen presidencial y de su grupo de allegados. Durante el gobierno de Díaz existían numerosos latifundios, y el 80% de la población mexicana dependía del salario rural. Además, las tiendas de raya consistían en una práctica común en estos lugares, en los que se otorgaban los salarios de los trabajadores en mercancía. Mediante este sistema se lograba que los trabajadores alcanzaran tal cantidad de crédito, que quedaban endeudados de por vida. Este sistema, junto con prácticas que eran cotidianas como la contratación por engaño o la adjudicación de una deuda inexistente, es conocido como «enganche», sistema que involucraba elementos coercitivos, extraeconómicos y extralegales. La penosa situación de muchos campesinos y grupos indígenas en vísperas de la revolución fue ampliamente denunciado en el libro México bárbaro de J. K. Turner.
Las leyes de la nación raras veces se aplicaban dentro de las haciendas, donde los trabajadores eran vistos como esclavos u objetos de propiedad, existiendo prácticamente una especie de feudalismo. En el campo además actuaba el llamado Cuerpo de Rurales, el cual era un grupo policíaco encargado de «resguardar la paz», generalmente a través de métodos brutales. Otra práctica de este grupo era la leva, o reclutamiento obligatorio.
En las ciudades, a partir de 1906 comenzaron a surgir numerosos movimientos obreros —son representativas en este rubro las huelgas de Cananea y Río Blanco—, que habrían de ser reprimidos por el gobierno mediante el uso de la fuerza militar.
Diversos intelectuales lucharon por defender los derechos de la clase obrera, tal como el caso de Lázaro Gutiérrez de Lara, Práxedis G. Guerrero, Juan Sarabia y Ricardo Flores Magón, quien había alentado los movimientos obreros en Cananea y Río Blanco. Uno de los medios de comunicación de esta línea era el periódico Regeneración, surgido en 1900. El movimiento encabezado por estos y otros intelectuales era de naturaleza compleja porque bebía en diversas corrientes de pensamiento, desde la Ilustración hasta el positivismo. Los hermanos Flores Magón llegaron a radicalizarse notablemente después de ser expulsados del territorio mexicano. En 1908 intentaron sublevar al país internándose por el norte, aunque el levantamiento no tuvo mayores repercusiones y ello provocó que decayera su influencia.
Desde principios de siglo comenzó a cuestionarse el positivismo, ideología que mantenía el grupo en el poder, lo que llevó al descrédito del darwinismo social. Fue entonces cuando la mayoría mestiza comenzó a reclamar mayor participación en la toma de decisiones, además de que el grupo de los «científicos» dejó de ser visto como congénitamente superior o el único capaz de dirigir el gobierno...
 

domingo, 29 de abril de 2012

HUMOR, REMEDIO INFALIBLE

Expulsada de Tuenti después de escribir una frase sin ningún error ortográfico
Su único pecado fue aprender algo en clase.
¡Manda güevos! Joan Lerroux
 
El Estado convoca oposiciones a motorista para sustituir al Rey en su labor de asistencia en carretera
La importancia de mantener esta la leyenda urbana activa provoca la búsqueda de un sustituto durante la lesión del monarca.
¡Manda güevos! Escuin
 


Doctor hice lo que me dijo para la acidez de estomago y he pillado ladillas.
- Te dije ¡sal de frutas! ........, ¡DE FRUTAS!

LOS RICOS GANAN ¿LO DUDABA ALGUIEN?

Creadores de escasez
Dos años después del inicio de las políticas de austeridad extrema el panorama es desolador. Se multiplica el paro, la exclusión, las clases medias se empobrecen y mueren empresas.
Joaquín Estefanía 28 ABR 2012 - 22:58 CET
 
Durante la década de los años treinta, cuando los rostros de muchos hombres se tornaron duros y fríos como si miraran hacia un abismo, nuestro hombre advirtió los signos de la desesperanza generalizada que conocía desde niño. Vio hombres buenos destruidos al ver roto su concepto de una vida decente, les veía caminar desanimados por las calles y los parques, con la mirada vacía como añicos de cristal roto; les veía entrar por las puertas de atrás, con el amargo orgullo de los hombres que avanzan hacia su propia ejecución, a mendigar el pan que les permitiera volver a mendigar, y también vio personas que una vez caminaron erguidos mirarle con envidia y odio por la débil seguridad que él disfrutaba.
Más o menos así describe el novelista John Williams el espíritu de los años de la Gran Depresión en su maravillosa novela Stoner. No es difícil establecer una analogía con lo que se observa ahora, en las capitales y en los pueblos de algunos países intervenidos o con posibilidades de serlo, del sur de Europa. Con todas las diferencias que se le quiera poner. La Gran Recesión que comenzó en el verano del año 2007 ha dejado de ser planetaria, pero ha adquirido otras características: de EE UU ha pasado al Viejo Continente; de crisis financiera privada ha devenido en una crisis de la deuda pública; su origen estuvo en los abusos y las estafas del sistema financiero en la sombra, y las ayudas estatales al mismo (cuando algunos se atrevían a defender que salvar a la banca era salvar a la calle, que proteger a Wall Street era proteger a Main Street) están en el epicentro de buena parte de los problemas de déficit y de endeudamiento de muchos países. A este fenómeno se le ha denominado “neoliberalismo de Estado”, una paradoja por la cual mientras los beneficios (de unos pocos) continúan siendo individuales, los riesgos (de la mayoría) se socializan. En ella, el papel del Estado ya no consiste en limitar el poder económico sino en facilitar su predominancia; el Estado solo debe actuar para favorecer el libre funcionamiento de la competencia (excepto la citada socialización de pérdidas), allanar los conflictos sociales y mantener el orden público.
Muchos de los problemas económicos que trajeron la recesión no han cedido. Hay posibilidades de marcha atrás en los sitios que han abandonado el fondo del abismo y a que en una nueva fase se multiplique el contagio en sentido inverso. No en vano algunos medios de comunicación norteamericanos han llegado a publicar algo que en otra coyuntura podría resultar muy exagerado: que la reelección del presidente Barak Obama estaría condicionada en parte por la solución de los problemas económicos y financieros de países tan distantes de EE UU como España o Italia. Eso es la globalización.
Se acaban de cumplir dos años de la primera intervención de un país europeo, Grecia, por la troika de poderes fácticos contemporáneos y externos a la soberanía de los países de la zona: la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Luego controlaron a otros dos países, Irlanda y Portugal, y la próxima semana coincide con el segundo aniversario de la noche en la que los ministros de Economía de la eurozona hicieron morder el polvo a la política económica de José Luis Rodríguez Zapatero y la cambiaron de sentido en un santiamén, causando la ruina electoral de los socialistas españoles y esbozando la estructura de un fondo de rescate para países en problemas que todavía —más de setecientos días después— anda ajustando su fórmula y su monto definitivo.
Desde entonces, la Unión Europea ha abandonado la política económica común de estímulos que se había aprobado en las reuniones del G-20 en Washington, Londres y Pittsburgh, y ha desarrollado una senda de consolidación fiscal y de austeridad a ultranza. Mientras prácticamente el resto de las zonas del mundo consideran que el problema principal de la economía es su falta de crecimiento (EE UU, China, América Latina…), Europa asume que lo prioritario es volver a los equilibrios macroeconómicos para, más adelante, comenzar a crecer. La desavenencia se manifiesta en el dilema de ajustar para crecer o crecer para ajustar. Hasta ahora la razón empírica parece manifestarse a favor de los partidarios del crecimiento como prioridad para solucionar los problemas más urgentes. Crecimiento o barbarie.
Un balance de lo sucedido en Europa desde entonces es demoledor: la crisis de la deuda soberana y el crecimiento de las primas de riesgo —cuya solución era para lo que se adoptó la política económica de austeridad extrema y rígida, aplicada a países con problemas muy diferentes— no ha mejorado; los problemas de liquidez o solvencia de muchos bancos de matriz europea y funcionamiento multinacional siguen encima de la mesa y todos ellos han de acudir sistemáticamente a las subastas de liquidez del BCE (un mecanismo administrativo, al margen del mercado) para sobrevivir y poder pagar sus obligaciones y sus deudas; estancamiento económico o recesión en la mayor parte de los países, lo que significa multiplicación exponencial del paro, empobrecimiento de las clases medias, mortandad de centenares de miles de empresas y reducción de la movilidad social. Según los datos del Eurobarómetro, una gran parte de los ciudadanos europeos teme que sus hijos van a vivir peor que ellos, lo que significa que se ha interrumpido el proceso del progreso. Como consecuencia de todo ello, cada vez que hay elecciones en un país cae el Gobierno, sea del signo ideológico que sea, al que le ha tocado ocuparse de la gestión de la crisis con esas políticas de austeridad que los ciudadanos rechazan mayoritariamente, y emergen fuerzas populistas significadas por la simplicidad y la demagogia de las soluciones que proponen. Hasta ahora ese populismo es fundamentalmente de extrema derecha pero nada impide que surja también en el otro extremo partidista. Todas estas secuelas dejan una huella profunda en la calidad de la democracia: según todos los sondeos, una parte creciente de la ciudadanía duda de la idea Europa (cuya construcción estaba planteada precisamente para evitar los populismos y los enfrentamientos del pasado) y también es creciente el número de ciudadanos que sospecha de la impotencia de sus representantes políticos a la hora de solucionar los problemas públicos y comunes, ya que estos se dirimen en lugares cada vez más alejados de los Parlamentos y de los lugares propios de la democracia representativa.
La expresión “libertad económica” ha dejado de significar oportunidad de mejora, y de concitar simpatías; todo lo contrario, para los perdedores de estas políticas de austeridad la libertad económica suscita pesadillas de inseguridad y de creciente irritación. Además, el concepto de libertad se está convirtiendo, como ha desarrollado el intelectual francés de origen búlgaro Tzvetan Todorov, en el nombre comercial de partidos políticos de extrema derecha nacionalistas y xenófobos: el Partido de la Libertad en Holanda, liderado por Geert Wilders, de tanto protagonismo en los últimos días al dejar caer el Gobierno de ese país; el Partido Austriaco de la Libertad, que dirigió Hëider hasta que murió; la Liga del Norte de Humberto Bossi, que presentaba a sus candidatos en las elecciones italianas bajo el nombre de Liga del Pueblo de la Libertad y se unía así al Pueblo de la Libertad de Berlusconi, etcétera.
En resumen, el paisaje después de una batalla que ya ha durado dos años no puede ser más estremecedor. Las políticas de austeridad extrema y de rigor mortis pueden ser calificadas como “creadoras de escasez”, siguiendo las hipótesis de Daniel Anisi, un economista prematuramente desaparecido. La oposición a tales políticas —que ahora empiezan a hacerse más presentes en instancias oficiales de algunos países afectados y diversas instituciones, como el propio FMI, la Comisión y tal vez en el BCE— era de grado y de dosis: nadie ha sugerido incrementos desorbitados del déficit y de la deuda sino una combinación más flexible de los criterios de crecimiento y de estabilidad. Los economistas poskeynesianos, encabezados entre otros por los premios Nobel Krugman y Stiglitz, se quejan de la manipulación del lenguaje que se ha hecho por parte de los partidarios del ajuste duro. La aparición en España del movimiento Economistas frente a la Crisis, se ha sustentado hasta el momento en el principio de “que no nos roben las palabras”. Se trata de impedir que el lenguaje sea tergiversado con conceptos que manipulan el pensamiento que los maestros de la economía han transmitido y que la experiencia que como profesionales de la economía ha enseñado. Reestructurar no es desregular, reforma estructural no es sinónimo de recortes ni de la dilución de los derechos de la gente, liberalización y regulación son conceptos complementarios e inseparables, los críticos de la austeridad injusta no son partidarios del despilfarro del mismo modo que la estabilidad presupuestaria no es equivalente a déficit cero (un fundamentalismo más) y que quienes critican el Pacto de Estabilidad y las reformas forzadas de las Constituciones nacionales no defienden la inestabilidad.
Durante la primera fase de la crisis actual, los políticos que se aprestaron a combatirla parecían conscientes de su gravedad y tuvieron en cuenta las lecciones del pasado: no se podían repetir los errores de antaño por los cuales se había extendido la Gran Depresión de los años treinta que acabó con una guerra mundial. Había cuatro diferencias fundamentales entre la Gran Depresión y la Gran Recesión: primero, la calidad de las respuestas públicas dadas. En los años treinta se tardó mucho tiempo en aplicar las políticas anticíclicas imprescindibles porque la sensibilidad dominante era el capitalismo de laissez faire que consideraba que el sistema se purgaría a sí mismo y era más eficaz la no intervención del Estado. El secretario del Tesoro americano de la época, el multimillonario Andrew Mellon, proponía “liquidar los sindicatos, las Bolsas, la agricultura, los bienes raíces (…) Esto purgará la podredumbre del sistema. El alto coste de la vida se vendrá abajo. La gente trabajará más duro, vivirá una vida más moral. Los valores se ajustarán y las personas emprendedoras reflotarán los fracasos de las menos competentes”. A partir de 2007, las autoridades pusieron en marcha una política monetaria expansiva con abundantes dosis de liquidez, tipos de interés próximos a cero, ayudas extraordinarias a la banca y planes de estímulo de la demanda. Son ellas las que generaron el déficit y la deuda pública y no el déficit y la deuda pública los que causaron la Gran Depresión. Y son las políticas de estímulo las que Europa ha abandonado, antes de tiempo según los economistas críticos.
La segunda gran diferencia entre ambas situaciones era la ideológica: ahora no existe alternativa al capitalismo como sistema dominante, mientras que en la década de los treinta dos totalitarismos de signo contrario —el comunismo y el fascismo— pugnaban por ser hegemónicos y estaban en el momento álgido de su poder. A pesar de la reaparición de los populismos, algunos de ellos con un apoyo electoral significativo (véase el caso de Marine Le Pen en Francia), y de la presencia del movimiento de los indignados, hoy no hay alternativa al capitalismo del siglo XXI. Los más osados hablan de la refundación del mismo, de su regulación, de su reforma pero no de su sustitución.
La tercera diferencia es la respuesta proteccionista a la Gran Depresión, que hoy es muy menor. Entonces se multiplicaron las “políticas de empobrecimiento del vecino” (concepto de la discípula de Keynes, Joan Robinson) en forma de fronteras, aranceles, impuestos a la importación, cupos, etcétera. Pascal Lamy, director de la Organización Mundial del Comercio (OMC) —institución multilateral desaparecida de la primera línea de fuego por su incapacidad de avanzar en la Ronda de Doha— habla de un “proteccionismo de baja intensidad” para calificar lo que sucede hoy. La nacionalización de Repsol por parte del Gobierno argentino forma parte del universo proteccionista, aunque tenga también otras componentes.
La cuarta disimilitud entre los años treinta del siglo pasado y la segunda década del siglo XXI, muy centrada en Europa, era la existencia de un potente Estado de bienestar que trataba de proteger al ciudadano (“desde la cuna hasta la tumba”) por el hecho de serlo. Este se componía de la educación, la sanidad y las pensiones universales (pagadas a través de impuestos progresivos, no gratuitas como inexactamente se dice a veces), el seguro de desempleo, la asistencia a las personas dependientes y el derecho laboral, por el que se socializaban los sueldos de modo que las condiciones de trabajo se discutiesen a través de la negociación colectiva y no de la negociación individual (y desigual) entre el empresario y el asalariado.
Es esta cuarta diferencia la que se va diluyendo con más rapidez, debido a los intensos ataques a la universalidad del Estado de bienestar, sin apenas debate público, y a los intentos de difuminar la centralidad de la negociación colectiva que comienza a ser residual en algunos países intervenidos, como por ejemplo Grecia. El profesor Todorov habla de “los enemigos íntimos de la democracia” y opina que las principales amenazas que pesan hoy sobre la misma no proceden de su exterior, de los que se presentan abiertamente como sus oponentes, sino de dentro, de ideologías, movimientos y actuaciones que dicen defender sus valores pero que de hecho los debilitan. Y cita, dentro de este último apartado, el populismo, el ultraliberalismo y el mesianismo de los partidarios de la austeridad extrema.
Se avecina una dialéctica muy potente en el patio europeo entre los partidarios de dos maneras distintas de ver la política económica. Mientras se resuelve, unos y otros deberían llegar a un pacto para proteger a los millones de personas que van quedando por el camino: los parados de larga duración que ni tienen futuro ni seguro de desempleo para sobrevivir, las familias en las que no entra ningún salario, los inmigrantes sin derecho a la sanidad o la educación, los ciudadanos que sufren fuertes reducciones de su renta disponible y observan, perplejos, el extraordinario aumento de la desigualdad entre ellos y los poderosos. Las ventajas engendran más ventajas: los ricos pueden permitirse vivir en barrios mejores y más seguros, pueden dar a sus hijos una atención médica adecuada y una alimentación que les permita crecer sanos, y pueden pagar a profesores y obtener ayudas educativas si aquellos tienen problemas. El resto se confronta con una red de seguridad cada vez más endeble y con la constante incertidumbre sobre los empleos mientras una nueva generación, los más jóvenes, no tiene trabajo ni sueños.
En medio de la Gran Depresión, cuando publicó su Teoría General, Keynes centró el debate principal: “Los dos vicios que marcan el mundo en que vivimos son que el pleno empleo no está garantizado y que el reparto de la fortuna y de la renta es arbitrario y desigual”. ¿Tan poco hemos aprendido en tres cuartos de siglo?

LOS VENGADORES

Fuimos a ver "Los Vengadores" en 3D anoche y hay poco que decir. Uno va estas películas sabiendo con lo que se va a encontrar, un bodrio entretenido, bien hecho y sin mayores pretensiones. No me equivocaba, era tal cual: un bodrio importante, un guión absurdo lleno de peroratas psudocientíficas para explicar los sinsentidos, partes lentas y aburridas pero con un final increíble. Sólo por la última media hora de película  valdría la pena verla, puro entretenimiento la batalla final en Manhattan. ¿Lo mejor aparte de la batalla final? la constante ironía de Iron Man.

NEW ZEALAND HD

Picturesque Ducks Bay Wallpaper, New Zealand
 Sunrise over a cold Lake Tekapo, New Zealand
 Lake in the clouds, Queenstown, New Zealand
 Heart Lake, New Zealand
 Tranquil lake on mountain valley
 Paradise and Lake Wakatipu, Queenstown
 Snowy Mount Cook View from Lake
 Lake Wakatipu, Queenstown

¿MODERNO TÚ?

¡Tus padres ya iban a festivales de música!
Dos chicos en un maletero, camino de Woodstock.
Foto: Getty Images

I ♥ NY

El Parque del Titanic
Por Eduardo Suárez

El naufragio del 'Titanic' dejó una huella profunda en la ciudad de Nueva York. Pero en ningún sitio permanece tan viva como en este parquecito situado en la confluencia de las avenidas de West End y Broadway. Es un pequeño triángulo a la altura de la calle 106 dedicado a la memoria de un matrimonio de origen alemán que residía en el vecindario y que perdió la vida en la tragedia marítima más célebre del siglo XX.
Se llamaban Ida e Isidor Straus y eran la viva imagen del sueño americano. Habían llegado a Nueva York atraídos por la pujanza económica de la ciudad y prosperaron con un negocio de vajillas que Isidor y su hermano regentaban en una de las plantas de Macy's. Las ventas fueron tan bien que los Straus se mudaron a una de las mansiones del Upper West Side y se hicieron con la propiedad de los grandes almacenes en 1893.
Isidor se había criado en una localidad de Georgia donde sus padres regentaban una tienda de ultramarinos e intentó alistarse en el ejército confederado al explotar la Guerra de Secesión, pero los oficiales denegaron su solicitud porque tan sólo tenía 16 años.
Pronto encontró un empleo como administrativo que abandonó para mudarse a Nueva York. Allí ejerció como congresista demócrata durante 14 meses y fue uno de los filántropos más generosos de su tiempo. Pero ningún rasgo llamó tanto la atención de sus coetáneos como la devoción que sentía por su esposa Ida, a la que escribía todos los días cuando su trabajo le obligaba a pasar la noche en Washington o al otro lado del Atlántico.
Juntos cruzaron el océano en el invierno de 1912. En otras circunstancias habrían hecho el trayecto de vuelta en un barco alemán. Pero esta vez les pudo la curiosidad de embarcarse en el viaje inaugural del 'Titanic' en el puerto de Southampton. El destino quiso que no les acompañara su nieto Stuart, que se quedó en tierra y salvó la vida por un resfriado.
El impacto del iceberg les sorprendió juntos y ya no se separaron. A Isidor se le ofreció un sitio en uno de los botes salvavidas pero lo rechazó diciendo que aún quedaban mujeres y niños a bordo. Le cedió su sitio a su criada Ellen y animó a embarcar a su mujer pero ella prefirió quedarse. "No me separaré de mi esposo", cuentan que dijo Ida, "hemos vivido juntos y moriremos juntos".
Los últimos testimonios les sitúan recostados de la mano en dos tumbonas de cubierta antes de que una ola gigante se los llevara por delante. El cuerpo de Ida nunca apareció. El de Isidor está enterrado en el cementerio de Woodlawn: un recinto del Bronx donde están sepultados 12 víctimas del naufragio del 'Titanic'. El panteón imita una barcaza funeraria egipcia e incluye un versículo del Cantar de los Cantares: "Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor ni los ríos anegarlo. Si alguien ofreciera toda su fortuna a cambio del amor, tan sólo conseguiría desprecio".
El jardín que recuerda a los Straus se inauguró en el tercer aniversario del naufragio gracias de las contribuciones de los neoyorquinos y lo preside una mujer de bronce esculpida por el artista Augustus Lukeman que es una alegoría de la memoria. En sus brazos reposaban ayer varios ramos de flores que los vecinos habían dejado recordando el centenario de la tragedia. Esta tarde la asociación de la manzana los ha convocado para celebrar una vigilia y plantar un puñado de árboles. Sonará la música del 'Titanic' y se encenderán velas junto a los tulipanes en honor al matrimonio Straus.

sábado, 28 de abril de 2012

MI VAN VAN

Mi pobre moto, la Suzuki Van Van 125 de la que ya he hablado antreriormente, está en la UVI. Después de pasar sin problemas la ITV está en proceso de embellecimiento, dejando atrás en rojo, blanco y negro para pasar a ser... bueno, ya se verá cuando acaben los trabajos. Por lo pronto les dejo la foto de su penoso aspecto actual.

HERRAMIENTAS PARA ENTENDER LO QUE PASA

Pensar para saber vivir
Nuevas colecciones de libros, espacios de debate y programas de radio y de televisión surgen con el propósito de llevar el pensamiento a una amplia comunidad de lectores, oyentes y espectadores que buscan “herramientas para entender lo que pasa”
Francesc Arroyo 28 ABR 2012 - 13:19 CET
 
Tardo un mes en convencer a los alumnos no ya de que lo que explico es interesante, sino de que tiene sentido”. La afirmación es de un profesor de filosofía de secundaria y refleja el desánimo de quien sabe que parte de quienes asisten a sus clases lo hacen por obligación, sin interés por la materia o, lo que es peor, convencidos de que lo que allí se explica no tiene nada que ver con el mundo. El problema es que no todos los profesores se incomodan por este asunto. Para algunos, la continuidad de la asignatura en los planes de estudio garantiza horas de clase y el sustento. Así pues, que les den a los chavales. El resultado es una tribu de resentidos que, cuando oyen la palabra filosofía simplemente desconectan, convencidos de que detrás solo hay una jerga incomprensible que pretende describir el ser y se queda en nada.
Y, sin embargo, otra filosofía es posible. Lo saben bien autores que gozan de no pocos lectores, como Fernando Savater o Jesús Mosterín. Y lo demuestra el hecho de que la filosofía encuentre acomodo en la televisión —Pienso, luego existo, en La 2— o en la radio —Manuel Cruz, en La Ventana (cadena SER; Javier Sádaba en No es un día cualquiera (RNE)—. Y hay más: varias editoriales se lanzan a encontrar lectores fuera del ámbito académico. Ahí está la colección Great Ideas (Taurus), con textos de Kant, San Agustín o Trotski, que intentan divulgar “las ideas que cambiaron el rumbo de nuestra historia”. Errata naturae publica Los Pequeños Platones, serie de volúmenes dirigidos a despertar el interés de los más jóvenes. La editorial Herder difunde obras tan clásicas del pensamiento como El Príncipe, de Maquiavelo, o Así habló Zaratustra, de Friedrich Nietzsche, nada menos que empleando los métodos narrativos del manga.
Que hay un renovado interés por la filosofía, más allá de los muros de la academia, se puede comprobar, además de con lo antedicho, asistiendo a las charlas que organiza la Fundación March, en Madrid, cuyo director, Javier Gomá, publica ahora Todo a mil (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), un volumen que recoge artículos publicados en las páginas de EL PAÍS y que él mismo subtitula como ‘Microensayos de filosofía mundana’.
Autores y editores coinciden en afirmar que la gente busca en la filosofía “herramientas para entender lo que pasa”. Durante los últimos siglos, dice Gomá, la filosofía ha cumplido una función fomentando “un aumento de la autoconciencia”, una cultura de la liberación que culmina en los años sesenta y setenta. Pero hoy, lo que acucia a los ciudadanos es diferente: “El problema no es ser yo mismo sino cómo vivir juntos. Cómo ser libres juntos”. Y para esto, la filosofía tradicional, cree, no da respuestas claras. De ahí que el público busque otras vías. “Hay una demanda social que la academia no satisface”, sostiene, porque “la universidad es fuente de conocimiento, pero no de sabiduría. No resuelve los problemas éticos”. Además, la filosofía académica se presenta, con frecuencia, como una jerga oscura y, a veces, banal.
“Hay una demanda más allá de la academia de herramientas para comprender el mundo”, coincide incluso en las palabras Manuel Cruz, catedrático de Historia de la Filosofía en la Universidad de Barcelona y habitual en la cadena SER. “Tenemos la sensación de que el mundo es cada vez menos comprensible. Hasta hace una década, la academia podía criticar la idea de progreso, pero la gente tenía asumido que se iba mejorando. La crisis abre una nueva perspectiva. El progreso invita a mirar hacia el futuro; la crisis nos pide que miremos hacia atrás para ver cuándo nos hemos equivocado”. Y se acude al filósofo porque es quien “levanta acta del sentido del mundo”. Aunque él mismo no deja de añadir: “Porque tiene sentido, ¿no?”.
“La filosofía es la única disciplina que se plantea las grandes preguntas que afectan a todo el mundo. Las demás no se hacen cargo de la totalidad. Ni siquiera la religión, y menos ahora que ya no es hegemónica”, dice Victoria Camps, que acaba de jubilarse de la Universidad Autónoma de Barcelona y prepara una breve historia de la ética para un público amplio. Con todo, añade, siempre ha habido filósofos que se hacían entender y otros que resultaban “crípticos o abstractos”. La característica de los primeros y de los textos destinados al gran público es que no pierden “la conexión con la vida real” y son capaces de hacerla evidente para el lector.
Hay una palabra que citan todos los autores y editores consultados: claridad. Camps no duda en citar a José Ortega y Gasset: “La claridad es la cortesía del filósofo”. Fernando Savater es autor de varios títulos con gran acogida de público. El que más, Ética para Amador, que cumple ahora 21 años. “La filosofía habla de cosas interesantes, pero a veces se presenta de forma que intimida y que resulta incomprensible”. La idea del libro se la dio una amiga, profesora en un instituto de Barcelona. “Hoy tal vez no me habría atrevido”, apunta. Que funciona lo sabe él bien, por las ventas y por los encuentros que desde entonces ha mantenido y mantiene con estudiantes de secundaria. “Los jóvenes están en la edad de la filosofía y ese interés se recupera en la vejez”, dice. Pero para llegar a ellos hay que empezar por apearse de la tradición académica: “Las citas de autoridad no sirven. No se puede empezar apelando a la historia de la filosofía. En cambio, se interesan por los temas: la muerte, la verdad, la justicia, la naturaleza. Son importantes la agilidad y el humor”, cuenta. Temas como los que cita el pensador donostiarra y otros como los derechos humanos o la inmigración son los que trata el novelista y profesor de bachillerato Ismael Grasa en La flecha en el aire. Diario de la clase de filosofía (Debate). “Savater se adelantó 20 años a la actual demanda de filosofía para el gran público”, dice Francisco Martínez, responsable de Ariel, la editorial que tiene en su catálogo Ética para Amador. Martínez añade que está convencido de que hoy hay “una exigencia de herramientas para la reflexión”, a la vez que de “claridad”.
Si una amiga fue la musa de Savater, la idea para la serie de libros de bolsillo de Jesús Mosterín que narra la historia del pensamiento (Alianza) le vino de un texto previo. “Tuve la inspiración a partir de la Historia de la filosofía occidental de Bertrand Russell. Me enteré de que él había vivido una época de los derechos de esa obra a la que siempre tuve gran simpatía. Cuando me pidieron un prólogo para la edición castellana lo escribí y luego me puse a redactar mis textos”, recuerda. Una colección que —tras ocuparse del pensamiento griego, indio o chino— termina ahora con el volumen dedicado al islam. “Este tipo de escrito exige mucha claridad, mientras que en algunos círculos filosóficos hay cierta tradición de oscuridad”. Pero si la claridad es una virtud para el lector, la libertad es un premio para el autor: “Al ser textos fuera del programa académico, tengo gran libertad en el tratamiento y en la selección de temas y autores. En el caso del islam, he elegido algún poeta, astrónomo y matemático y le dedico bastante espacio porque creo que así se entiende mejor todo y eso no podría hacerlo si tuviera que ceñirme al temario de una asignatura”.
La libertad en el tratamiento es también clave en las nuevas colecciones. Si hace dos décadas el noruego Jostein Gaarder adoptó la narrativa en El mundo de Sofía (Siruela), la serie Los Pequeños Platones, dirigida a niños de entre 9 y 13 años, abandona el ensayo, tradicional en el pensamiento, para optar por la ficción. “Hay que buscar caminos para transmitir las ideas a los niños y esta colección se inclina por dos elementos: la asociación de las ideas con la vida del personaje y el recurso a la imagen”, explica el director de errata naturae, Rubén Hernández. Él compró los primeros títulos de la edición francesa hace un par de años. “Mi intención no era publicarlos, sino leerlos”. Y al hacerlo empezó a pensar en la posibilidad de que hubiera un público que los acogiera, de modo que decidió adquirir los derechos y traducirlos al castellano. “Es un proyecto con algún nivel de riesgo, ahora que la filosofía se retira hasta de las escuelas, pero creemos que hay un público dentro y fuera de los colegios. Sabemos que se venden más los libros de piratas y princesas; el público del ensayo es minoritario en general, no solo entre los jóvenes”. De momento están en las librerías los textos dedicados a Kant y a Diógenes el cínico y está casi listo el dedicado a Karl Marx.
La libertad en el tratamiento es, también, el hilo conductor de las obras que publica la colección Manga de Herder. Obviamente, con dibujos de este estilo. El origen es, en este caso, Japón, y de momento han salido dos títulos filosóficos (Así habló Zaratustra y El Príncipe) además de La divina comedia, de Dante. Los editores llevarán la colección al próximo Salón del Manga de Barcelona, al tiempo que presentan las obras en los centros de enseñanza. “En los institutos, por supuesto, pero también en la universidad”, explica un portavoz de la editorial. Hace unos días, entregaron la edición del texto de Maquiavelo a la profesora de filosofía del Renacimiento de una universidad catalana, quien lo llevó al aula y lo mostró a los estudiantes. “Nos dijo que lleva libros a clase con frecuencia, pero que era la primera vez que un volumen había pasado por las manos de todos los alumnos”. La colección cuenta también con un blog (losmangasdeherder.com) que acoge los comentarios de los lectores.
Mucho más fiel a los textos originales es la colección Great Ideas, de Taurus, con siete títulos en la calle. El origen es también foráneo, en este caso la editorial inglesa Penguin. Pero los editores españoles piensan, además de traducir títulos, en introducir otros de producción propia dedicados a autores españoles e hispanoamericanos. El primero, Ortega y Gasset, explica Inés Vergara, responsable del proyecto. En estos momentos están negociando con sus herederos los derechos correspondientes. “Los volúmenes son fieles al texto original, pero el lenguaje es más claro, se han eliminado las notas y se ha seleccionado lo esencial”. Se trata, explica, de “dar a conocer al lector la obra de cada autor partiendo del respeto al texto, de modo que sirva como una introducción que genere ganas de seguir leyendo”. La selección de autores no se limita, en este caso, a pensadores catalogados tradicionalmente en el campo de la filosofía. También los hay procedentes de la política (Trotski), la literatura (Proust, Shakespeare y Tagore) y la ciencia (Darwin).
“Abrir puertas al pensamiento” es la expresión que emplea Lluís Carrizo, director del programa Pienso, luego existo, con una primera serie emitida en La 2 —puede verse en Internet: www.rtve.es/alacarta/videos/pienso-luego-existo— y una segunda en preparación. “El esquema es la biografía intelectual, apoyada en aportaciones de sus contemporáneos”, dentro de un programa dirigido al gran público pero tratando, como en el caso de los textos de Taurus, de no desvirtuar el discurso del autor. El resultado, concluye, “es que se abren más puertas que se cierran y que las respuestas de los entrevistados contribuyen a generar nuevas preguntas”.
La biografía intelectual, recuerda Victoria Camps, es un modelo frecuente para la divulgación y cita a Rüdiger Safranski y sus libros sobre Heidegger o Schopenhauer (en Tusquets). En el mismo saco cabrían otros textos como El atizador de Wittgenstein (Península), de David J. Edmonds y John A. Eidinow, que reconstruye un encuentro entre el autor austriaco y Karl Popper. No obstante, Camps distingue entre el empleo de un lenguaje claro y los casos extremos de vulgarización. “Filósofos claros los ha habido siempre. Por citar algunos: Russell, Montaigne o Stuart Mill”. Cruz, por su parte, elige a Ortega, Unamuno y Savater entre quienes son capaces de llegar al gran público sin perder contenido. El documental televisivo, en cambio, es algo diferente, opina Camps: “La televisión da prioridad a la imagen, lo que conlleva cierta simplificación, cierta superficialidad y la exigencia de brevedad, reñida con el pensamiento reflexivo. Porque esta brevedad no tiene nada que ver con otros esquemas, como el aforismo, que ha dado mucho juego en filosofía”.
Claridad y atención al mundo real. Esas son las dos principales características de la nueva oleada filosófica, fuera de los muros de la universidad. Pero también cabe la posibilidad de profundizar. Los seminarios de la Fundación March, señala Gomá, se componen de dos tipos de sesiones. En una, la persona invitada, que normalmente está trabajando en un libro, imparte una charla para un público amplio. Se trata de un acto abierto a todo el que quiera asistir. Al día siguiente, se celebra una segunda sesión con el autor y unos pocos elegidos, previamente pactados con él, a quienes se han entregado las ideas generales de la futura obra. El objetivo es discutirlas, “anticipar el momento de la crítica”, en expresión de Gomá, quien está especialmente interesado en que el pensamiento se difunda, “impresionado”, dice, por la experiencia vivida en Estados Unidos donde hay profesores universitarios que escriben textos cuyo destino más seguro es el anaquel de una biblioteca. “Son solo para colegas”. Frente a ello, propone un discurso que sirva “para cualquier hombre”, que satisfaga la “demanda de sentido”. Con todo, esa atención al mundo real no debería llevar a perder de vista que hay “una diferencia importante entre el tiempo periodístico” atento a veces a lo efímero, y “el tiempo filosófico” que tiene una especie de “consistencia geológica” y cuya palabra puede “fecundar a los hombres cultos de su tiempo”.
Coincide en parte con Jesús Mosterín, para quien hay “un cierto nacionalismo del presente. Una obsesión por el hoy, aunque resulte trivial”; de ahí que defienda, desde el punto de vista intelectual, la conveniencia de “ampliar el horizonte y dirigir la curiosidad a otras épocas que no eran menos interesantes desde la perspectiva del pensamiento. Viene bien no ser prisionero del presente y permitir que la vida espiritual se desparrame en el tiempo”.

Claroscuros
La acusación de oscuridad hacia los filósofos no es una novedad. Ya Heráclito fue apodado el oscuro. Y, por supuesto, Hegel. Este último fue calificado así por los filósofos de la Escuela de Fráncfort. Entre ellos, Theodor Adorno, quien no pasará a la historia por su claridad expositiva. Los textos de Platón, en cambio, son diáfanos y Eugenio Trías ha destacado la coincidencia entre algunas de las fórmulas narrativas de este autor y de la tragedia griega. No son tan claros los escritos de Aristóteles. Al menos, los que han llegado hasta nuestros días, arropados por una aureola de misterio. Dice la tradición que Aristóteles escribió dos tipos de textos: los exotéricos, destinados a ser difundidos en público y hoy perdidos, y los esotéricos, que son los que han sobrevivido. Algunos de los primeros eran diálogos al estilo de Platón y de gran belleza compositiva. Nada que ver con la aridez de algunos de los tratados disponibles, que tras unos años ocultos fueron reordenados por Andrónico de Rodas. Epicuro es clarísimo, como corresponde a alguien que dejó escrito que todo hombre es filósofo. Las críticas más duras hacia el estilo de un filósofo son las que hicieron algunos pensadores del Círculo de Viena a Martin Heidegger. Tras establecer un rígido criterio sobre cómo debe ser una oración para ser considerada significativa, afirmaron que muchas de las de Ser y tiempo no son ni verdaderas ni falsas, simplemente, carecen de significado.

MARQUIS THEATRE, NEW YORK

La felicidad según Ricky Martin
La crítica le ha encumbrado como fenómeno del año en Broadway por su papel en 'Evita'. Es el último de los éxitos encadenados de un cantante que parece llamado a romper serenamente los estereotipos más retrógrados de la industria del espectáculo.
David Alandete Nueva York 28 ABR 2012 - 03:00 CET
 
Broadway se ha olvidado de la mismísima Eva Duarte. Casi nadie rompe en aplausos tras No llores por mí, Argentina. En las butacas del teatro neoyorquino Marquis, donde desde el mes pasado se repone el musical de 1976 dedicado a la gran prima donna del espectáculo político que fue Evita, nadie recuerda a Mandi Patinkin o a Antonio Banderas, dos maestros que interpretaron en el pasado, con notable éxito, el papel de Che. Los mayores aplausos van dirigidos a quien ahora encarna ese personaje, el contrapunto irónico de Eva, la voz del pueblo y la razón: Ricky Martin, que regresa a Broadway dos décadas después, convertido en estrella y como una de las razones más poderosas para que la reposición de Evita se haya convertido en uno de los éxitos de la temporada.
En 1996, Martin se unió al reparto de Los miserables, que se representó en Broadway entre 1987 y 2003. Interpretó el papel de Marius Pontmercy, el más romántico entre los protagonistas del musical. Era una época en la que al cantante de Puerto Rico aún no le había sobrevenido el éxito colosal de Livin’ la vida loca. Entonces trataba de hacerse un hueco en el mercado en EE UU con un currículo variado pero carente de éxitos rotundos: la boy band infantil Menudo, un papel de camarero en la teleserie General hospital y tres discos en solitario con un single pegadizo, María. Varios números uno después, regresa a las tablas para convertirse, ante el asombro general, en el fenómeno de la temporada en Broadway.
“Memorable”, dijo sobre su interpretación Variety. “Una supernova de carisma”, publicó The New York Post. El crítico de The Associated Press fue más lejos: “Es tiempo de imponer una nueva ley en Broadway: que pongan a Ricky Martin en todas las obras”. El público asiente. Martin es el único actor del musical que recibe ovaciones nada más entrar, cuando pronuncia: “Qué gran circo, qué espectáculo, Argentina está tirando la casa por la ventana a causa de la muerte de una actriz de nombre Eva Perón”. Él es el tirón, frente a una Eva empequeñecida y algo chillona y un Perón aburrido de haberse conocido.
A sus 40 años, Martin no podía pedir más. En escena se le ve relajado como nunca, olvidadas las tensiones de llevar una vida de ficciones y verdades a medias. Es, al fin y al cabo, la primera gran estrella latina del pop abiertamente gay que atrae multitudes a un teatro de Broadway. Hasta el lunes le habían visto en Evita 12.000 personas. El contraste con su discreta primera incursión en Broadway es notable. Publicaba People en 1999: “Incluso a un rompecorazones latino pueden fallarle las flechas de Cupido. Cuando Martin se hallaba en Broadway con Los Miserables… estaba chiflado por una de las peluqueras de la obra. Era una mujer alemana, alta, a la que no le interesaba la estrella… El cantante decía: ‘¿No es triste que todas esas mujeres me esperen a la puerta del teatro y la que yo quiero no me quiera?”.
Hoy Martin se confiesa feliz de ser gay, tener pareja estable –el economista puertorriqueño Carlos González Abella, con quien sale desde hace cuatro años– y ser padre de los gemelos Valentino y Matteo, nacidos en 2008 a través de inseminación artificial y un vientre de alquiler. En noviembre, el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero le concedió la nacionalidad española. El pasado mes fue portada además de la edición española de Vanity Fair, para la que se dejó retratar con su pareja, algo que no había hecho. “Si tocan la ley del matrimonio gay, ahora, como ciudadano español que soy, me levantaría y me uniría a mi comunidad”, dijo a la revista, convertido en todo un activista.
Que Martin haga gala de su sexualidad de forma tan abierta –salió del armario en 2010 a través de Twitter– es todo un hito en el mercado norteamericano, donde no abundan precisamente ese tipo de decisiones por parte de estrellas pop. De él se sospechaba su sexualidad. La propia periodista Barbara Walters casi le imploró que admitiera que era gay en una oprobiosa entrevista emitida en la cadena ABC en 2000. El año pasado, Walters dijo en una entrevista con el diario canadiense The Toronto Star que aquel era tal vez uno de los momentos de los que más se arrepentía: “Mucha gente dice que eso le arruinó la carrera, y pensándolo bien, creo que fue una pregunta inapropiada”.
Puede que fuera inapropiada, pero no parece que arruinara su carrera. Martin se tomó unos años para poner orden en su vida personal. Entre 2005 y 2011 no publicó música nueva. El año pasado editó el disco Música + alma + sexo, que llegó al número tres de la lista Billboard en EE UU. Fue toda una gesta, dado que es un álbum en español. Recientemente apareció como estrella invitada en la serie Glee, donde interpretó a un profesor de español y cantó La isla bonita. Ahora le llega el honor de recibir las mejores críticas de una versión de Evita que, por lo demás, ha recibido una fría acogida por parte de la prensa especializada. Es el año de Ricky. Al menos en Broadway.

LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Si ya Aldous Huxley o George Orwell en "Un mundo feliz" y "1984", respectivamente, nos auguraban un terrible futuro a todos nosotros, oh pobres mortales, es ahora Suzanne Collins y su "Los juegos del hambre" (The Hunger Games) la que nos transporta a una sociedad esclavizada y atemorizada con una curiosa manera de rendir pleitesía a lo romano, es decir, otra vuelta de tuerca al espectáculo de los gladiadores, sólo que esta vez es casi con niños y convertido en un programa de televisión.
Confieso que no he leído los libros por lo que no debo hacer comparaciones, no sabría; sí he de decir que la película me gustó, me entretuvo. Cuando uno lee se imagina las situaciones, los colores, en entorno, lo pasa por el filtro personal de cada uno hasta fijar una imagen que lo acompaña durante todo el libro. El cine te lo da hecho, no hay que pensar. Aquí los actores son guapos, los personajes pertenecientes al stablisment son histriónicos y llevados hasta los límites. Por ejemplo, el presentador del programa, el estupendo actor Stanley Tucci (creo que ya conté alguna vez que estuve sentado con él en un vagón del metro de NY), que muestra su blanca dentadura como si de vida o muerte se tratara; el mentor de los protagonistas, un borracho Woody Harrelson; el metrosexual director del show Wes Bentley que hará las delicias de esos a los que les gustan las barbas imposibles... Pero como invenrar un determinado futuro no debe ser fácil -aunque tal y como va el mundo cada vez será más obvio-, he aquí de lo ridículo que me parece la moda o la arquitectura, sacadas de otras épocas pasadas y con aspecto me muñecas.
Tendremos más Juegos del hambre, de eso estoy seguro. Ahora sólo resta esperar que a algún político de nuestra España no le dé por hacer realidad lo que en la película acontece, no sé, por eso de rebajar la población en paro...
Una guerra por la supervivencia deja a Norteamérica dividida en 13 distritos controlados por el Capitolio, un lugar donde es posible tener todo lo que uno quiera solo con chasquear los dedos. Pero llegaron los Días Oscuros, cuando los distritos lucharon por la supervivencia y por salir de la decadencia. El Capitolio, gracias a sus avanzadas tecnologías, consigue la sumisión de doce distritos y la aniquilación del decimotercero; y para que todo el mundo recuerde que los Días Oscuros no se deben repetir trae consigo "Los Juegos del Hambre", una sangrienta competencia en la que un chico y una chica de cada distrito deben luchar a muerte, sin normas: el que pierde muere, el que gana tendrá la fama de todo Panem y todas las riquezas inimaginables.
Ya pasados setenta y cuatro años de los Días Oscuros, la gente de Panem está acostumbrada a trabajar hasta agotarse y morir, pero unos pocos valientes se arriesgan a luchar y desafiar al Capitolio; Katniss Everdeen, una chica de 16 años atraviesa todos los días la alambrada del Distrito 12 para cazar en el bosque y comercializar las presas; la única salida para sobrevivir.
En la cosecha de los participantes (o tributos) de los septuagésimo cuartos Juegos del Hambre se ofrece voluntaria para salvar a su hermana Prim de una muerte segura (quien sólo tiene 12 años); ella y su compañero de distrito, Peeta Mellark, se aventuran a una arena, donde podrían morir en segundos: cada despiste es una invitación a la muerte. Todo cambia cuando Peeta y Katniss se ven obligados a fingir un amor para diversión del Capitolio, pero en un acto para quedar ambos sobrevivientes, se ven vistos como iconos de los rebeldes. Al llegar a la arena, los 24 competidores se ven envueltos en una lucha de supervivencia donde solo uno sobrevivirá.

DEL CIELO A NUEVA YORK

El 'Enterprise' saluda a Nueva York
El transbordador de la NASA se da un paseo por la ciudad antes de ser trasladado a un museo. El ‘Discovery’ aterriza para siempre en el museo Smithsonian.
Carolina García Washington 27 ABR 2012 - 16:45 CET
 
El transbordador espacial Enterprise ha volado de nuevo sujeto a un Boeing 747 desde Washington a Nueva York. El vuelo ha transcurrido a una altitud relativamente baja y ha recorrido zonas emblemáticas de la ciudad como el río Hudson, la estatua de la Libertad y el Puente de George Washington.
Un recorrido que ha sido un deleite para muchos neoyorquinos y turistas que se han acercado hoy a la ciudad de los Rascacielos para disfrutar de tan inusual imagen. El vuelo -programado en principio para el lunes, fue cancelado por la NASA debido a las malas condiciones atmosféricas- comenzó en el Aeropuerto Internacional de Dulles en Washington a las 09.30 de la mañana (15.30, hora peninsular).
Tras su paseo, el Enterprise ha aterrizado en el aeropuerto JFK y, en las próximas semanas, será colocado en una barcaza que lo remolcará y lo llevará río arriba hasta el museo Intrepid de Manhattan donde se quedará expuesto dentro de un pabellón temporalmente. “Este transbordador será el objeto espacial más grande y más importante en todo el Noreste", ha dicho Susan Marenoff-Zausner, presidenta del Intrepid a la agencia AP.
El museo Intrepid tiene previsto inaugurar la exposición, en principio temporal, del transbordador el próximo 19 de julio. Se pretende construir un Centro de Ciencia y Tecnología, que se convertirá en sede permanente del Enterprise. "Los visitantes no sólo verán el transbordador sino que además vivirán una experiencia interactiva”, ha explicado Marenoff-Zausner.
La directora confía en que aumenten un 30% los visitantes anuales, lo que significaría que pasarían por las instalaciones cerca de 1,3 millones de personas. “El plan inicial era dejarlo en el aeropuerto por un par de años, hasta que su hogar permanente fuera construido, pero queremos que la gente lo experimente de inmediato”, ha concluido.
El Enterprise, construido entre 1974 y 1976, se utilizó para realizar pruebas de vuelo fuera de la atmósfera durante la década de los setenta pero nunca realizó una misión espacial. Esta es la primera vez en más de un cuarto de siglo que la nave vuela.
El aterrizaje ha sido presenciado por una audiencia de unos 1.500 invitados. El Enterprise fue el primer transbordador espacial de la NASA. En un principio, se iba a llamar Constitution pero los seguidores de la saga de Star Trek lograron que se llamara como la nave de la serie. Entre los espectadores famosos asistentes al evento no faltó Leonard Nimoy, actor que interpretó a Míster Spock en la famosa serie. Cuando recaló en el museo Smithsonian, en 1976, varios miembros de la ficción acudieron también a recibirla. "Yo estuve allí cuando recorrió el hangar”, ha dicho Nimoy durante el acto.
Después de tres décadas, el Gobierno de Estados Unidos decidió el año pasado retirar sus transbordadores especiales tras la construcción de una nueva base espacial internacional, cuyo valor es de 100 mil millones de dólares. Un proyecto en el que participan 15 países y en el que se comenzará a trabajar en una nueva generación de naves espaciales.
La NASA decidió, después de este paso, enviar sus cuatro transbordadores a distintas ciudades de Estados Unidos para que pudieran ser expuestos. El pasado 17 de abril, el Discovery, sobrevoló el cielo de la capital del país de camino al museo Smithsonian del Espacio en Virginia. Otra de las naves, la Endeavour se dirigirá a finales de este año al Centro de Ciencias de California en Los Ángeles mientras que la Atlantis se pondrá visitar en el Centro Espacial Kennedy de Florida a partir del 2013.