martes, 24 de enero de 2012

PRIMA DONNA

Rufus y sus divas predilectas
El músico de pop Rufus Wainwright ofrece, en el Guggenheim de Nueva York, un avance de su esperada ópera, 'Prima Donna', que se estrena el 19 de febrero en Nueva York.
Barbara Celis Nueva York 23 ENE 2012 - 20:38 CET
 
Uno de los secretos mejor guardados de Nueva York es el programa Works and Process del Museo Guggenheim. Todas las semanas se dan cita allí algunos de los mejores artistas del planeta, presentando en la intimidad de un pequeño auditorio, escondido en las entrañas del edificio de Frank Lloyd Wright, los proyectos en los que están trabajando. El pasado domingo fue el turno de Rufus Wainwright, ese compositor canadiense de 38 años que se convirtió en músico de culto primero entre el colectivo indie con su disco homónimo y después comenzó a ser admirado por otras estrellas de la música, desde Elton John a Antony Hegarty. Superadas sus adicciones y su tumultuosa vida al límite, y con nueve discos en el bolsillo, hace ya varios años que Wainwright, (hermano de la también músico Martha Wainwright y retoño de los cantantes de folk Loudon Wainwright y Kate McGarrigle) experimenta con diversos géneros. Y siendo un fan declarado de la ópera desde los 13 años, era cuestión de tiempo que se atreviera con ella.
A esa pasión se ha unido su conocida debilidad por las divas –uno de sus mayores éxitos fue recrear el concierto grabado por Judy Garland en 1961 en el Carnegie Hall- y el resultado es una ópera titulada Prima Donna de la que el domingo se pudieron escuchar algunas arias comentadas in situ por el propio Wainwright. La producción se estrenará en Estados Unidos el 19 de febrero en el auditorio BAM de Nueva York aunque originalmente fue un encargo de la Metropolitan Opera. "Pero ellos querían que fuera en inglés y yo en francés. Además, a mi madre le acababan de diagnosticar un cáncer terminal y yo quería que ella pudiera asistir al estreno y en el Met. Las cosas iban muy lentas, así que rompimos", comentó el músico, no sin aprovechar el momento para lanzarle un dardo a su director, Peter Gelb. "Espero que venga al estreno para que vea lo que se pierde" dijo entre risas.
La obra se presentó por primera vez en el Festival Internacional de Manchester en 2009 (su madre, fallecida hace un año, alcanzó a verla) y pasó brevemente por Londres en 2010. "Es un homenaje a la ópera en su tradición más romántica, con un toque algo Hitchcock sobre una soprano que se enfrenta al reto de volver a interpretar la ópera que la catapultó a la fama" explicó Wainwright. Acompañado también por el director de la pieza Tim Albery y por el conductor Jayce Ogren, Wainwright confesó que más allá de su pasión de adolescente por las óperas "en especial por las menos intelectuales, soy más de Rossini y de Verdi que de otros más serios" su exploración del género lo ha propiciado su trabajo en el mundo del pop. "Hoy en la música todo está muy producido y además está tu imagen como artista, que también se vende y se promociona. La idea de embarcarme en una ópera significaba volver a la música en su esencia. Sin promoción, sin producción, los cantantes, los músicos y el escenario". Sobre el de Guggenheim los cuatro protagonistas de la ópera interpretaron cuatro arias, la última acompañados al piano por el propio Wainwright, que se equivocó y gritó: "Mierda, la he cagado, volvemos a empezar", para deleite de un público muy heterogéneo que acude a los Works & Process precisamente para poder decir: "Yo ví como evolucionó esta pieza".

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