miércoles, 30 de noviembre de 2011

BACH, AYER Y HOY

El extraño idilio entre Bach y el 'techno' de Detroit
Francesco Tristano reivindica con su acercamiento al piano el parentesco entre la música antigua y la electrónica.
DANIEL VERDÚ - Madrid - 30/11/2011

Si hubiera un punto sonoro equidistante entre el Leipzig de la primera mitad del siglo XVII y el Detroit de comienzos de los noventa se llamaría Francesco Tristano. Luxemburgués de nacimiento y barcelonés de adopción, virtuoso del piano de 30 años embarcado en una revolución que transforme la concepción original del instrumento, responde con su talento y sus grabaciones a una extraña pregunta: ¿Tienen algo en común el techno y la música de Bach? "En la música barroca y prebarroca, por ejemplo, el bajo es fundamental, todo se consolida a partir de ahí. Al techno y a la electrónica, al no haber una hegemonía clara de sonidos, le sucede lo mismo. Los productores modernos, como ya anticipó Cage, piensan en términos de sonidos, y no en notas o conceptos armónicos o melódicos", explica en la cafetería de un hotel de Madrid.
Tristano, músico precoz que descubrió su genio en las teclas de un piano que nadie usaba en su casa ("creo que fue un movimiento estratégico de mi madre") y que acaba de publicar con Deutsche Grammophon un disco que une algunas obras de Bach y John Cage (bachCage), se mudó a los 16 años a Nueva York a estudiar en la prestigiosa Juilliard School. Y, ay..., los clubes de electrónica de Nueva York y la noche le proporcionaron una segunda educación, digamos que menos ortodoxa. "La electrónica sustituyó al jazz, un punto de no retorno". En el Nueva York de Giulliani descubrió la fuerza física del sonido de músicos como Carl Craig, Derrick May o Kenny Larkin. La banda sonora de la ciudad sobreindustrializada se abría paso entre su pasión por la espiritualidad de Bach y su sentido religioso del sonido.
"Bueno, los clubes también tienen ese aire de templo religioso... no soy el primero que hace la comparación. Pero tengo que decir que Bach era un bon vivant. Tenía 20 hijos y hay documentos que atestiguan que le mandaban puros muy especiales y vino francés. Esa es una imagen mucho más terrenal del compositor que la que tenemos. La Iglesia fue su jefe, su empleador. Como los grandes pensadores: Newton, Spinoza... ¡qué iban a decir! La espiritualidad de Bach trascendía a eso".
A Tristano solo le interesa la música compuesta antes y después de la invención formal del piano que conocemos hoy (sostiene que es el precursor del sintetizador). Como le sucedía a Glenn Gould (le brillan los ojos al hablar de él y de sus Variaciones Goldberg), no tiene ningún interés en interpretar a compositores de la época dorada del instrumento como Chopin, Schumann o Schubert. "Ese periodo no deja mucho espacio, lo conocemos demasiado. Yo no juego a eso, prefiero los extremos del repertorio. Música para teclado, pero no para piano. Hay compositores geniales para clave o que no han sido grabados al piano. Yo me sitúo en los extremos del continuo. Las partituras del siglo XXI tienen mucho en común con las antiguas. La época romántica ha sido una excepción en la historia de la música".
Debutó con Aufgang, el dúo de pianos de cola y sintetizador que formó en Juilliard con su amigo Rami, en el Sónar de 2005 (volvieron en 2010 en un espectáculo asombroso). Ahora están a punto de lanzar su segundo álbum. Más tarde, entre recitales y colaboraciones, imprimió su particular sonido en Idiosynkrasia, un álbum grabado en el estudio de Carl Craig en Detroit con un Steinway & Sons de cola (aunque reivindica la perfección técnica de los Yamaha) que les llevó un año conseguir. Era el único que le valía: tenía unos bajos perfectos. "Carl me abrió las puertas de su estudio, pude utilizar todos los sintes originales de la época de los ochenta para el álbum. Alucinante". Quedaba trazada así la línea perfecta entre un lado y otro del océano de la música. Entre la iglesia de Santo Tomás en Leipzig y Detroit.
Francesco Tristano, *Strings of life.

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