jueves, 25 de agosto de 2011

HASTA LUEGO

Rajoy y el Papa tuvieron un encuentro de diez minutos durante los cuales, según explicaría luego el líder del PP, hablaron de la necesidad de "trabajar entre todos para tener un sociedad mejor en principios, en algo consistente, en distinguir lo justo de lo injusto, y lo bueno de lo malo"

JUAN JOSÉ MILLÁS
Se ve que el Papa y Rajoy son gente con estudios, con formación, porque eso no se le ocurre a cualquiera y menos así, en diez minutos, a toda prisa, aquí te pillo y aquí te mato. Trabajar para conseguir una sociedad mejor, para distinguir lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo, ¿cómo no se nos había ocurrido antes? Estos objetivos los firma cualquiera, sea de izquierdas, de derechas, alto, bajo, hombre, mujer, polaco o sueco... Haces un referéndum a nivel planetario preguntando a la gente si le parece bien que trabajemos en pro de sociedades mejores, repletas de valores, y en las que se distinga lo justo de lo injusto y lo bueno de lo malo, y te sale un sí como una catedral gótica sin necesidad de adulterar los resultados. En diez minutos (se dice pronto) dieron con la piedra filosofal del consenso en un mundo marcado por el desacuerdo inútil, la discrepancia feroz, la oposición cruel.
Yo mismo, que no soy buena gente, ni trigo limpio ni nada en general de lo que se debería ser, me apunto a ese partido, a esa congregación, a ese movimiento fundado por Rajoy y el Papa en lo que se tarda en hacer un huevo duro.
Una vez apuntado, pido la baja, me voy, devuelvo el carné por pura desilusión, por escepticismo, porque no me creo nada de lo que me dicen. Resulta que al cuarto de hora de fundar el partido de la buena voluntad y la bondad universal, las autoridades españolas hablaron con Ratzinger de la necesidad de hacer algo con el Valle de los Caídos, construido a punta de látigo por los presos políticos de uno de los dictadores más sanguinarios del siglo XX, y el Papa calló, no dijo nada. Pero hombre, hombre, ¿es tan difícil darse cuenta de que esa cruz megalómana es un insulto a la inteligencia, incluso a la estupidez bienintencionada? Si a la primera ocasión en la que tenemos la oportunidad de distinguir lo justo de lo injusto o bueno de lo malo damos el gatillazo, apaga y vámonos.
De modo que hasta luego, cocodrilo.

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