domingo, 31 de julio de 2011

NAIROBI

Este fin de semana hablaba con unos amigos que habían estado en un safari en Kenya y me comentaban lo peligrosa que se había vuelto Nairobi. La primera vez que estuve allí no tenía coche y conocía a poca gente -mi amigo Tomás acababa de llegar-, de manera que me pasaba todo el día paseando por la ciudad. Mientrras mi amigo repartía su tiempo en entrevistas de trabajo yo me dedicaba a tomar té, visitar a mi amiga Sharon en la peluquería donde trabajaba, cerca del famoso Norfolk Hotel o leerme la guía de Kenya que me había llevado de España soñando con el safari que iba a hacer, mi primer safrai. En mis siguientes viajes a Nairobi -mi amigo ya estaba totalmente integrado en el país- y, sobre todo durante los tres meses continuados que viví allí y que han supuesto una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido, reconozco que ya caminaba menos; nos desplazábamos en su Land Rover mientras me aleccionaban sobre el peligro que era para un blanco (con cara de dólar, como diría Joaquín Sabina) caminar solo por la ciudad. Yo nunca tuve ningún problema, he de reconocerlo, ni siquiera pasé miedo en ninguna ocasión, pero sí es cierto que después de aquella primera vez no volví a pasear por Nairobi como lo podría haber hecho en otra ciudad cualquiera. La vida da vueltas y muchas veces separa a los amigos inexplicablemente, incluso a los que más se quieren, pero volveré a Nairobi; sigue siendo una de mis asignaturas pendientes.
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Toto, África.

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