Son muchas, muchísimas, las mañanas en las que, cuando me levanto, pienso si vale la pena vestirme para ir a trabajar. ¿Qué hacemos sino desperdiciar nuestras vidas con trabajos que sólo nos crean frustración y desasosiego? Sé que hay que agradecer tener trabajo en esta terrible época de crisis y constantemente hay alguien que me lo recuerda, y si no para ello está el pago de los gastos mensuales, hipoteca incluida. Uno trata de ser amable, realizar su trabajo de la mejor manera posible, buscar soluciones donde, a veces, no existen, ¿y qué obtiene a cambio? malas caras, quejas y hasta insultos. No sé si vale la pena todo este esfuerzo, la verdad. Igual estamos engañados, como en Matrix, y lo que necesitamos es venderlo todo (bueno, ahora ni se podría vender) e irnos a la Patagonia o a la isla sur neozelandesa a cultivar kiwis o a esquilar ovejas. Espero no estar cayendo en una depresión porque sólo me apetece meterme en la cama y dormir todo el día. ¡Maldito dinero que nos marca el paso!
y yo compañero, y yo.
ResponderEliminar