Si para Antotio Machado su infancia eran recuerdos de un patio de Sevilla donde madura un limonero, los recuerdos de la mía, mucho más prosaicos, lo son de una piscina en El Médano con olor a cloro.
Cuando era pequeño mi familia veraneaba en el Hotel Los Balos, por aquel entonces alejado del centro de El Médano, y al que se llegaba por el paseo de la playa, donde encontrábamos alguna casa por el camino. Ahora, cosas del progreso, el paseo está flanqueado por innumerables complejos de apartamentos, algunos muy interesantes desde el punto de vista arquitectónico, todo hay que decirlo. En el hotel pasábamos nuestras vacaciones mi familia, la de mis padrinos y la de muchos amigos de mis padres. Era una época fantástica donde pasábamos el tiempo repartido entre la playa, la piscina, los paseos por el indómito barranco que lindaba con el edificio y que llegaba hasta la cueva del Hermano Pedro. Germán, Lucho, mi hermano Javi, Lucianito y muchos más niños aguantábamos cada día, desesperados, a que nos dejaran tirarnos a la piscina después de terminar de hacer la digestión y podíamos pasarnos horas metidos en el agua para salir, al fin, arrugaditos completamente.
Recuerdo el olor a cloro de la piscina, y su sabor. Cosas como éstas se quedan grabadas en tu cabeza y en alguna ocasión, cuando paso cerca de alguna piscina de agua dulce, me vienen a la cabeza automáticamente los días vividos en aquel hotel en El Médano con su piscina, su restaurante con maìtre, su pequeña sala de TV y en los últimos años su sala de juegos, junto a la piscina, con su máquina de flipper del esquiador que hizo nuestras delicias hora tras hora.
Juventud divino tesoro.
La máquina del esquidador y el inefable alemán que ganaba todas las partidas. La rubia belleza alemana de Marianne; las excursiones a la Tejita; las mareas de sebo; la ermita abarrotada los domingos; las batallas entre búnkeres y trincheras de tosca; la pesca de tamboriles en el muelle; el marisqueo en las charcas de marea; la recogida de redess desde la costa de los pescadores artesanales algunas tardes; las calles de tierra y arena del médano; el restaurante familiar; los latigazos de arena y viento en las piernas.
ResponderEliminarBendita memoria la tuya.
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