sábado, 2 de abril de 2011

EVASIÓN

Como no me gusta el alcohol y paso de las drogas, mi manera de evadirme de las preocupaciones-de esas que no se te quitan de la cabeza ni dormido- es sentarme con mis perras a ver alguna película vieja que recuerdo de cuando era más joven. Casi siempre estas películas las tengo idealizadas en mi memoria y al verlas ahora me doy cuenta de que o son un bodrio grande o simplemente han envejecido realmente mal. Aún así me entretienen y de eso se trata, ¿no?
Hoy es sábado, segundo día de abril, y cuando empiezan a aparecer los gastos fijos en los correos que envía, tan amablemente, el banco para recordarte los pagos. Pues hoy sábado le ha tocado el turno a la película "El eslabón del Niágara", un bodrio considerable protagonizado por un actor al que le tengo gran simpatía, Roy Scheider, el eterno Jefe Bridy de Tiburón.

Y como una cosa lleva a la otra, recordé mi primer viaje a Estados Unidos, cuando estaba justo a mitad de la carrera de Arquitectura. Después de pasar casi dos semanas en Nueva York alquilamos un coche, un Buick con el que descubrí mi amor por los coches automáticos, para recorrer los estados de Connecticut, Massachusetts y Nueva York hasta llegar a las Cataratas del Niágara. Lástima que haya perdido todas mis fotos en la inundación que hubo en el 2002, porque las de este viaje estaban geniales.

La foto del post corresponde a uno de los scenic tunnels desde donde se pueden ver las cataratas, y que es además el lugar donde termina la película de la que les hablo.

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