miércoles, 9 de febrero de 2011

LEYENDA URBANA

¿Cuántas veces oímos decir que Rodrigo Rato era un gran gestor cuando estaba al frente del FMI? Nos repetían hasta la saciedad que era lo mejor del Partido Popular, el orgullo de España, el sucesor del Rajoy... o sea, la joya de la corona. Y ya se sabe que el método "repite mil veces hasta que lo que digas se convierta en verdad", tan utilizado por la propaganda nazi, acabó haciendo su efecto. Rato se convirtió en sinónimo de prócer.Pues parece que no era oro todo lo que relucía y que el tal Rodrigo no era tan buen gestor como al final acabamos viéndolo todos, derecha, izquierda y lo que quede por ahí suelto. He aquí el artículo que leo esta tarde:

El FMI hace una crítica demoledora de su actuación en la etapa de Rato
Las deficiencias internas y la autocensura impidieron prevenir la crisis. No se prestó suficiente atención a las voces de alerta. -El Fondo puso a la banca de EE UU y a Islandia como ejemplos a seguir.
SANDRO POZZI - Nueva York - 09/02/2011
http://www.elpais.com/articulo/economia/FMI/hace/critica/demoledora/actuacion/etapa/Rato/elpepueco/20110209elpepueco_8/Tes

El Fondo Monetario Internacional vivió en una burbuja en la que reinaba el optimismo mientras se gestaba la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión. Un informe interno hace una crítica despiadada a la actuación del organismo entre 2004 y 2007, un periodo en el que tuvo tres directores gerentes, pero que cubre toda la etapa en la que Rodrigo Rato estuvo al frente de la institución (del 7 de junio de 2004 al 1 de noviembre de 2007). La conclusión es demoledora: las deficiencias internas impidieron prevenir la crisis.
"El FMI no anticipó la crisis, su ritmo ni su magnitud y, en consecuencia, no pudo advertir a sus miembros", reconoce el informe de su auditor. El Fondo puso como ejemplo a seguir alguna de las prácticas más destructivas, desoyó las señales de alerta y tuvo una doble vara de medir. Mientras era muy duro con los países emergentes, se mostraba complaciente con los países ricos, en especial Estados Unidos, que acabó siendo el foco de la crisis.
Entre las causas que impidieron al FMI alertar sobre los riesgos, el informe cita múltiples deficiencias organizativas, batallas internas, falta de comunicación, sesgos analíticos, presiones políticas, autocensura, y falta de supervisión y control por parte de la dirección del Fondo. El informe, elaborado por la Oficina de Evaluación Independiente (IEO, por sus siglas en inglés) del fondo, reconoce que muchos de esos problemas no aparecieron con Rato, sino que se han ido arrastrando en el organismo durante más de una década. Rato, actual presidente de Caja Madrid, dejó el organismo año y medio antes de concluir su mandato por razones personales.
Los informes de evaluación del FMI no tratan de hacer un balance de los logros y los fracasos, sino básicamente de señalar lo que se hizo mal, lo cual introduce un sesgo negativo. Así ha sido con otros informes sobre la gestión de la crisis asiática o Argentina. Ningún otro organismo internacional ni las autoridades monetarias y supervisoras hacen ejercicios de autocrítica con una dureza comparable.
Fuentes próximas a Rodrigo Rato ven saludable ese ejercicio de autocrítica, pero indican, por otro lado, que el informe olvida que desde la crisis asiática las competencias de supervisión de la estabilidad financiera no correspondían al FMI, sino al G-7, y dentro de él al Foro de Estabilidad Financiera. Fue en otoño de 2006 cuando el FMI empezó a publicar informes de estabilidad financiera, un encargo que Rato hizo a Jaime Caruana. En esos informes del Fondo sí se alertó de algunos de los riesgos financieros, aunque no se acertó a ver sus repercusiones macroeconómicas.
Las mismas fuentes, además, señalan que el Fondo tiene una capacidad limitada para analizar la salud financiera de los países y que si las autoridades supervisoras de los mismos no le dan la información necesaria o, peor aún, le dan información errónea, el equipo del FMI no puede saber cómo están en realidad las instituciones financieras de esos países. En ese sentido, el propio informe de evaluación señala cómo el FMI intentó varias veces someter a un examen profundo al sistema financiero estadounidense y las autoridades nacionales se opusieron y lo impidieron.

Islandia como modelo.
El informe que acaba de recibir el sucesor de Rato, Dominique Strauss-Kahn, pone ejemplos sangrantes al destacar, por ejemplo, que se pusiera a Islandia como modelo de un sistema financiero "robusto" y "resistente". La historia de cómo la banca islandesa se derrumbó arrastrando al país a una grave crisis es de sobra conocida.
Pero hay errores más graves. El informe recuerda una y otra vez cómo el FMI llegó a recomendar a otros países avanzados que se siguieran las políticas y prácticas de innovación financiera de EE UU y Reino Unido, que acabaron con buena parte de sus sistema financiero en quiebra. El Fondo, en cambio, criticó a los bancos de Canadá (cuyo sector financiero quedó a salvo de la crisis) por no imitar esas prácticas y ser conservadores. Cuando la burbuja inmobiliaria en EE UU estaba a punto de tocar techo, el Fondo aún sostenía que la baja morosidad de las hipotecas residenciales, unida a la titulización del mercado hipotecario, sugerían que "el impacto de un frenazo del mercado de la vivienda sobre el sistema financiero sería probablemente limitado".
El informe se recrea en los errores de diagnóstico acerca del sistema financiero estadounidense. "El sistema financiero de EE UU es resistente y está bien regulado" (2005). "Los principales bancos comerciales y de inversión tienen una sólida posición financiera y el riesgo sistémico parece bajo" (2007). "Los mercados han mostrado que pueden autocorregirse y que de hecho lo hacen (2007)".

Riesgo de crisis inmobiliaria.
El FMI se preocupaba por el déficit por cuenta corriente de EE UU, pero ponía a su sistema financiero como ejemplo a seguir, alababa las ventajas de la titulización -vender activos, generalmente préstamos, para que puedan ser negociados en el mercado- por su supuesta capacidad de diversificar riesgos y minimizaba el riesgo de una crisis inmobiliaria.
Con respecto al Reino Unido se repitieron los mismos errores. En su último análisis a fondo (fechado en 2006), el FMI aseguraba: "El sistema financiero del Reino Unido es uno de los más fuertes entre las economías avanzadas". Y con la zona euro no acertó mucho más. En su informe del verano de 2007, justo cuando se avecinaba la crisis, su informe decía: "Las perspectivas son las mejores en años La economía está lista para un periodo de crecimiento sostenido".
El sistema de supervisión del FMI, a partir de las revelaciones del informe, era muy superficial. Se partía de la base, explica, que los mercados gozaban por lo general de buena salud y que las grandes firmas financieras podrían capear cualquier temporal, lo que provocó que no hubiera un sentido de urgencia para hacer frente a la escalada del riesgo ni se preocuparan por su impacto. Tampoco se prestó la debida atención a los riesgos de contagio de una crisis con origen en las economías ricas.

En España sí acertó: Algunas de las voces de alarma vinieron del departamento financiero, donde Rato tenía a Jaime Caruana como hombre de confianza. También Raghuram Rajan, uno de los economistas más valorados por Rato, alertó sobre los riesgos de la innovación financiera. Esos riesgos tuvieron reflejo en los informes de estabilidad financiera, pero el informe presentado hoy concluye que quedaron eclipsados por otros informes optimistas y que el FMI nunca hizo un análisis profundo del problema ni le dio el seguimiento debido. El Fondo sí acertó al identificar la burbuja inmobiliaria en España, los problemas en algunos países pequeños y al prevenir sobre los desequilibrios globales que, en su opinión, podían provocar una fuerte caída del dólar y hundir a la economía global en una recesión. Pero no se trazó un vínculo con la acumulación del riesgo en el sistema financiero.
Además de resaltar los fallos de diagnóstico, el informe analiza la "compleja interacción de factores" que causaron esa pobre actuación del FMI. El informe cita el pensamiento grupal, la "captura intelectual", la opinión dominante de que una crisis financiera era improbable en una gran economía avanzada, la falta de análisis adecuado, la débil gobernanza interna, la falta de incentivos para trabajar en común entre las diferentes áreas y exponer ideas críticas, las presiones políticas, la autocensura y un proceso de supervisión inadecuado como causas de los fallos.
Fuentes próximas a Rato creen que hay algo de cierto y algo de exageración en ese diagnóstico. La separación en departamentos es un problema que se arrastraba de tiempo atrás y Rato lo que hizo fue unificar las áreas de mercados y de finanzas en 2006. En cuanto a las supuestas presiones y problemas de autocensura, dichas fuentes recuerdan que nunca aparecieron en las encuestas internas, que Rato tuvo algunos enfrentamientos abiertos con varias autoridades nacionales y que promovió que se diese más notoriedad a los informes del Fondo sobre los grandes países. También consideran injusto que se eleve a categoría alguna declaración concreta de algún empleado sin mayor comprobación.
El informe agrupa esas causas del fracaso del FMI en cuatro bloques. En primer lugar, la debilidad analítica, no por falta de preparación del personal, sino por otros problemas. Así, se citan sesgos que tienen que ver con el pensamiento grupal, el consenso sobre la validez de la autorregulación y el mercado para evitar crisis financieras en países desarrollados. Además, reconoce lo que denomina "captura intelectual", el hecho de que sus economistas eran de algún modo rehenes de la influencia de las autoridades de países avanzados. Además, sus enfoques analíticos y metodológicos fueron inadecuados.

Problemas de organización.
En segundo lugar, el informe relata los problemas de organización, existentes desde la llegada de Rato al organismo. El FMI funcionaba en silos, en compartimentos estancos que evitaban que los departamentos y divisiones compartieran su información. El FMI también hace autocrítica de su cultura insular (que le impedía hacer caso de aportaciones externas) y del choque cultural entre sus macroeconomistas y sus expertos financieros.
Un tercer problema fueron las deficiencias de gobernanza interna. Los empleados entrevistados denuncian que lo que se esperaba de ellos es que confirmasen las ideas dominantes y que expresar opiniones críticas podía arruinar a uno su carrera. Expresar ideas conformistas no se castigaba aunque fueran equivocadas y los empleados tenían la impresión de que si expresaban opiniones críticas contra los grandes países serían desautorizados por la dirección. La alta rotación de personal y las batallas internas completaban el panorama.
El cuarto bloque de problemas era el de las presiones políticas, abiertas o implícitas, que acababan conduciendo a la autocensura. Muchos empleados creían que no podían ser críticos con los principales accionistas del Fondo (de los que el mayor es EE UU). "Los empleados percibían que en caso de desacuerdo, la dirección acabaría apoyando la posición de las autoridades de los países y no la de sus empleados", dice el informe. Ese problema no se daba con los países pequeños, a los que era más fácil criticar y en los que el nivel de acierto fue mayor.

Crítica constructiva.
Como indica Strauss-Kahn, el informe vuelve a poner de manifiesto que el FMI no estuvo a la altura de anticipar la crisis con la suficiente antelación ni de una manera efectiva. Y por eso espera que esta evaluación se tome como una aportación constructiva para mejorar la calidad de la supervisión.
Algunas de las reformas en curso responden a las inquietudes planteadas en la evaluación. En este sentido, se cita un nuevo ejercicio de alerta temprana y de vulnerabilidad para las economías avanzadas, una mayor integración del análisis y del mensaje del informe sobre perspectivas económicas y el de estabilidad, la elaboración de un informe regular sobre la estabilidad de países sistémicos así como de riesgo de contagio entre economías.
El FMI es franco respecto al pasado, y mirando al futuro admite que aún queda mucho por hacer. En este sentido, Strauss-Kahn cree importante que el organismo se capaz de aglutinar una mayor diversidad de ideas en sus análisis y trate de integrar las voces que difieren de la opinión general. En paralelo, se trata de conseguir que los analistas del Fondo "conecten puntos" a la hora de discernir el riesgo y las vulnerabilidades.
Si quieren leer el informe original pueden hacerlo aquí.

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