DIEGO A. MANRIQUE 24/01/2011
El sábado 22, Sam Cooke hubiera cumplido 80 años. Oigo la respuesta: ¿Sam qué? Simplificando, la voz más cálida, más dúctil, más emocionante del siglo pasado. Escucharle es como paladear chocolate caliente derramado sobre un helado: un torrente de dopamina.
Pero entiendo que las circunstancias conspiran contra su recuerdo. Tuvo una muerte sórdida, con 33 años. Grabó muchísimo pero desapareció justo cuando cuajaba la música que él estaba anticipando, el soul. Apenas llegó a hacer los discos personales que prometía. Se ha quedado reducido a una presencia fantasmal: la voz radiofónica que entona Wonderful world y provoca la escena del granero en Único testigo, Harrison Ford bailando con la chica amish. Algunos pesos pesados todavía le reivindican. Lo hizo Barack Obama en Chicago, cuando se proclamó vencedor de las presidenciales: citó su A change is gonna come, fondo de tantas batallas por el fin de la discriminación. Simbólicamente, llegaba el gran cambio que soñó Sam.
La génesis de ese himno revela los recovecos del tráfico entre creadores blancos y negros. En actos a favor de los derechos civiles, Cooke escuchó impresionado una plegaria dylaniana: aunque ahora suene desgastada por el uso, Blowin' in the wind podía entonces unir multitudes. Sam decidió que aquel movimiento necesitaba algo similar, pero empapado de la sensibilidad afroamericana. Compuso A change is gonna come con el sonido y el lenguaje de las iglesias negras.
Cooke protagonizó desafíos tan audaces como la decisión de electrificarse de Dylan. Niño prodigio del gospel, solista de los sublimes Soul Stirrers, conmocionó al mundo religioso al pasarse a la música profana en 1956 (primero, con seudónimo). Ya decidido a volcarse en el pop, alternó el repertorio más juvenil con el material para adultos. Cooke aspiraba a hacerse un hueco en el circuito de los nightclubs, tipo Copacabana. Hoy nos sugiere conservadurismo estético y vital pero, profesionalmente, tenía sentido cuando los artistas negros solían actuar en antros terroríficos, por cantidades ínfimas.
Disfruto ahora mismo de You send me, triple CD de Not Now/Resistencia que retrata ese momento: 15 temas de ferviente gospel, 39 muestras de sus primeros acercamientos al pop. Aclaro que apreciar hoy a Sam requiere cierto esfuerzo: debió lidiar con arreglos blandos, empalagosos coros femeninos, material inadecuado. Y, con todo, esa voz se imponía.
El asunto se complica ya que grabó para cinco compañías y eso dificulta la confección de antologías panorámicas. Además, sus últimos masters -incluyendo sus producciones para el sello SAR- cayeron en manos del voraz Allen Klein, que luego también arrebataría la obra de los Rolling Stones en los sesenta. Por pura codicia, Klein impidió la edición de un retrato completo del mejor Sam Cooke. Estúpida jugada: dentro de pocos años, todas sus grabaciones estarán en el dominio público y cualquiera podrá prepararlo, con más o menos acierto.
En descargo de Klein, se redimió con su generosa participación en la mejor biografía de Sam, Boogie dream, de Peter Guralnick. Un tomo demasiado grueso -749 páginas- para que alguien lo traduzca pero que cuenta minuciosamente su prodigiosa vida y miserable muerte. Y el estrambote escandaloso, cuando la viuda se casaba, pocas semanas después, con uno de los protegidos del cantante.
Esa tragicomedia se desarrollaba en el invierno de 1963-64. Unos meses antes de que triunfara la música que Sam Cooke estaba definiendo vocalmente. El soul de Otis, Smokey, Solomon, Marvin, Bobby Womack, Al Green. Hay que fijarse pero, flotando sobre todos ellos, allí está Sam, pulcro y risueño.
http://traslabarraderick.blogspot.com/2010/12/sam-cooke.html
Elvis, el gran Rey Del Rock, decía que todos venían del gospel. Los Beatles, los Stones, Johnny Cash o el mismo. Todos venían del gospel, y
tenía gran parte de razón al decir eso.
Uno de los culpables de esa gran importancia del gospel en el R&R y el pop fue Sam Cooke. Considerado como uno de los padres del soul, uno de los más grandes. Este fin de semana, el día once, se cumplieron cuarenta y séis años de su muerte. De su asesinato, para ser más exactos. Murió tiroteado, en ropa interior, en un hotel barato de California. Triste final para una de las mejores voces y mayores talentos de la historia de la música popular.
En 1963, Sam, un hombre guapísimo y de gran éxito entre las mujeres, se aloja en un motel con una hermosa joven a la que hace pasar por su mujer. Al cabo de unos minutos la joven, de nombre Lisa Boyer sale corriendo de la habitación perseguida por Sam Cooke en calzoncillos. La recepcionista del hotel dispara a Sam Cooke y lo mata. Por si acaso lo remata con un bate de beisbol.
A partir de aquí todo es un misterio. La recepcionista cambia hasta 4 veces de versión. Se dice que dispara varios tiros a bocajarro, pero en el cadáver sólo hay un tiro, certero, en el pecho. El disparo se hizo con una pistola del calibre 22, la recepcionista tenía registrada un arma del calibre 32. Sam tenía encima 3000$ cuando abandonó la fiesta en que se encontraba antes de irse con Lisa al hotel. Nunca apareció el dinero. La recepcionista murió al poco tiempo en un asesinato nunca resuelto. Lisa Boyer fue arrestada varias veces por prostitución y más tarde por matar a un amante... ¿por qué tantas incógnitas sobre la muerte de Sam Cooke?
Sam Cook, sin “e”, era hijo de un pastor de la iglesia evangélica. Pronto empezó a cantar en el coro de la iglesia. Su atractivo y su inconfundible, dulce y seductora voz pronto le hacen destacar y, junto con sus hermanos, forman un grupo de música gospel. Poco a poco Sam se va haciendo popular y acaba formando parte, en 1950 y con tan solo 19 años, del grupo de gospel más exitoso de la época, The Soul Stirrers. El dueño de la discográfica donde graban los Stirrers le ofrece grabar en solitario, pero no gospel, sino música profana.
En aquellos años artistas como Ray Charles o el recientemente fallecido Solomón Burke también estaban empezando a hacer eso: combinar el gospel, una música religiosa, con el rythm & blues, una música profana. A mucha gente no le gustaba, ¿¿¡cómo se permitía Ray Charles cantar “I Got A Woman” como si fuera una canción de iglesia!?? Gracias a Dios que lo hicieron, de otra manera no conoceríamos el rock & roll...
En 1954 Sam Cook se añadió una “e” al apellido y se cambio el nombre por Dale para grabar soul sin que le reconocieran y así poder seguir con su carrera de gospel. Pero su voz era tan bonita que enseguida le descubrieron, y Sam recuperó su nombre, aunque no se quitó la “e” la final de apellido. Pronto empezó a destacar y firmó con una de las mayores discográficas del país. Además de sus dotes como intérprete Sam Cooke destaca porque era compositor de sus propias canciones, algo no muy habitual en la época.
Son unos años complicados. Empieza a haber famosos negros donde antes era impensable. Por ejemplo en Hollywood con Sidney Poitier o Dorothy Dandridge; en música los blancos empiezan a consumir también música negra y la etiqueta “música racial” empieza a desaparecer. Ray Charles, James Brown, Little Richard o el propio Sam Cooke rompen barreras y son respetados y admirados por igual por músicos blancos y negros. Sin embargo en muchos estados todavía existe la segregación racial, escuelas, hoteles, transportes “solo para blancos”. Martin Luther King y Malcom X comienzan a erigirse como líderes del movimiento por los derechos civiles.
A comienzos de los 60, inmerso en este ambiente, Sam Cooke rompe con su discográfica y se convierte en uno de los primeros negros en fundar su propia discográfica. También abandona su agencia de mánagers y firma por otra más grande. Todo iba viento en popa para él, cosechando hit tras hit, ganándose una reputación y siendo uno de los pioneros de todos los cambios musicales que estaban por venir.
En 1963, en un accidente, su hijo de 18 meses muere en una piscina. Es el comienzo del fin. Poco después Sam escucha "Blowin’ In The Wind" de Bob Dylan y se sorprende de que sea un artista blanco el que haya escrito la canción protesta, e involucrada con los derechos civiles, más famosa del momento. Por eso escribe “A Change Is Gonna come” canción que, aunque grabará, nunca llegará a ver publicada, en diciembre de ese mismo año, a los 33 de edad, Sam Cooke muere tiroteado en el Hotel Hacienda.
No se sabe si Sam perseguía a Lisa porque le había robado mientras él se preparaba en el baño (por eso salió en calzoncillos de la habitación), no se sabe si intentó violar a la chica (parece poco probable, porque a Sam no le faltaban amantes y él y Lisa se conocían desde hace semanas), no se sabe que pasó ahí. Nadie quiso investigar demasiado su muerte, a pesar de las versiones que cambiaban y de los evidentes signos de linchamiento y paliza que presentaba el cuerpo de Sam Cooke y que no correspondían con las declaraciones de las dos mujeres.
¿Quién podría querer matar a Sam Cooke? Se barajan varias hipótesis:
- La mafia discográfica que en aquella época, y quizá como ahora también, dirigían el negocio de manera bastante poco ética. Sam desafió a todos intentando controlar su carrera.
- El marido de una antigua amante. Sam Cooke era todo un galán y hacía tiempo que ya no vivía con su mujer.
- El entorno contrario al movimiento por los derechos civiles. Sam Cooke empezaba a politizar su música y declaraciones y era gran amigo de Malcon X.
- La mujer del propio Sam Cooke, abandonada hace tiempo por el mujeriego de su marido y que en poquísimo tiempo se casó de nuevo. No sin antes malvender los derechos de las canciones de su marido a Allen Klein, quien más tarde sería manager de los Rolling Stones y los Beatles, y que acabó pleiteando con ambos grupos, acusado de robarles por cierto.
Turbia muerte para un grande.
Después de muerto se publicó su canción “A Change Is Gonna Come”. Una maravilla, una canción superlativa, y una de las primeras (¿la primera?) canciones protesta escrita por un negro.
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