viernes, 19 de noviembre de 2010

PREMIOS LIBREROS DE MADRID

Finalistas del Premio Mejor Libro del año 2010
http://www.librosylibretas.com/finalistas-del-premio-mejor-libro-del-ano-2010/

Ya conocemos los cinco candidatos que optan al Premio Mejor Libro del Año 2010. Son los siguientes: José María Guelbenzu con El amor verdadero (Siruela), Dennis Lehane con Cualquier otro día (RBA libros), Manuel Chaves Nogales con La agonía de Francia (Libros del Asteroide), Stella Gibbons con La hija de Robert Poste (Impedimenta) y Leonardo Padura con El hombre que amaba a los perros (Tusquets Editores).
El premio, convocado por el Gremio de Libreros de Madrid, se falló el día 14 de octubre, y el correspondiente galardón será entregado en noviembre, en un acto que se celebrará en la capital.

Madrid, 15 de octubre de 2010
Los jurados de los premios anuales del Gremio de Libreros de Madrid se ha reunido esta semana para elegir los ganadores de los Premios Libro del Año, Álbum Ilustrado y Premio Leyenda. El jurado del Premio Libro del Año, reunido ayer 14 de octubre, ha decidido conceder el premio a la obra Cualquier otro día, de Dennis Lehane y editado por Editorial RBA. El jurado ha considerado la novela como un relato histórico con tintes de novela negra que supone la confirmación de una de las voces más interesantes de la narrativa norteamericana actual, heredero del mejor James Ellroy. Dennis Lehane es autor de reconocidas obras como Un trago antes de la guerra y Mystic River además de guionista de varios episodios de la afamada serie televisiva The Wire. Así mismo, el jurado ha designado como finalistas las obras: El hombre que amaba los perros, de Leonardo Padura editado por Tusquets; El amor verdadero, de José María Guelbenzu, de Editorial Siruela; La agonía de Francia, de Manuel Chávez Nogales, editado por Los libros del Asteroide; La hija de Robert Poste de Stella Gibbons, de editorial Impedimenta.
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http://uncadaverenmiblog.wordpress.com/2010/02/20/cualquier-otro-dia-rba-2010-de-dennis-lehane/
Tras escribir la quinta novela de la serie protagonizada por los detectives Patrick Kenzie y Angela Gennaro, Dennis Lehane (Boston, Massachusetts, 1966) comenzó una peregrinación por diferentes géneros literarios cuyo último episodio ha sido Cualquier otro día (RBA, 2010), una novela histórica que arranca con la huelga de jugadores de béisbol durante las finales de otoño de 1918 y narra los terribles acontecimientos que tuvieron lugar en Boston, hasta la huelga del departamento de policía de esa ciudad, un año después. Un año y unos acontecimientos de esos que, por enésima vez, cambiarían América y que el autor usará para escribir una novela épica de honor, amistad, lealtad, traición y amor.
Lejos de la serie de Kenzie y Gennaro –lo mejor del autor, en mi opinión-, y a pesar de ser menos intrascendente que Shutter Island y no tan demoledora como Mystic River, la impresión con la que me quedo es que Cualquier otro día es su peor novela. Y eso a pesar de que supone un retorno a los temas clásicos de Lehane: la familia, la educación, las relaciones entre padres e hijos, el ejemplo, el amor, el deber; y también los irresolubles dilemas morales, tan típicos del autor de Boston pues, como él mismo reconoce cuando siento que no tengo respuesta [al dilema moral] es cuando suceden mis mejores dramas. Pero creo que se ha metido en un jardín del que no ha sabido cómo salir; que se encontraba tan fascinado por los hechos que relata y tan satisfecho con su técnica de narrador, que por el camino se le ha olvidado escribir la novela. Demasiada ambición, demasiados acontecimientos encadenados que no tienen más relación que el haberse sucedido cronológicamente y demasiado poco argumento original para 700 páginas de novela.
Pero el bostoniano es una de mis debilidades. Ya en en prólogo, cuando Babe Ruth y el resto de los Red Sox salen a estirar las piernas aprovechando una parada del tren que les lleva camino a Boston, se percibe que estamos en una novela de Lehane . Porque en sus novelas se huele el humo de las fábricas, la pólvora, el sudor y el alcohol, grandes cantidades de alcohol; se respira la rabia, se siente la desesperación y se palpa la testosterona; se oye el crujir del bate cuando golpea la bola y los huesos al partirse en el fragor de la pelea. Lehane tiene un talento excepcional para captar atmósferas y cuando la mirada del escritor recorre los barrios, las calles, los bares y los domicilios de Boston, la del lector se ve arrastrada a acompañarle. Y por eso Lehane me parece imprescindible. Y tal vez por eso, un día le van a publicar la lista de la compra, la crítica se la va a celebrar y Hollywood se va a hacer con los derechos.
Pero la novela histórica es un campo minado. Creo que fue a Horacio Vázquez Rial a quien le leí que toda novela es, por definición, histórica. Los hechos están en las hemerotecas pero la manera de entender el mundo, los valores de la época, eso es tarea del autor captarlo y en el caso que nos ocupa no ha podido evitar el impregnar a los protagonistas con su mentalidad del siglo XXI. Y cuando Lehane afirma que podemos investigar el presente a través de nuestro pasado, es difícil no darle la razón, pero me pregunto si realmente hay algún paralelismo entre el terrorismo islamista del siglo XXI y el anarquista de principios del XX; entre los sindicatos de hoy y los de hace un siglo; y si no es engañosa la condescendencia con la que, una vez que están definitivamente derrotados, contempla los movimientos revolucionarios filo soviéticos del terrible siglo XX.
Hay algo muy bueno en la novela histórica: su capacidad para despertar la curiosidad del lector hacia épocas y ambientes que desconoce. Mientras tanta gente luchaba por su supervivencia, algo surgía con fuerza y su banalidad destacaba ante tanta miseria. Tras terminar la temporada de béisbol de 1919, Babe Ruth, que habría de ser reconocido como el mejor bateador de la historia y la primera gran celebridad del deporte profesional en EE.UU., fue traspasado de los Red Sox de Boston a los Yankees de Nueva York en la que ha sido considerada como la peor negociación de la historia del deporte profesional en EE.UU. Una puñalada en el costado de los aficionados bostonianos que no volverían a ganar una Mayor League de béisbol hasta casi un siglo después. Porque lo que no previeron los gestores del club bostoniano es que America había cambiado, una vez más. Entre huelgas, corrupción, epidemias mortales, emigración masiva, terrorismo revolucionario, inflación, desempleo y soldados que volvían de Europa, la vida seguía su curso. Y había nacido el entertainment.

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