martes, 23 de noviembre de 2010

MORIR POR LA ÓPERA


Don Carlo es una ópera de Giuseppe Verdi, con libreto original de François Joseph Méry y Camille du Locle, basado en el drama Dom Karlos, Infant von Spanien de Schiller. La Ópera de París se la encargó a Verdi como parte de los actos que rodearían a la Exposición Universal de 1867. Fue finalmente estrenada en París, el 11 de marzo de 1867. La versión francesa está dividida en cinco actos y el estilo de la obra se amolda a la Grand Opéra francesa. Después del estreno francés, Verdi redujo la obra a cuatro actos y utilizó la traducción del libreto al italiano de Achille de Lauzieres y Angelo Zanardini. El estreno italiano tuvo lugar en La Scala de Milán el 10 de enero de 1884. Esta versión es quizás la más conocida y representada, y lleva el nombre de Don Carlo. Dos años más tarde Verdi decide escribir una tercera versión, rescatando el primer acto y suprimiendo otros partes (como el ballet que siempre se incluía en una ópera francesa). Esta versión se estrena en Módena el 26 de diciembre de 1886, y es la que se ha venido representando con más frecuencia. La ópera fue poco representada durante la primera mitad del siglo XX, pero durante el período de posguerra se ha convertido en parte del repertorio de ópera estándar. Se han hecho varias grabaciones de la versión francesa e italiana, y se representa con regularidad. En España se estrenó el 27 de enero de 1870, en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, cantada en italiano. El 27 de enero de 2007, en el mismo teatro, se estrenó por primera vez en España la versión en francés completa. La ópera se desarrolla en el bosque de Fontainebleau, París (en el primer acto de la versión de cinco actos) y en España, aproximadamente en 1560, durante el reinado de Felipe II de España. Los hechos históricos rodean y dirigen gran parte del drama. Para Verdi esta ópera representaba la lucha de la libertad contra la opresión política y religiosa, representadas en los personajes de Felipe II y el Gran Inquisidor. Los hechos referenciados son el tratado de paz de Cateau Cambrésis que ponía fin a la guerra entre España y Francia, reafirmado con el matrimonio de Felipe e Isabel de Valois, quien antes había estado prometida con el Príncipe Carlos, la Contrarreforma, la Inquisición y la rebelión de los calvinistas en Flandes, Brabante y Holanda.
Una de las circunstancias más curiosas que rodean el estreno de esta Opera es que, como ya le ocurriera a Wagner, tanto la Opinión Popular, como la Crítica más especializada, se ensañaron con Verdi, y con la aparente irreverencia de la obra en tanto que no respetaba a priori los cánones que toda obra con aspiraciones a ser estrenada en París debía cumplir, a saber: presentar una irrenunciable estructura en cinco partes; no contener ningún dialogo prosaico, o que es lo mismo, estar totalmente cantada y, por supuesto, contener un ballet en el tercer acto; en ése y sólo en ése. El no cumplimiento de tales exigencias por parte del autor, unido al hecho de la presencia como invitada excepcional de la Infanta española, hicieron del día después del estreno un auténtico calvario para el autor quien, sin duda no supo medir correctamente las implicaciones de estrenar una obra en la que la Corte Española de Felipe II, incluido el propio monarca, a quien veladamente se acusa en la obra de ser el culpable de la muerte del Infante Don Carlos, no sale lógicamente bien parados.
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*L'Infant Carlos, notre esperance.

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