domingo, 25 de abril de 2010

DE NUEVO GARZÓN



Mientras en España se suceden las manifestaciones en apoyo al juez Baltasar Garzón y otro tanto ocurre en otros países como Argentina, Portugal o Francia, aquí arrecia la polémica de si es constitucional o democrático "presionar" al tribunal que ha de juzgar a Garzón. Rajoy, como es de rigor, clama que las manifestaciones son antidemocráticas. A ver, si aceptamos que pudieran serlo, ¿qué ocurre con las de la Iglesia y el PP en contra de LEYES APROBADAS POR EL PARLAMENTO, o sea leyes aprobadas por todos los españoles (¿no funciona así la democracia donde el poder reside en el pueblo?), donde salían a la calle con parcantas diciendo de todo y en contra de todo? ¿no son estas manifestaciones antidemocráticas? ¿no es antidemocrático atacar a una parte de la sociedad porque, simplemente, no son como a ellos les gustaría que fueran...? llámense gays y lesbianas -matrimoniados o no-, madres solteras, personas que apoyan el aborto, avances genéticos, etc. ¿No es antidemocrático poner la mano en el fuego por Jaume Matas o similar y que luego te salga rana? ¿dónde están las responsabilidades? ¿cuándo responderán estos políticos -de un lado u otro- con su patrimonio por las barbaridades que nos hacen a los españolitos de a pie?
No soy abogado ni constitucionalista, así que ignoro si manifestarse a favor de Garzón es antidemocrático o no. Ahora, juzgarlo por una denuncia de Falange Española desde luego muy muy democrático no lo parece. Y no debemos olvidar nunca, seamos franquistas, rojos, monárquicos, republicanos, anarquistas, verdes, rosas, negros o blancos, que en el 36 hubo en España un gobierno salido de las urnas y que fue un golpe de estado, GOLPE DE ESTADO, no un "pronunciamiento" ni eufemismos de ese tipo, que acabó en guerra civil. ¿Por qué la Historia ha de olvidar esta premisa? Los 40 años de Franco derivaron de una guerra civil tras un golpe de estado. Sólo tengo el sentido común para juzgar estos actos y, desde luego, estoy a favor de Garzón y en contra de que lo juzguen. Y a los trasnochados ¡que les den!
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La Guerra Civil Española fue un conflicto social, político y militar que tuvo lugar en España entre el pronunciamiento del 17 y 18 de julio de 1936 y el último parte de guerra firmado por Francisco Franco el 1 de abril de 1939. Los bandos en contienda se denominaron a sí mismos bando nacional (el vencedor, organizado en torno a los militares sublevados) y bando republicano (el perdedor, que se fue constituyendo en torno al gobierno de la Segunda República Española, ejercido por el Frente Popular desde las elecciones de febrero de 1936); mientras que recibían de su contrario los adjetivos de fascista y rojo, respectivamente. En líneas generales, se identificaban respectivamente con la derecha política y la izquierda política, las clases altas (que en zonas de pequeña propiedad agrícola -Galicia, Castilla la Vieja, Navarra- contaban con apoyos más amplios) y el movimiento obrero (muy dividido, que protagonizó durante la guerra una frustrada Revolución española y violentos enfrentamientos internos), la iglesia católica y el anticlericalismo (con significativas excepciones, como el nacionalismo vasco), y con distintas ideas de España y opciones de organización territorial, de forma de Estado o de su misma existencia. La Guerra Civil Española ha sido considerada en muchas ocasiones como el preámbulo de la Segunda Guerra Mundial, puesto que sirvió de campo de pruebas para las potencias del Eje y la Unión Soviética, además de que supuso un desenlace, principalmente a raíz de la llamada Revolución social española de 1936, entre las principales ideologías políticas de carácter revolucionario y reaccionario (o contrarrevolucionario) que entonces se disputaban en Europa y que entrarían en conflicto poco después: el fascismo, el carlismo, el constitucionalismo de tradición liberal burguesa y el Socialismo de Estado del PCE y la Komintern (liderada por el régimen de Stalin en la URSS), y los diversos movimientos revolucionarios: socialistas, comunistas, comunistas libertarios, anarcosindicalistas o anarquistas, y poumistas. Los partidos republicanos no revolucionarios defendieron el funcionamiento democrático parlamentario del Estado por medio de la Constitución vigente, la Constitución de la República Española de 1931. Los anarquistas de la CNT (y muchos comunistas del POUM) defendían la implantación de un modelo libertario, aunque tuvieron que renunciar a todo su esquema teórico al aceptar la participación en el gobierno a finales de 1936. Los nacionalistas defendieron su autonomía o planteamientos secesionistas. La mayoría de revolucionarios buscaban bien implantar la dictadura del proletariado, o bien eliminar la coerción de cualquier estructura jerárquica, fundamentalmente a través de una economía de carácter comunista y autónomo, y una organización política basada en órganos de base y comités, sintetizado todo ello en la consigna del comunismo libertario. Muchos militares sublevados y los falangistas defendieron, en palabras del propio Franco, la implantación de un Estado totalitario. Los monárquicos pretendían la vuelta de Alfonso XIII. Los carlistas la implantación de la dinastía carlista, etc. En ambos bandos hubo intereses encontrados. De hecho, estas divisiones ideológicas quedaron claramente marcadas al estallar la Guerra Civil: los regímenes fascistas europeos (Alemania e Italia), Portugal e Irlanda apoyaron desde el principio a los militares sublevados. El Gobierno republicano recibió el apoyo de la URSS, único país comunista de Europa, quien en un primer momento movilizó las Brigadas Internacionales y posteriormente suministró equipo bélico a la República. También recibió ayuda de México, donde hacía poco había triunfado la Revolución mexicana. Las democracias occidentales, Francia, el Reino Unido y Estados Unidos, decidieron mantenerse al margen, según unos en línea con su política de no-confrontación con Alemania, según otros porque parecían preferir la victoria de los sublevados. No obstante, el caso de Francia fue especial, ya que estaba gobernada, al igual que España, por un Frente Popular. Al principio intentó tímidamente ayudar a la República, a la que cobró unos 150 millones de dólares en ayuda militar (aviones, pilotos, etc.), pero tuvo que someterse a las directrices del Reino Unido y suspender esta ayuda. En cualquier caso, esta alineación de los diferentes países no hacía más que reflejar las divisiones internas que también existían en la España de los años 1930 y que sólo pueden explicarse dentro de la evolución de la política y la sociedad española en las primeras décadas del siglo XX.
El número de víctimas civiles aún se discute, pero son muchos los que convienen en afirmar que la cifra se situaría entre 500.000 y 1.000.000 de personas. Muchas de estas muertes no fueron debidas a los combates, sino a las ejecuciones sumarias, paseos, que ambos bandos llevaron a cabo en la retaguardia, de forma más o menos sistemática o descontrolada. Los abusos se centraron en todos aquellos sospechosos de simpatizar con el bando contrario. En el bando nacional se persiguió principalmente a sindicalistas y políticos republicanos (tanto de izquierdas como de derechas), mientras en el bando republicano esta represión se dirigió preferentemente hacia los falangistas, burgueses, aristócratas, militares, simpatizantes de la derecha o sospechosos de serlo, sacerdotes y laicos de la Iglesia Católica, llegando a quemar conventos e iglesias y asesinando a trece obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos, 263 monjas y millares de personas vinculadas a asociaciones confesionales o meramente católicas practicantes. Es incalculable la pérdida en el patrimonio histórico y artístico de la Iglesia Católica, pues se destruyeron unos 20.000 templos —entre ellos varias catedrales— incluyendo su ornamentación (retablos e imágenes) y archivos. Tras la guerra, la represión franquista se cebó con el bando perdedor, iniciándose una limpieza de la que fue llamada España Roja y de cualquier elemento relacionado con la República, lo que condujo a muchos al exilio o a la muerte. La economía española tardaría décadas en recuperarse. Los simpatizantes republicanos vieron la guerra como un enfrentamiento entre «tiranía y democracia», o «fascismo y libertad», y muchos jóvenes idealistas de otros países participaron en las Brigadas Internacionales pensando que salvar a la República Española era la causa idealista del momento. Sin embargo, los partidarios de Franco la vieron como una lucha entre las «hordas rojas» (comunistas y anarquistas) y la «civilización cristiana». Pero estas dicotomías son, inevitablemente, simplificaciones: en los dos bandos había ideologías variadas, y muchas veces enfrentadas (por ejemplo, anarquistas contra comunistas en uno, falangistas contra monárquicos y carlistas en el otro).

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