viernes, 5 de marzo de 2010

EL CORAZÓN DE LA TORTURA

Me escribe mi tía para hablarme de un libro, "El corazón de la tortura", escrito por Javier Montilla, donde se analizan los derechos de los animales. Ahora me resta decidirme a leerlo, pues con los años me he vuelto mucho más sensible, más cobarde, -o las dos cosas-, y cada vez me cuenta más leer cosas desagradables. Les dejo unas reseñas sobre el ensayo.


El autor, Javier Montilla, analiza en una obra transgresora y valiente un tema muy controvertido y sustenta las razones por las que los animales deberían tener derechos y porqué se tendría que abolir la tauromaquia.
Filósofos y pensadores, juristas y algunos políticos a nivel mundial han convertido el tema de los derechos de los animales como objeto de debate público, abriendo las puertas y dejando que pase el aire también en los medios de comunicación. Es aquí, en los medios, donde se libra la batalla de la cultura. Educar y transmitir valores es parte fundamental de los medios de comunicación, a la vez que informar, y un gran número de columnistas y periodistas dedican páginas a hacer pedagogía sobre los derechos de los animales.
Javier Montilla expone en “El corazón de la tortura”" que es necesario construir puentes, para reflexionar. Pretende que el libro sea un bálsamo de ideas para aquellos que creen que en la medida en que los animales carecen de autonomía, y que son incapaces de liderar sus propias vidas, podemos utilizarlos como sumisión del hombre.
El corazón de la tortura está dividido en dos partes, bien diferenciadas entre sí. La primera parte “Malaika” es una invitación expresa a profundizar y a reflexionar. Malaika es como llaman a los ángeles en swahili. Así que el autor sugiere que se intente leer esta primera parte con una perspectiva de alturas, donde se pueda converger o divergir. Pretende ser una voz profunda que quiere incidir en todos los planteamientos, cánones, culturas ancestrales y mitos que se han generado para considerar a los animales meros objetos etiquetados con precios y con patente de corso para el hombre. Una forma de entender una vida que ha conducido a los animales a un eterno Treblinka, como se expone en la segunda parte. Ciertamente, el autor no quiere menospreciar todo lo acontecido en el campo de exterminio durante el holocausto nazi, pero la situación que viven muchos animales es muy parecida a la acontecida en el infierno polaco.
Porque como afirma el autor, la realidad no es otra que millones de animales mueren diariamente víctimas de los hábitos de nuestra sociedad. Muchos mueren solos, asustados, esperando su turno en el matadero mientras ven morir a los que estaban por delante en la fila, quizás sin conocer su negro destino. Otros muchos mueren en laboratorios, víctimas de una ciencia mal entendida que antepone los beneficios económicos al interés por los experimentos alternativos. Millones más son asesinados y despojados de su piel, que acabará convertida en prendas de vestir innecesarias, para las que existen alternativas sintéticas o vegetales. Para nuestro jolgorio y para representar nuestra parte más sádica, mueren más y más animales: En ruedos de plazas todavía no abolidas. En fiestas que en nombre de la cultura y la tradición, e incluso en el nombre de algún Dios y de alguna Virgen, creen tener carta blanca para torturar a inocentes animales indefensos. En circos, zoológicos y acuarios, donde mueren tras una vida en reclusión, condenados por el delito de no pertenecer a nuestra especie humana. Su muerte es el punto final a unas vidas cuyo valor es medido por la cantidad de beneficios que generan: Viven hasta que valgan más muertos que vivos. Una vida en la que sus necesidades no cuentan. No cuenta ni siquiera la necesidad de crecer con sus familias o de ver la luz del sol. Son tan sólo las víctimas de una sociedad que vive en la inconsciencia.

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