viernes, 26 de marzo de 2010

DE REBOTE

Quien me conoce bien sabe que no me cuesta llorar, que soy de esos que lloran hasta en los Telediarios; imagino, aunque ya ni lo recuerdo, que debí faltar a todas las clases que daban a mi generación donde enseñaban las consignas de "los hombres no lloran", "llorar es de niñas" o "sólo son sensibles las mujeres" y estupideces como esas. Más tarde, afortunadamente, llega el uso de razón y la capacidad de duda y una acaba siendo como le da la gana, o como puede o como sea. En fin, que uno es como es y se acabó, llorón o no.
¿A qué viene este preámbulo? Pues bien, ¿puede una simple imagen -justo antes de que se acabe una película- provocar profundos sentimientos por un momento? pues sí, por lo menos a mi me ha ocurrido hace un rato.
En casa, hoy viernes sin ganas de planes, sin mucho dolor, sin coche y con las perras ladrando a los gatos del vecino, que parecen estar en celo, decidí ver una película que luego fueron dos. La primera es de las que se olvidan ipso facto, la segunda es de la que hablo, titulada "The Rebound". Una comedia sin mayores pretensiones, donde comparten sus vidas una ama de casa recién divorciada, sus dos hijos pequeños, el joven babysitter y Nueva York, y en el que dos manos que se rozan debajo de una mesa es capaz de emocionar. THE END

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