El desasosiego te invade desde el primer minuto de la película. Todo es negro o gris, excepto los flashbacks; personajes sin nombres, sonidos lejanos casi irreconocibles, suciedad, terror. El ser humano en estado puro, esta vez vagando por la carretera y mostrándonos a lo que puede llegar el hombre, pero sin juzgarlo. La dura novela "The Road" (La Carretera) de Cormac McCarthy, premio Pulitzer 07, se plasma en la pantalla de una manera no menos dura, apabullante. No hay descanso desde que empieza hasta los títulos de credito. Piensas, piensas, piensas...
***
Crítica del libro extraida del blog sobre libros y literatura: http://librodenotas.com/textosdelcuervo/13031/la-carretera
La soledad que procede del silencio de los muertos, ese del que los únicos sonidos son recuerdos de una estructura ahora inerte. La soledad de la ceguera, cuando la luz es unos párpados pesados entreabiertos. La soledad del miedo, uno constante y sin reposo, uno que convierte cada sombra mortecina en una hiena. La soledad que se genera en la putrefacción de la esperanza.
Sigo, una semana después, tocado por la lectura de La carretera, última novela de Cormac McCarthy y única del autor que he leído. Es un texto apabullante, tremendo, tan terrorífico como tierno. McCarthy coge una trama típica de la serie B cinematográfica y la convierte en un inmenso cuadro de la naturaleza humana, requebrando todas y cada una de las trampas narrativas y estilísticas en que podía caer y utilizando la elipsis con una maestría absoluta. Breves textos se suceden unos a otros como sucede el tiempo de la narración, y el lirismo recorre hasta los pasajes más crudos y ayuda a que el espanto sea hermoso. La sensación es de que nada sobra, de que la mínima acción es la justa y suficiente para que avance la trama y para que no sucumba el lector bajo la angustia. La atmósfera, la soledad definitiva, se crea en las primeras palabras y uno ya no puede despegarse una tensión constante y pesada que perdura más allá del libro.
[Advierto: considero La carretera una noela especialmente recomendada para leer sin saber nada de ella y lo que sigue puede desvelar aspectos importantes del texto] Es curioso: la trama es perfectamente realista, pero en ningún momento utiliza el autor los recursos característicos del estilo, y podría decirse que esa sensación desasosegante de realismo se consigue con métodos totalmente ajenos, tomados algunos de la narrativa fantástica y la poesía. Los diálogos entre padre e hijo son siempre breves, monosilábicos muchas veces, pero desbordan una ternura contenida sin la cual sería insoportable la narración. McCarthy situa a sus protagonistas en el entorno más extremo posible para indagar desde ahí en la esencia de lo humano, y las respuestas son pavorosamente creíbles: hay una maldad casi pura que, sin embargo, se comprende: no tanto el canibalismo como el nihilismo, o el propio padre que sólo controla sus impulsos por la mirada todavía inocente de su hijo; y hay un impulso por la supervivencia que sólo surge ante el abismo: supervivencia propia y, sobre todo, por el vástago: seguir y seguir y aguantarlo todo sólo por una mínima esperanza oculta de que haya algo o algún sitio ajeno al holocausto. Y pasar la última página no ayuda demasiado a la esperanza, pues el narrador nos deja casi como al principio, en el camino.
Sigo, una semana después, tocado por la lectura de La carretera, última novela de Cormac McCarthy y única del autor que he leído. Es un texto apabullante, tremendo, tan terrorífico como tierno. McCarthy coge una trama típica de la serie B cinematográfica y la convierte en un inmenso cuadro de la naturaleza humana, requebrando todas y cada una de las trampas narrativas y estilísticas en que podía caer y utilizando la elipsis con una maestría absoluta. Breves textos se suceden unos a otros como sucede el tiempo de la narración, y el lirismo recorre hasta los pasajes más crudos y ayuda a que el espanto sea hermoso. La sensación es de que nada sobra, de que la mínima acción es la justa y suficiente para que avance la trama y para que no sucumba el lector bajo la angustia. La atmósfera, la soledad definitiva, se crea en las primeras palabras y uno ya no puede despegarse una tensión constante y pesada que perdura más allá del libro.
[Advierto: considero La carretera una noela especialmente recomendada para leer sin saber nada de ella y lo que sigue puede desvelar aspectos importantes del texto] Es curioso: la trama es perfectamente realista, pero en ningún momento utiliza el autor los recursos característicos del estilo, y podría decirse que esa sensación desasosegante de realismo se consigue con métodos totalmente ajenos, tomados algunos de la narrativa fantástica y la poesía. Los diálogos entre padre e hijo son siempre breves, monosilábicos muchas veces, pero desbordan una ternura contenida sin la cual sería insoportable la narración. McCarthy situa a sus protagonistas en el entorno más extremo posible para indagar desde ahí en la esencia de lo humano, y las respuestas son pavorosamente creíbles: hay una maldad casi pura que, sin embargo, se comprende: no tanto el canibalismo como el nihilismo, o el propio padre que sólo controla sus impulsos por la mirada todavía inocente de su hijo; y hay un impulso por la supervivencia que sólo surge ante el abismo: supervivencia propia y, sobre todo, por el vástago: seguir y seguir y aguantarlo todo sólo por una mínima esperanza oculta de que haya algo o algún sitio ajeno al holocausto. Y pasar la última página no ayuda demasiado a la esperanza, pues el narrador nos deja casi como al principio, en el camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario