miércoles, 23 de diciembre de 2009

MORIR POR LA ÓPERA

¿Hay algo tan sublime como la ópera? ¿pueda haber tanta emoción como en un aria cantada por María Callas, Montserrat Caballé o Kiri Te Kanawa, por ejemplo? Tuve la suerte de comenzar a asistir a la ópera cuando empecé la universidad, en Las Palmas, pues vivía a dos minutos caminando del Teatro Pérez Galdós. Mi primera vez fue "Semíramis", con Montserrat Caballé, sentado en gallinero y pagando sólo 100 pesetas. Después continué yendo cada vez que empezaba la temporada y tenía mi pequeño grupo de compañeros, con los que no hablaba pero que siempre eran los mismos pues, posiblemente, estaban abonados. Siempre ocupaban los mismos asientos la señora rusa con peluca, el barbero con bigote engominado, el señor alto y serio, etc. Pasaron los años, me mudé, el teatro me quedaba algo más lejos, empecé a dormir poco poque los dibujos me quitaban mucho tiempo y al final terminé arquitectura teniendo una modesta culturilla operística. Con los años he podido asistir a óperas más cómodamente, en butaca, en mejores y peores asientos, en diferentes teatros, clásicas y modernas e incluso bodrios terribles como el último Tannhäuser, precisamente de nuevo en el Pérez Galdós.
En la película "Pretty woman" Richard Gere lleva a Julia Roberts a ver Las Traviata, si no recuerdo mal, y ella se emociona. La ópera es como el sushi, la primera vez la amas o la odias... Yo, a partir de entonces, la amo (y el sushi también).

*Mon Coeur s'ouvre á ta voix. Samson et Dalila, Camille Saint-Säens.

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