lunes, 31 de julio de 2023

SALOMÉ

 

Richard Strauss, "Salomé".
*Danza de Salomé de los siete velos.

LA VIDA Y LOS CAMBIOS

Fangoria, mientras tanto, mira la vida pasar, ¿no hacemos eso todos? Se acaba julio y se acercan inexorablemente cambios sustanciales en mi vida, aumentando el estrés una vuelta de tuerca; a lo hecho pecho. Continué este fin de semana con las cajas que voy a donar a una ONG que recoge ropa para inmigrantes, estos pobres chicos a los que vemos deambulando por las carreteras del norte de la isla. Saco lo que no necesito del armario, lo paso a cajas y, una vez termino la casa parece estar igual, ni se nota. ¿Cuántas cosas tenemos en nuestros armarios que ni sabíamos que existían? En el cribado encontré camisetas que tenía de mi época en Kenya, ¡hace más de 30 años! que, por supuesto, las daba por desaparecidas.
Cuando uno aprende a ser joven va el tiempo y le recuerda la edad sin contemplación alguna, igual que cada domingo nos dice que seguimos siendo unos pringados. Aquí o allá, ya sólo aspiro a la jubilación y a poder mantener, más o menos, una salud que me permita disfrutarla con mis seres queridos, leer, escribir y escuchar música y, si además puedo seguir viajando, pues amén. 
Tears for Fears, *Everybody wants to rule the world.

domingo, 30 de julio de 2023

EL ESTADO JUDÍO Y +


¿Qué es un Estado judío? Israel y su negación de la realidad
La indiferencia de la mayoría de los israelíes ante la ocupación del pueblo palestino y sus tierras define al país, que acaba de cumplir 75 años. El escritor y ensayista David Grossman, nacido en Jerusalén, reflexiona sobre esta indolencia.
David Grossman.
04-07-2023

La respuesta a la complicada pregunta de qué es un Estado judío parece sencilla: la entidad en la que hoy viven los ciudadanos israelíes —tanto judíos como árabes— es un Estado judío. Alberga una mayoría judía decisiva que, en su mayor parte, considera que el Estado es el hogar nacional del pueblo judío; en general, se rige por el calendario judío (el día de descanso nacional es el sábado, el sabbat, y las fiestas y las fechas conmemorativas judías son fiesta nacional); y la lengua dominante es el hebreo, la lengua de la Biblia, en la que está envuelta la identidad del pueblo judío.

En los 75 años de independencia del Estado se han acumulado numerosas capas de vida judeoisraelí que, en realidad, empezaron a formarse años antes de su creación. Una de ellas, por supuesto, es la compleja relación entre la mayoría judía y la minoría árabe. Cada momento de la historia israelí contiene el ADN de la enrevesada, dinámica y turbulenta manifestación del Estado judío que se conoce como Estado de Israel.

Pero, un momento, ¿no estamos olvidándonos de algo?

Hay un elemento que forma parte sustancial de la formación de la identidad de Israel: la indiferencia casi total de la mayoría de los israelíes ante la ocupación del pueblo palestino y sus tierras desde hace más de 55 años. Hay que dejar claro que Israel no es el único responsable de que en las últimas décadas no se hayan hecho verdaderos intentos de resolver el conflicto. Ha habido errores graves tanto de los palestinos como de los israelíes que nos han llevado a lo que ahora parece un callejón sin salida. Pero ahora, cuando celebramos el 75º aniversario de Israel, una ocasión que invita tanto a asombrarse como a reflexionar, debemos examinar si el término “Estado judío” es quizá una forma de olvidarse de la ocupación. Y también debemos preguntarnos si esa barbaridad, olvidar la ocupación y borrarla de la conciencia israelí, es algo que podamos pasar por alto.

“La situación”. Así es —muchos lectores lo saben ya— como los israelíes nos referimos a nuestra relación con los palestinos. Es el nombre que damos a un derramamiento de sangre que empezó hace varias décadas, unas guerras y “operaciones” que nunca acaban de satisfacer su sed, la ocupación, la resistencia, la construcción de asentamientos, el allanamiento —en todos los sentidos de la palabra— y el terrorismo.

La mayoría de las personas que nacieron cuando ya existía “la situación” y han vivido toda su vida en ella perdieron ya hace tiempo cualquier esperanza de que algún día pueda resolverse. Están paralizados por la complejidad de todas sus facetas: los círculos sin fin, la inevitabilidad de la violencia de un lado y la violencia del otro, los eslóganes vacíos que sirven para contar versiones interminables de lo que sucede, la forma de convertir las historias humanas reales en relatos manipuladores, el insulto a quienes ven su esencia vital reducida a un cliché.

Los que nacimos en “la situación” hemos aceptado que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos están condenados a vivir en medio de la violencia y, en muchos casos, a morir por ella. Ya sabemos que la fuerza no garantiza la victoria. Que una espada es un arma de doble filo. Lo sabemos, pero miramos para otro lado. Nos encerramos cada vez más en nosotros mismos y nos dejamos vencer por la apatía y el fatalismo, nos entregamos al consuelo de la religión y a las exageraciones del nacionalismo. Buscamos escapatorias cómodas y accesibles, estrellas que brillan ante nuestros ojos vidriosos, cualquier cosa que nos distraiga de las preguntas terroríficas e inquietantes que suscita el conflicto.

Quienes nos observan nos ven cada vez más pasivos, emocionalmente “neutralizados” (otra palabra espantosa del vocabulario del conflicto). Pero el abismo que hay entre nosotros y la realidad derivada del conflicto no está vacío: lo llena sin cesar un torrente de fuerzas extremistas, nacionalistas y fundamentalistas. Unas fuerzas que hacen todo lo posible —sin detenerse ante nada— para imponer sus objetivos a la mayoría atemorizada y paralizada.

Es peligroso hablar de “las características” de un Estado o una nación, pero se pueden señalar acciones y procedimientos. Un ejemplo claro es la denominada “campaña de asentamientos”, un proceso que ha creado una realidad y ha transformado Israel. El propósito de esta campaña —­geográfica, política, militar y, sobre todo, psicológica—, desde el principio, fue desbaratar las posibilidades de instaurar unas fronteras justas y aceptadas por las dos partes y, como consecuencia, ha impedido y sigue impidiendo llegar a un acuerdo de paz estable que sería fundamental para el destino de Israel. De la misma forma, la religión judía se ha entrelazado hasta tal punto con la política israelí, desde hace décadas, pero, sobre todo, desde la guerra de los Seis Días, que ya no es posible desenredarlas.

Israel cumple 75 años de independencia, pero sigue sin tener unas fronteras permanentes y aceptadas. Desde los primeros momentos, los límites del Estado se han contraído o se han ampliado en función de guerras y operaciones, retiradas y ocupaciones y acuerdos de diversos tipos. Un Estado que carece de fronteras aceptadas vive en constante y peligrosa tensión: entre la tentación de invadir a sus vecinos y el temor a que lo invadan ellos. Esta tensión constante, esta incertidumbre existencial, hace que Israel se parezca algo más a una fortaleza que a un hogar y determina la naturaleza actual del Estado judío.

El judaísmo al que me siento vincu­lado es laico y humanista. Cree en los seres humanos. Lo único que considera sagrado es la vida humana. Los que creen en él consiguen cosas a través del diálogo, jamás mediante la coacción.

En el interior de mi mente hay una frecuencia en la que percibo mi pertenencia al pueblo judío, pero también mi aversión ocasional a esa pertenencia. Siento una enorme afinidad con el destino del pueblo judío y con su gloriosa y terrible historia. Con la lengua hebrea en sus diversas evoluciones. Con la rica cultura que creó. Con su irónico e incómodo sentido del humor.

Al judaísmo con el que tengo un vínculo le repugnan la euforia y la arrogancia que veo en ciertos círculos del judaísmo actual y las fusiones con grilletes que me aprietan cada vez más: la fusión de la religión con el mesianismo, de la fe con el fanatismo, de lo nacional con lo nacionalista y lo fascista.

“La situación”, que sigue multiplicándose, obliga a preguntarse sobre el derecho de Israel a definirse como democracia. Un régimen de ocupación no puede ser democrático; es imposible. Al fin y al cabo, la democracia surge de la honda convicción de que todos los seres humanos son iguales y está mal negar a una persona el derecho a determinar su propio destino.

Los años de ocupación y humillación pueden crear el espejismo de que el valor humano está sujeto a una jerarquía. A la nación ocupada se la acaba considerando inferior, con una inferioridad innata y existencial. El ocupante piensa que sus miserias y su infortunio constituyen un destino teóricamente derivado de su propia esencia (el mismo trato, como sabemos, que han dado siempre los antisemitas a los judíos). Sus miembros son personas cuyos derechos humanos se pueden negar y cuyos valores y deseos se pueden denigrar. Por supuesto, la nación ocupante se considera superior y, por tanto, con un derecho innato a controlar. En esta realidad, a medida que la religión tiene más peso, arraiga la idea de que esa es la voluntad de Dios. Y es fácil entender que, en este clima, la concepción democrática del mundo vaya desvaneciéndose.

Y yo pregunto: ¿Cómo es posible que quienes creen que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza pisoteen esa imagen?

Hoy en día, parece que, para la mayoría de los israelíes, la ocupación y sus repercusiones no provocan ni la más mínima angustia, ni mucho menos un sentimiento de culpa por vivir una vida de mentiras y represión. Casi todos han aprendido, mediante una serie de instintos muy refinados, a “vivir con ello” (tengo la tentación de decir “ignorarlo”). Tampoco es que pensar en la ocupación haya empujado a los ciudadanos israelíes ni a la mayoría de sus gobernantes desde 1967 a tomar medidas para, por fin, empezar a remediar la perversa situación. Nos hemos acostumbrado a ella. Y el Estado de Israel construye su propia imagen y su propio relato con tanta eficacia y tanto hermetismo que ha erigido una barrera impenetrable entre su conciencia y la realidad.

Cuando los judíos estaban dispersos en 70 grupos de la diáspora, soñaban de forma enternecedora con la maravillosa y onírica Eretz Yisrael, la tierra de Israel, e incorporaban ese anhelo a unas vidas cotidianas que muchas veces estaban llenas de privaciones y persecuciones. Benjamín III y su amigo Sendrel, los personajes de ficción creados por Mendele Mocher Sforim en Los viajes de Benjamín III, viven con los pies atrapados en la diáspora mientras sueñan con Eretz Yisrael, a la que están seguros de tener derecho. Muy pronto llegarán a ella, llenarán su estómago de dátiles e higos y verán al rey Salomón utilizando el legendario shamir para cortar las piedras del Primer Templo. “Está todo allí”, dice Benjamín con añoranza, “están todos los lugares”.

Este don excepcional (el que se escenifica en El violinista en el tejado) de creer sin reparos en el poder de la imaginación y ser capaces de negociar con la imaginación para que se haga realidad está volviendo a manifestarse hoy, pero en esta ocasión el violinista está en un carro de combate y el don se utiliza para borrar de nuestra mente la existencia de otra nación, la humillación y los sufrimientos que le infligimos a diario y las injusticias creadas. En esta ocasión, el don nos ayuda a crear unas redes asombrosamente elaboradas para sortear la realidad, que hacen posible que perdure la situación de pesadilla, al parecer sin pagar ningún precio.

En otras palabras: la imaginación, ese órgano metafísico que contribuyó de manera tan decisiva a llevar a cabo la tremenda hazaña de volver a Sion, ahora permite a los israelíes que lo deseen —que, por lo visto, son legión— crearse una imagen de la realidad en la que falta toda una nación: millones de personas que tienen aquí su patria.

Por consiguiente, una de las muchas respuestas posibles a la pregunta “¿qué es un Estado judío?” es: “Un Estado judío es un Estado con la habilidad de vivir una vida plena e intensa al tiempo que se engaña y reprime mientras incurre en una negación total de la realidad”.

La imaginación aviva su propia llama y se convierte en alucinación.

La alucinación se materializa.

Algunos saben cómo moldearla para favorecer sus propios fines.

La realidad se vuelve delirante.

Cada vez más gente se deja atrapar por ella.

Y otros caen atrapados a su pesar.
Sin embargo, ahora que conmemoramos nuestra independencia, me gustaría proponer añadir a la definición de Estado judío una faceta más que, si se aplicara, podría reforzar la identidad y los valores judíos de Israel y mejorar su relación con la gran minoría palestina. “Si se aplicara”, porque hoy no se aplica, o solo en muy escasas circunstancias. Pero es posible que algún día, cuando se resuelva el gran conflicto entre Israel y el pueblo palestino, los ciudadanos judíos y árabes del Estado puedan sentirse dispuestos a alcanzar también una verdadera reconciliación.

Parte de la gran e increíble revolución del regreso de la nación judía a su patria es que ahora debe aprender a ser una mayoría. Debe curarse las heridas de haber sido una minoría perseguida y comprender las obligaciones que tiene una mayoría respecto a las minorías con las que convive. No es un aprendizaje. Implica renunciar a unos bienes concretos y abstractos: la identidad y la autopercepción (renunciar a los estereotipos y los prejuicios es muy difícil). Por ejemplo, exige un cambio drástico de los planes de estudios y una política de protección de las minorías frente a los males del racismo y los delitos de odio.

Estas medidas tienen la capacidad de crear una realidad en la que todas las personas, tanto de la mayoría como de las diversas minorías, puedan florecer, sentirse protegidas, sentirse representadas en todos los sistemas de vida y de gobierno, tener los mismos derechos y obligaciones, vivir con dignidad y equidad, tanto económica como cultural. Entonces podrán sentirse valoradas y capaces de contribuir a la historia de fondo de su propia comunidad sin borrar las de los demás. Podrán curar las heridas del pasado presentes en sus raíces.

Si se toman estas medidas, entonces podremos inscribir en la entrada del Tribunal Supremo y citar con orgullo este versículo: “Una misma ley tendréis; como el extranjero, así será el natural” (Levítico 24:22). Y los laicistas y los ateos, ante la puerta de la Kneset (el Parlamento), leerán con énfasis, como en una oración laica, el versículo allí inscrito: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).

Pero ¿por qué limitarse a reparar la relación del Estado con su gran minoría nacional? ¿Por qué no ir más allá y extender esa aspiración a todas las minorías, todos los grupos desfavorecidos, de cualquier nación, raza y sexo? Los solicitantes de asilo también son una minoría atribulada. Los ancianos al borde de la hambruna también sufren. Igual que los discapacitados, quienes viven por debajo del umbral de la pobreza, los supervivientes del Holocausto. Y cada vez más grupos.

Quizá digan: eso que está proponiendo es un Estado del bienestar; ¿qué tiene de “judío”?

Es judío porque la mayoría de estos deseos, este concepto de sociedad y esta forma de ver la vida ya están expresados en hebreo, en la Biblia. Y ahora, como ya he dicho, se harán realidad en un Estado en el que los judíos son mayoría. El término mayoría, en este caso, no es un mero dato matemático: durante miles de años, los judíos vivieron como una minoría extranjera, sujeta al odio y la sospecha, en países que casi siempre los maltrataron, los persiguieron y los degradaron e incluso intentaron aniquilarlos. Incluso en los países “amigos”, la minoría judía vivía con una sensación permanente de inestabilidad y fugacidad y tolerada a duras penas por la mayoría. La tierra temblaba sin cesar bajo sus pies y a su alrededor siempre se trazaban unas “líneas infranqueables” imaginarias.

Hoy, esa minoría es la mayoría, una condición que entraña una gran responsabilidad y exige sensibilidad, empatía y una capacidad de superar la historia que no tengo claro que poseamos. Y, sin embargo, con que Israel pusiera en práctica solo algunas de las aspiraciones aquí esbozadas, podríamos decir de todo corazón: “Un Estado judío es el hogar nacional del pueblo judío y considera que la plena igualdad de todos sus ciudadanos es la gran prueba humana a la que se somete y la materialización de las ideas de sus profetas y fundadores”.

David Grossman (Jerusalén, 1954) es escritor y ensayista. En 2006 uno de sus tres hijos murió en la guerra entre el Líbano e Israel por un misil de Hezbolá. Defiende el entendimiento entre los pueblos israelí y palestino. Su último libro es La vida juega conmigo (Lumen).

ENÉSIMA DECLARACIÓN DE AMOR


INY
, reza el antiguo eslogan, y no puedo estar más de acuerdo con él.
Anoche soñé de nuevo, uno de esos vívidos tan recurrente en esta etapa vital con tanto desasosiego. No recuerdo ya de qué trataba ni cuán caótico fue, pero ahora, mientras me preparaba mi primer café del día e ingería las pastillas que tocan, esas mismas del "vengo a repetir", frase que se te pega a la vida una vez entras por primera vez en un centro de salud, del que ya no terminas de salir nunca -ya me he vuelto a perder el hilo-, me dio por recordar mis desayunos en Nueva York, sólo o acompañado (mucho mejores, siempre, estos segundos, como el café). Los desayunos más ricos los recuerdo en el Cafe Galaxy, ahora renombrado Galaxy Diner, en la 9ª Avenida, entre las calles 46 y 47. En él, aparte del típico desayuno a base de huevos y baggles, sirven un batido de avena con jugo de naranjas y yogur para chuparse los dedos.
Otras mañanas optamos por el Au Bon Pain, cadena de panaderías y cafés americana con nombre afrancesado, cerca del Park Central, nuestro hotel de referencia en Manhattan. De este lugar recuerdo unos yogures con granola y unos bollos de eso que los americanos saben hacer de maravilla. Quizá sean estos dos lugares los más recurrentes o, al menos, aquellos a los que podría volver de memoria. 
Después recuerdo también desayunos en la cafetería del Edison Hotel, allí de manera más frugal, cereales y jugo de naranja, nada de fritangos (ya iba P conmigo cual Pepito Grillo), o cafeterías cerca de Times Square o el ubícuo Starbucks para un apuro.
Creo que no hemos vuelto a Nueva York desde antes de la pandemia, así que ya va siendo hora de hacerlo; 2024 será el año del reencuentro y, by the way, visitar a nuestros queridos W&S en San Francisco. Soñar es gratis.

PD. En otra ocasión escribiré sobre los pantagruélicos huevos benedictine que nos zampábamos en una cafetería de Anchorage antes de comenzar nuestra ruta alaskeña del día. ¿O quizá ya lo hice...?
Billy Joel ft. Tony Bennet, *New York State of Mind.

HUMOR (Y MÁS)

 

La pseudología fantástica de Fakejóo
Guillerme Pérez Aguda
21 de julio de 2023
https://www.pontevedraviva.com/opinion/8499/pseudologia-fantastica-fakejoo/?fbclid=IwAR2JBm0D8NHO9LxdWfj58UHCeCbcBDE6px-Z-6gLai1_qO3W19vPBg1AppI

La pseudología fantástica es el término que se usa para definir el comportamiento de aquella gente que puede vivir en un mundo paralelo que nada tiene que ver con la realidad. Lo que vulgarmente denominaríamos mentiroso compulsivo o, por estos lares, un "falabarato". Una afección que parece instalada en nuestra sociedad como una infame moda que pervierte desde el periodismo a la política. Tenemos ejemplos nada ejemplares todos los días, aunque últimamente quien está destacando por sus mendacidades es un candidato a dirigir el país, lo que resulta más preocupante, hasta el punto de haberse ganado el apelativo de Fakejóo.

Preocupa no sólo que su método discursivo sea la mitomanía, cuyo objetivo no es la verdad, sino alcanzar su propósito, sus intereses, sin tener en cuenta que este mal hábito pueda acabar normalizando una conducta deshonesta en la sociedad, sino que lo haga con tal desparpajo e impudicia, como se pudo ver en la entrevista que le realizó en TVE, Silvia Intxaurrondo, a la que contestó con absoluto despotismo cuando esta le indicó que las afirmaciones que estaba dando eran falsas, llegando a exigirle a la misma que rectificara. Probablemente está demasiado acostumbrado al control férreo de los medios en Galicia, como vienen denunciando los trabajadores de RTVG en tantos "venres negros". Esto llevó a que se tuviera de él una imagen irreal, de buen gestor, que los datos en Galicia desmienten.

Durante el mandato de Feijóo, su gestión económica supuso la demolición de la industria gallega (Barreras, Pescanova, Endesa, Alcoa, Vulcano, Meirama, Ferroatlántica, Reganosa…). Mientras el capital invertía en el Norte de Portugal, Galicia bajaba más de 15 puestos en el ranking de competitividad regional de la UE. Las empresas perdieron 10.000 empleos, el Valor Añadido Bruto cayó más de un 20% y la inversión en innovación tecnológica no llegaba a la media española. La única aportación de Feijóo fue la fracasada gestión con PEMEX, una empresa mexicana salpicada por la corrupción, y la venta empresas consolidadas al capital extranjero (hospital de Vigo, Iberconsa, Cupa, Albo, Povisa…).

Más grave aún fue la desaparición del sistema bancario gallego que pasó de ser mayoritariamente gallego (70%) a apenas un 1% de mercado, y en la que Feijóo jugó un importante papel, apadrinando e impulsando una fusión entre las Caixas (con la excusa de un informe del que nunca se supo), que acabó finiquitándolas y con su venta al grupo venezolano Banesco (con la pérdida de más de 8.000 millones de € de dinero público y la pérdida de 4.000 puestos de trabajo), con lo que más de la mitad de los ahorros de los gallegos pasaron a manos foráneas.

Tras 13 años de gobierno, Feijóo dejó una Galicia más pobre, más endeudada (17,5 % del PIB, multiplicándose la deuda pública por cinco), convertida en un desierto demográfico (70.000 personas menos en la última década, con una media de 13.000 jóvenes que emigran al año. Además tener un hijo es ya un factor de empobrecimiento), con más precariedad laboral (21,1%), con exclusión residencial (el 35% de la población), sin políticas de promoción de energías renovables. Es el resultado de dejar el papel dinamizador de la Xunta en manos de los intereses privados.

El abandono del rural gallego fue continuo, con el cierre de servicios públicos (educativos, sociales, sanitarios…). Entre 2015 y 2020 cerraron más de 2.500 granjas lácteas, que cobraban el precio más bajo de Europa. Entre 2009 y 2016 se perdieron 127.000 hectáreas de superficie agraria útil. La única aportación de Feijóo al campo fue el catastrazo, la reducción de garantías medioambientales, la lasitud normativa para las grandes empresas contaminantes o la plantación de especies invasoras. Políticas de abandono que sólo avivaron más la industria del fuego (que supone un gasto anual de 173 millones de euros).

En educación se cerraron 138 centros públicos y se redujo el presupuesto en 113 millones. Se aumentaron las ratios de alumno por docente, se suprimió el programa PROA, se introdujo el copago para los comedores y se eliminó la gratuidad de los libros de texto del bipartito. En el curso 2021/2022 se recortaron 109 aulas de infantil y primaria (150 docentes menos). Creció el número de conciertos con la enseñanza privada en 140, redujo el presupuesto para becas de 35 a 15,4 millones, y devolvió la financiación a los colegios privados que segregan por sexo.

Por no hablar de los recortes en sanidad (presupuestarios, de personal, de camas…) y la privatización encubierta de esta, que bien conocen todos los que tienen la mala suerte de padecerla; del clientelismo y nepotismo, cuyo mejor ejemplo son la saga Baltar y el clan familiar de los Feijóo; del cierre de los puntos de Información a la mujer rural; de las puertas giratorias entre la Xunta y las empresas relacionadas con esta (Isabel Tocino o Carlos del Álamo, ministra de Medio Ambiente y conselleiro de Medio Ambiente, que adoptaron decisiones que favorecieron a Ence, para acabar en el Consejo de Administración de dicha empresa); o de la gestión del Covid, que demostró la consecuencia de convertir el cuidado de nuestros mayores en un negocio que cotiza en bolsa (el 45% de las muertes en Galicia se produjo en las residencias, pero el 94,3% de estas muertes fueron en residencias privadas, que gestionan el 76,8% de las plazas, gracias al modelo privatizador del PP. Empresas curiosamente vinculadas al PP).

Esta es la verdadera historia de la Galicia menguante gestionada por Feijóo, la realidad que nos quieren negar, el auténtico programa oculto de la derecha, del que no hablan, con la intención de mantenernos en su ficticia Matrix y seguir explotándonos. Ahora nos toca a nosotros escoger entre la pastilla roja o la azul.

viernes, 28 de julio de 2023

2 x JUAN JOSÉ MILLÁS


Derrame
En alguna parte del mundo, un hombre ha fallecido mientras se aseaba y aún no han descubierto su cadáver.
Juan José Millás. 14-07-2023

Piense usted en alguien que está debajo de la ducha. Un hombre calvo de unos cincuenta años, por ejemplo. En esto, al intentar alcanzar con la esponja el centro de la espalda, pierde el equilibrio, resbala y se da un golpe en la nuca que lo deja medio inconsciente. Como vive solo, nadie ha escuchado nada, de modo que el hombre permanece allí, aturdido y desnudo, con el agua resbalando por su cuerpo. Es posible, piensa el pobre, que si descansa un poco pueda salir enseguida y pedir auxilio. En cualquier caso, el asunto no debe de ser muy grave porque, mientras se tranquiliza con este y otros cálculos, observa que el agua que se desliza hacia el sumidero solo lleva trazas de jabón. No sangra, en efecto, pero tiene un derrame interior que poco a poco va confundiendo sus ideas. Le vienen a la memoria escenas del pasado, especialmente de la infancia. Antes de perder el conocimiento, ve a su madre corriendo por la playa hacia él para salvarlo de una ola gigante. Al rato, el hombre muere y su cadáver permanece bajo aquella lluvia doméstica que a los dos días comienza a salir fría porque la bombona de butano se ha vaciado.

Ese hombre existe, no sabemos si en Madrid, en Barcelona, en Singapur o en Tokio. En alguna parte del mundo, un hombre ha fallecido mientras se aseaba y aún no han descubierto su cadáver. Quizá tarden 5 o 6 meses, tal vez un año o dos, cuando su banco empiece a devolver los recibos de la luz por falta de pago. Existe ese difunto, y no porque nos lo hayamos imaginado, sino por pura estadística, ya que el mundo está lleno de bañeras resbaladizas y de hombres calvos de unos cincuenta años que viven más solos que la una. Nadie piensa en ellos, nadie. Cuando los descubren, les hacen un hueco en la zona de casos pintorescos del telediario y si te he visto no me acuerdo. Sírvanles estas líneas de homenaje.
Peajes
Jamás había pagado por dormir, pero al pensar en la cantidad de trabajo que me esperaba al día siguiente, decidí rendirme y pagué por entrar en la región del sueño.
Juan José Millás. 28-07-2023

Pues el caso es que me metí en la cama, cerré los ojos y empecé a deslizarme hacia el sueño. Agotado como estaba, llegué enseguida a los límites de la vigilia. En esto, cuando me disponía a atravesarlos, apareció ante mí una caseta semejante a la de los peajes de las autopistas en cuyo interior había un guardia que me exigió una cantidad de dinero por pasar al otro lado.

—Esto es nuevo —le dije—. Jamás he pagado por dormir, jamás.

—Han cambiado las cosas —apuntó él—. Algunos usuarios abusaban.

Me negué a pagar y fui invitado a apartarme de la cola, pues había mucha gente detrás de mí que empezaba a protestar. Lo más probable, pensé ante una situación tan onírica, es que ya esté dormido. Pero al mismo tiempo me sentía despierto. De hecho, hice la prueba típica de intentar atravesarme la palma de la mano izquierda con el dedo índice de la derecha (es sabido que cuando lo consigues es porque estás dormido), pero yo tropecé con una resistencia implacable. Me hallaba despierto, en fin, y bien despierto. Merodeé un poco por los alrededores de la aduana, donde, entretanto, se habían ido estableciendo vendedores de helados y refrescos, pues era una de las noches más cálidas del año. Finalmente, al pensar en la cantidad de trabajo que me esperaba al día siguiente, decidí rendirme y pagué por entrar en la región del sueño.

Desperté pronto, según mi costumbre, pero permanecí un rato con los ojos cerrados, repasando las tareas de la jornada. Luego, decidido ya a espabilarme del todo, me dirigí a los territorios de la vigilia, en cuya frontera tropecé de nuevo con el aduanero de la noche anterior. Dijo que no me permitiría pasar a la vigilia sin el pago del peaje. Me negué y aquí sigo. Sé que estoy dormido porque me atravieso sin dificultad la palma de la mano izquierda con el dedo índice de la derecha.

SINÉAD O'CONNOR, 1956-2023

 





*Nothing compares 2U.

La artista irlandesa Sinéad O’Connor, que había alcanzado fama internacional en 1990 con su versión del tema Nothing Compares 2 U, ha fallecido este miércoles a los 56 años, ha informado su familia en un comunicado. Dotada de un extraordinario talento musical, cultivado desde su internamiento, a los 15 años, en uno de los controvertidos asilos de las Magdalenas, la cantante era tan conocida por sus provocadoras acciones como por su trayectoria artística, que se vio empañada por problemas de salud mental con los que, según admisión propia, batalló durante décadas.

Natural de Dublín en 1956, O’Connor publicó 10 álbumes. Este mismo año había recibido el premio a un Disco Clásico Irlandés en los Premios de la Música de RTÉ, la corporación pública de radiotelevisión de su país. Con un físico rompedor, con su característica cabeza rapada, su nombre saltó al estrellato con la canción compuesta inicialmente por el artista estadounidense Prince, pero O’Connor había publicado ya anteriormente The Lion and the Cobra, un álbum de debut que había generado un notable interés en la industria musical por la complejidad emocional de sus letras y el genio de su autora.

¡SANTIAGO Y CIERRA, ESPAÑA!

Ayer, 25 de julio, día de Santiago.
Gómez Deval, *O Camiño de Santiago.

martes, 25 de julio de 2023

LA LETRA ESCARLATA

 


Otra pequeña joya que empiezo esta tarde a leer. Nada mejor para sacudirse el agua como un perro.

CARNE CRUDA


Un país mejor
Este país es mejor que sus élites. Es mejor que la mayoría de sus medios. El poder popular puede ganarle al poder del dinero. Pero deberíamos aprender a reaccionar antes frente a los reaccionarios. La próxima vez puede ser demasiado tarde.
24 de julio de 2023 22:46h. Actualizado el 25/07/2023 05:30h
Lo llevamos crudo... El blog de Javier Gallego

No han pasado. Los hemos parado. Pero por los pelos. Hemos tenido que verle las orejas al lobo. Tiene que servirnos de lección. La izquierda más allá de los partidos tiene que moverse aún más en los barrios, en las calles, en las redes. La izquierda de los partidos tiene que acercarse mucho más a los movimientos sociales, a los barrios, a la gente. Hoy toca celebrar que hay un país que no quiere el odio, el machismo, el retroceso, la confrontación, la exclusión, la desigualdad, la xenofobia, la homofobia, el insulto. Un país que no quiere echar a la otra mitad. Ese país sigue siendo más grande que el otro pero hay que seguir defendiéndolo. Hoy toca celebrar pero también toca reflexionar por qué la extrema derecha con la derecha extrema han llegado tan lejos, casi hasta el gobierno.

Para que les plantemos cara ha hecho falta que PP y Vox gobiernen en comunidades y ayuntamientos. Ha hecho falta que nieguen la violencia machista y el cambio climático. Ha hecho falta que ataquen a las mujeres y al feminismo, al colectivo LGTB y a los migrantes. Han hecho falta la censura y el pin parental. Ha hecho falta que amenacen con destruir derechos y libertades conquistados. Ha hecho falta que la derecha lo haga muy mal para que la izquierda empiece a hacerlo bien. Ha hecho falta todo eso para que la ciudadanía despierte, se implique, pida el voto, haga sus propias campañas con vídeos, diseños, memes... Nunca es tarde si la dicha es buena, pero deberíamos aprender a reaccionar antes frente a los reaccionarios. Porque la próxima vez puede ser demasiado tarde. Porque ya hemos perdido tiempo, derechos y territorios. Porque ya tienen autonomías, ayuntamientos, 8 millones de votantes y 169 diputados. Porque han ganado las elecciones aunque las hayan perdido.

Es esperanzador saber que aún vivimos en un país que mayoritariamente quiere progreso y respeto, que es solidario y tolerante, que es plural y diverso. Pero aún hay que ganar y recuperar a millones de votantes que se han alejado de los consensos, que se sienten abandonados, que están hartos, molestos, indignados y que han comprado el relato de que ETA sigue viva, de que gobierna con los socialcomunistas y los golpistas, que juntos quieren romper el país y destruirlo. La buena, buenísima noticia, como ocurrió en 2019, es que pese a Txapote, Perro Sanxe y el Coletas, pese a Ana Rosa, Inda, Herrera y Losantos, pese a la manipulación y al bombardeo de bulos desde la mayoría de los medios, pese a las cloacas periodísticas, policiales, judiciales y empresariales que han conspirado para que gane un gobierno con la ultraderecha, la derecha no gobernará y la izquierda ha resistido.

Es también esperanzador que cuando el periodismo hace su trabajo frente a la mentira, puede pararle los pies. Silvia Intxaurrondo ha ganado, QueTeVoteTxapote ha perdido. La inteligencia ha ganado, la ignorancia ha perdido. Han perdido la estupidez, la frivolidad, el desprecio. Ha perdido la intoxicación y la sumisión, tratarnos como si fuéramos idiotas, como si no mereciésemos algo mejor que el engaño. Por poco, pero han perdido. Ha ganado una ciudadanía madura que piensa por sí misma. Por poco, pero ha ganado. Este país es mejor que sus élites. Es mejor que la mayoría de sus medios. El poder popular puede ganarle al poder del dinero. Ha ganado la democracia, esa democracia en la que no quieren que creamos porque no les conviene que sepamos que podemos con ellos.

Esa democracia ha hablado y nos ha colocado frente al espejo. A cada uno frente al suyo. La derecha y la ultraderecha no gobernarán porque están solos, porque en su país no cabe la mayoría, porque quieren derogarnos a los demás, porque para ellos somos Txapote, terroristas todos. El PSOE de Pedro Sánchez podrá volver a gobernar con mucha dificultad y esfuerzo. Su remontada es épica pero trágica por el terreno que les ha comido el odio. Han intentado hacer y contar en 4 semanas lo que no han contado y hecho en 4 años. Esperemos que no vuelva a pasarles lo mismo. SUMAR no ha tenido un buen resultado pero lo ha tenido mucho mejor que si la izquierda se hubiera presentado con Unidas Podemos, al borde de la desaparición el 28M. Ha parado el golpe, el propio y el ajeno, pero ahora tiene que pararse a construir un proyecto sólido, amplio y sin fisuras con Podemos, que no ha tardado ni 24 horas en iniciar el fuego amigo. Tremendo. La mala noticia es que ya no hay mayoría progresista en el Congreso, la buena es que la ultraderecha tiene 600.000 votos y 19 diputados menos. Abascal no será vicepresidente. España es la excepción ibérica en Europa. España es el único país europeo en el que la ultraderecha decrece.

Sin duda es una ironía del destino que el futuro del país y su gobierno esté en manos de Puigdemont. Eso sí que es ponernos frente al espejo. No podemos seguir evitando el elefante en la habitación. Tenemos un problema y tenemos que hablarlo. Las urnas han puesto a los españoles y a la izquierda ante el mayor conflicto que ha tenido nuestra democracia en este siglo. Ya es hora de que afrontemos ese asunto. Siempre será mejor que sea la izquierda la que tenga que hacerlo. Siempre será mejor que el gobierno dependa de encontrar la solución a Cataluña y no de los fascistas españoles.

lunes, 24 de julio de 2023

LA PIEL DEL OSO


16°, justo la mitad de los grados de este fin de semana cultural en Madrid, maravilloso el tiempo en La Esperanza, qué les voy a decir. 
Hoy sí hablaré de política, ¡cómo no iba a hacerlo! Me lo pide el alma. 
Alka-Seltzer esta mañana de resaca, incombustible Pedro Sánchez. 
Dejé de ver anoche las noticias porque estaba nervioso del vaivén de cifras, de euforias impostadas, de ganadores todos, como siempre. Todo cambia para seguir igual, según parece. Dice ese feo refrán que para vender la piel del oso primero hay que cazarlo, o también el cuento de la lechera. A los hechos nos habremos de remitir después de meses y meses escuchando insultos, mentiras varias y, antes que nada, de aceptar todos a un PP ganador. Mira que me decían: Feijóo va a gobernar, a lo que siempre respondí: sí, puede, pero no olvidemos que primero hay que ganar las elecciones. Y ahora, si repetimos lo acontecido en las anteriores elecciones locales, parece que da igual quién sea el partido más votado -y si no que nos lo digan a los canarios, sonde gana una y otra vez el PSOE pero por obra y gracia de los pactos PP-CC, que tanto monta, acaban perdiendo alcaldías, cabildos y autonomía per saecula saeculorum-. De lo que salga de estas elecciones, un nuevo gobierno o la repetición, no lo sabemos aún, el tiempo lo dirá, eso es seguro, pero se demuestra otra vez que la euforia adelantada no es buena compañera de viaje, uno nunca sabe lo que va a ocurrir finalmente, a pesar de agoreros, encuestas, los Pravda de turno y conspiranoicos de todos los colores. El momento de meter el voto en la urna sigue siendo de absoluta libertad.
Si Feijóo no consigue finalmente formar gobierno habrá que ver el movimiento sobre el tablero de Ayuso, que seguramente se regocija con el resultado, preparada ya para su jaque mate.
El tiempo lo dirá.

PD. ¿Será verdad eso que dicen sobre que VOX se apagará como lo ha hecho Podemos? Otra pregunta más que contestará el tiempo igualmente.
Caetano Veloso, *Summertime.

domingo, 23 de julio de 2023

MADRID, CALOR Y GENTE



Viajar a Madrid siempre da para mucho, si bien los meses caniculares no nos los que más invitan a darse un salto. Aun así, con la mejor de las disculpas posibles: el estrés, y en este caso realmente importante, me planté dos días en la capital para imbuirme de toda la cultura posible en tan poco tiempo. Olvidémonos de los madrugones -¿no forman parte ya de mi vida corriente?-, de los niños gritones en el avión, del sofocante calor y de las hordas de turistas -entre las que me debo incluir yo, mea culpa-, para disfrutar de la, sin duda, maravillosa oferta cultural que nos ofrece Madrid. En este viaje relámpago cumplí con todos los compromisos excepto con la visita al Prado, que no logré ni meterla con calzador; demasiadas cosas en tan poco tiempo.
Ballet "Carmen" en el Teatro La Latina, la nueva y flamante "Galería de las Colecciones Reales", magnífico edificio y, por supuesto, lo que en él se muestra: Velázquez, Goya, Luisa Roldán ("La Roldana"), Bernini, El Greco...; Monasterio de las Descalzas Reales (foto de Google al no estar permitidas), visita guiada de 1 hora, impresionante patrimonio el que alberga entre tapices, pinturas y esculturas; y ópera en el feo Teatro Real, "Turandot" con el canario Jorge de León como Calaf y una puesta en escena simplemente espectacular. Resumo, un viaje tan corto como provechoso.
Hoy es domingo, ya en casa, mucho más fresco el tiempo y con gran expectación ante los resultados de estas Elecciones Generales de hoy 23J que dirimirán el futuro próximo de la política española.

PD. Monasterio de las Descalzas Reales. Visita guiada reducida, unas 15 personas. Entre ellas un grupo de 4, tres pibes y una moza, posiblemente todos recién llegados del mitin de Colón de VOX de ayer. Ella sin más interés; ahora, ellos, uf, para un capítulo de un ensayo de sociología española: bermudas, camisa de botones, 2 con mocasines y el otro con alpargatas chancleadas, a rayas azules y blancas. Toda una suerte de pulseras, cintas con bandera de España, cordones y demás artilugios muñequeros. Pelo corto, fijador sobre pelo rizado y cordón abanderado para las gafas. Remate final: mariconera negra en ristre. 












































*Nessum Dorma, Jorge de León.