El antiguo taller de calderería del Arsenal de Cartagena, donde se rehabilita el submarino de Peral.
El submarino de Peral sale a flote
La nave que desarrolló en 1888 el inventor cartagenero, en fase de rehabilitación. Los estudios permitirán conocer cómo era el precedente de los sumergibles que hoy navegan.
Manuel Morales Cartagena 30 JUN 2013 - 00:56 CET
Antonio Romero estaba entre los elegidos. Junto al otro ayudante de máquinas, José López, era el integrante menos cualificado de la dotación del submarino, compuesta por 10 hombres. Todos estaban a las órdenes de aquel genio, Isaac Peral y Caballero, inventor de una máquina capaz de sumergirse. La Armada española estaba lista para desarrollar un arma que le daría más seguridad y capacidad de amedrentar al enemigo. Sin embargo, todo se vino abajo rápidamente. El proyecto del submarino quedó arrumbado. No volvió a navegar. Han tenido que pasar 125 años para recordar aquella historia y remozar el invento que Peral construyó en 1888.
Hoy, en un antiguo taller de calderería del Arsenal de Cartagena, de finales del XIX, se oyen martillazos con el mar de fondo. El submarino de Peral descansa en un carro de varadero para su rehabilitación. Tras pasar años a la intemperie en el paseo marítimo de Cartagena y sufrir el daño de la lluvia, el salitre y el agua de las fuentes que lo adornaban, el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, "recomendó ponerlo a cubierto ante su deterioro", explica el director del Museo Naval de Cartagena, Pablo Zárate. "En unos años probablemente se habría echado a perder", dice la restauradora especializada en arqueología Ioanna Ruiz de Torres. "Aunque para su edad no estaba muy mal, es sorprendente".
El submarino de Peral, días antes de su botadura, que fue el 8 de septiembre de 1888.
"Lo primero ha sido detener la oxidación, que había atacado varias zonas, en especial las que estaban sobre los apoyos" que lo alzaban en el paseo, señala Zárate, capitán de navío. Ahora se están quitando las capas de pintura que lo envolvían —"hasta 21 hemos encontrado y eso que solo hemos retrocedido en el tiempo hasta 1930"—. La mayor sorpresa del decapado llegó con las hélices. "Estaban pintadas de purpurina, así que pensamos que eran una copia de las originales pero descubrimos en ellas unas letras que indicaban los astilleros donde Peral las había comprado en Inglaterra". La misión es recuperar el aspecto similar, el color plateado, al que lució la nave cuando se botó en La Carraca (San Fernando) el 8 de septiembre de 1888.
Aquel día miles de personas se congregaron para el gran acontecimiento. A las mujeres se les regaló un abanico con dibujos del rostro de Peral y su submarino. El cartagenero, nacido en 1851, había hecho realidad el sueño de Julio Verne en 20.000 leguas de viaje submarino.
A pesar del precedente del Ictíneo,el sumergible del catalán Narcís Monturiol botado en 1859, el director del Museo Naval de Madrid, el almirante José Antonio González Carrión, asevera que el de Peral “fue el primer submarino convencional en España y el mundo porque tenía propulsión eléctrica, con baterías que había diseñado Peral; poseía capacidad de inmersión y podía lanzar torpedos”. "Fue el primer submarino convencional en España y el mundo", asevera el director del Museo Naval de Madrid, el almirante José Antonio González Carrión. "Tenía propulsión eléctrica, con baterías que había diseñado Peral; poseía capacidad de inmersión y podía lanzar torpedos contra barcos".
En la cima: "De repente, la Armada y el Gobierno le dieron la espalda a Peral"
Peral estaba en la cima de su carrera, iniciada cuando ingresó en la Armada con 14 años. En 1885 había ofrecido al Gobierno desarrollar su "aparato de las profundidades", como lo llamaba, ante la posibilidad de guerra contra Alemania, que había atacado las islas Carolinas, en el Pacífico, propiedad de la corona española. El conflicto se resolvió por la vía diplomática sin embargo Peral pudo proseguir su sueño gracias al apoyo de la regente María Cristina. Tras su botadura, el submarino de acero superó sucesivas pruebas para certificar su viabilidad, siempre capitaneado por Peral, al que acompañaban 10 hombres. Una placa en la proa recuerda sus nombres, el primer de ellos, el de Don Isaac Peral, teniente de navío, inventor y proyectista. Peral pasó a ser héroe nacional y fenómeno mundial: vinos, aceites y puros llevaron su nombre; cuando visitaba Madrid tenía que salir al balcón del hotel para saludar; se compuso un vals y en Cuba se escribió la opereta El submarino en su honor.
Todo iba viento en popa, así que "Peral pensaba construir un sumergible más grande que el primero". Este tenía 22 metros de eslora, alcanzaba 7,7 nudos de velocidad y pesaba 77 toneladas, como cerciora una inscripción redescubierta bajo las capas de pintura del casco. Sin embargo, "envidias, presiones extranjeras y disputas políticas" torpedearon el submarino. La historia apunta, entre otros, al ministro de Marina, José María Berenguer. "Lo cierto es que la Armada y el Gobierno le dieron la espalda". Varios informes de una comisión de seguimiento tildaron de repente al sumergible de inútil, por lo que se dejó varado en Cádiz. Lo que España desechó fue desarrollado poco después por otros países. Desengañado, Peral pidió la baja en la Armada y se dedicó a seguir inventando, también contribuyó a la extensión del tendido eléctrico en España. Murió con 43 años, en 1895 en Berlín, tras una operación de un cáncer de piel.
En 1929 Cartagena reclamó el submarino, que procedente de aguas gaditanas se dejó en el arsenal. En un traslado posterior en la ciudad se llegó a trocear en tres partes, cortes con soplete bien visibles. Hasta hace unos meses se hallaba en el paseo marítimo. En todos estos años perdió sus piezas externas: candeleros, torre óptica… que ahora dos institutos de formación profesional de Cartagena están fabricando. Zárate destaca que en la recuperación del Peral colaboran, además del IPCE y la Armada, el Ayuntamiento de Cartagena, las fundaciones Juanelo Turriano y Repsol, la Universidad Politécnica de la ciudad y voluntarios (profesores de historia, ingenieros…) que aportan ideas sobre cómo era el submarino por dentro y por fuera.
Por dentro, la nave es un esqueleto de acero y polvo.
"El casco es una fuente de estudio para investigadores", apunta González Carrión. Mientras que el interior es un estrecho esqueleto de acero y polvo, caluroso y sin rastro de los aparatos que albergó, ya que se desmantelaron cuando el proyecto encalló. Al menos ahora se reconstruirá en 3D cómo era por dentro la nave y unos paneles explicaran en la nueva casa del submarino —acristalada para que pueda verse desde la calle— su azarosa historia. Ya han comenzado unas visitas guiadas y el objetivo es acabar en septiembre, para que coincida con el 125 aniversario de la botadura. González Carrión asegura que, a pesar de que el Peral está vacío, entre sus paredes ha tenido "las mismas sensaciones" que en los submarinos en los que ha navegado. El Peral revive.